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[C:390737]

[Leer antes el prefacio, y los capítulos -I y -II:(http://www.loscuentos.net/cuentos/link/390/390733/)]


Era un benteveo revoloteando casi sin juicio, buscando aquel jacarandá en donde apoyarse por lo que le queda de eterno. La brisa cantaba entre sus alas abiertas, respirando entre su libertad amplia y a la expectativa. Las intromisiones colectivas dormían a estas horas. La presión atmosférica disminuía, indirectamente proporcional a la altura alcanzada. El viento, señor gobierno, dirigía las vicisitudes del caso. El jacarandá más alto la esperaba, junto a la felicidad perpetua. Hasta que despertó.
La campana administra la hora de levantarse. Los ojos cafés más abiertos se asoman por vez pristina en este día par de primavera. El sol se destapa a contratiempo de la hora de invierno. La luminosidad de la habitación multiplica por cuatro los colores: agregándoles una novena mayor, o un perfumado tono pastel. La madrugada brillante siempre es bienvenida en la habitación de María. Pocas veces se dio un genoma humano tan amante de Febo. Era en sus tiempos creador de luz, de amor, de vida y de sombra... aunque algunos pensadores contemporáneos señalan que aún sigue cumpliendo estas funciones: Habladurías de viejas con camisón amarillo o maridos fieles.
El acorde de sol mayor en su posición abierta era un arpegio de lágrimas de nitrógeno que volvían a entrar por los poros de la nariz para salir una vez más por los ojos de María: los días nublados eran el caos; la lluvia melancolía. Las tormentas eran nostalgia... nostalgia de soles grises y rayos sin velas.

Mateaba en la mesa leyendo algún cuento de Oscar Wilde, mientras el Alberto, su primo político, sufría el diario del lunes.
-Este dólar que se va para las nubes y la pureza de su madre.
-Algún día tendrá que bajar.
-Siempre la misma vos che, te está haciendo daño leer tanta porquería. Una vuelta por este lado no te vendría nada mal.
-Sí, lo que digas, me estoy yendo, llego tarde a clases... ah, y acordate que hoy llega la prima Marianita de Córdoba.
-Bueno, anda tranquila.
Camino hasta la pared de colectivo, donde las sombras se esconden del sol para ser vistas. Catorce minutos, trece segundos. Ilusión, N3, mano, subir, cospel, asiento. No aseguro el orden. No lo recuerdo, sólo sucedió. Asiento gris, un auto gris, cartel gris ¿Qué piensa una persona que compra un auto gris? Tal vez no puede comprar otro. O tal vez cree que no puede comprar otro. Se esconderá de algo. Se esconderá de todo. Se esconderá por nada. Será que no necesita colores en el auto Que le sobran las luces. Que le sobran los olores. O simplemente le gusta el color gris. No hay nada más triste que el cielo gris. ¿Qué será el gris? Algo es rojo cuando refracta el color rojo, algo blanco refracta todos los colores, y el negro ninguno. Algo gris ¿qué refracta?, ¿la mitad de los colores? O será un color especial, que funciona como disolvente de los otros colores, que sólo los apaga; como la sombra de los colores. Todo tiene sombra, ¿por qué no lo tendrían los colores? Los grises y los rojos nunca se llevan bien, menos en España. ¿Cómo era que me había dicho Marta?, “dependiendo de la cantidad de luz, el ojo humano puede interpretar un color como otro distinto.” Tiene sentido. Cuando más luz, menos sombra; o más. Nada puede ser tan triste que la ausencia de colores, por la simple razón de que no habría quien haga sombra. Pensar que los colores complementarios forman entre si el gris. O sea que la dialéctica es gris. Que los promedios, que la media, que lo mediocres son grises. ¿Será mediocre la gente que compra autos grises? Pero la mediocridad a pesar de estar en medio, tiene sus opuestos. Como el rojo o Quimey… la puta, me pase… este pendejo que me hace perder el tiempo.


