A la mañana siguiente, do Santos tenía todo dispuesto para ir a la ciudad. Con los documentos en mano sería fácil descubrir si la transferencia se había hecho correctamente.
Ana aun podía escuchar en su cabeza lo que le había dicho Caro antes de partir, y aunque do Santos le había contado lo que descubrió, ella no podía pensar en el desconocido de otra forma que no fuera como un buen amigo.
Cuando se encontraba sola en la comisaria, a punto de ser entregada a los verdugos de sus tíos, él fue a su rescate y no permitió que nada malo le pasara, y aunque fingió ser ingenua, sabía que él se había encargado de ellos para siempre. No podía verlo como un criminal, porque para ella era un ángel, era el ángel vengador por el que había rezado en muchas noches de dolor y llanto.
Pero no podía evitar que Raúl do Santos fuera tras él, pues ella, también le debía mucho al viejo magnate y además, pronto seria parte de su familia. Entonces calló y dejo que los acontecimientos siguieran su curso hacia un destino todavía incierto.
El empresario ya se encontraba en viaje cuando Ana es arrebatada de sus pensamientos por el llamado desesperado de la fiel ama de llaves de do Santos. Miguel se encontraba en estado crítico y necesitaban la presencia de su padre con urgencia.