María en clase de Filosofía Moderna

-El existencialismo declara que si Dios no existe hay por lo menos un ser en que su existencia precede a su esencia. Empieza por no ser, y a posteriori será lo que se haga de sí mismo. El ho... como me gusta esa cresta mal hecha... absoluto responsable de lo que es. Además está imposibilitado de superar la propia subjetividad huma... esa personalidad “me importa un pito lo que te pase cagón”... cuando elige, elige a todos los... flaquito de porquería, no vales dos mangos... porque elegir es afirmar al mismo tiempo el valor de lo que elegimos, nuestra responsabilidad compromete a toda la... que mierda hago pensando en vos, me podés explicar...l hombre es angustia, desamparo y desesperación. Angustia porque no puede escapar al sentimiento de su total y profunda responsabilid... tenés ese olor a vecindario sin inodoros...ustia es la condición misma de la acción... o con demasiados inodoros...esamparo porque al no existir Dios, no se puede tener valores a priori. El hombre sólo tiene al hombre y no puede encontrar ni excusas ni justificaciones; está conde... seguro que la mugre te tiñe de morocho el cabello... os afectos, según Sartre, no pueden valorarse si no se ha hecho una acción que lo defina. Mis actos delimitan mis sentimientos, no a la inver... y yo que ni la hora puedo pedirle... ltimo desesperación, porque nos limitamos a contar con lo que depende de nuestra voluntad, o con el conjunto de probabilidades que hacen posible nuestra acción.... desde aquella vez que se me ocurrió preguntarle con el reloj en mi muñeca... elige afiliarse a un partido político, elige ciertas posibilidades, como ser que la bondad humana lleve a las próximas generaciones continuar con mi empresa. Sin embargo esto es una mera posibilidad, que al estar fuera de mi alcance, no debo tenerla como descontado. Por otro lado, no es necesaria la esperanza para obra... mira esa nariz...r. Sólo hay realidad en la acció... si me comprara una muda de ropa por cada día del mes, lo podría colgar en esa zanahoria... que la suma, la organización y el conjunto de las relaciones que constituyen sus empresas... pero esos labios...ilosofo francés señal... no me quejaría si tuviera que dormir por un mes sobre ellos...u punto de partida es la subjetividad del individuo no porque sea un burgués, sino porque su doctrina se basa en la verdad, no en la bellez... y esa miel que le brota de los ojos... ue todo materialismo tiene como efecto tratar a todos los hombres como objet... esta mirada de profundidades oceánicas...os captamos a nosotros mismos en el ot... ese poder de convicción... es una libertad colocada frente a mí que no piensa ni quiere sino por o contra mí. Íntersubj... esa imposibilidad de derrota dialéctica... No hay dif... yo... ntre ser libre y ser absolut... tan bella como vengo... común entre el arte y la moral... receptora satelital de miradas bañadas en saliva... ambos casos tenemos creación e invención. No podemos decidir a priori... pudriéndome por ese pedazo de carne en descomposición... que tiene importancia es saber si la invención que se hace es en nombre de la lib... este hijo de perra me hace delirar...l culto a la humanidad conduce al humanismo de Comte al fascis... él… (flota y se expande entre el aire circundante, su ser-para-si se agotaba y desaparece cualquier tipo de distancia - la conciencia le era ajena a sí misma)...



blanco





Artaud: El sufrimiento es la tensión entre el abismo y su cuerpo, contradicción que le manifiesta el absurdo violento de la existencia.




-¿Y vos quién sos mi amorcito?
-Yo
-Bueno, pero cómo te llamás.
-Yo no me llamo, porque generalmente sé cuando me necesito: las que me llaman son los demás.
-Pero tendrás algún nombrecito.
-No, no tengo.
-¿Cómo que no tenés?
-No, la perdí.
-Y dónde lo dejaste.
-A la lado de la número de fax de Dios.
-¿El número de fax de Dios?
-Sí, hace tiempo que la vengo buscando.
-¿También tenés el teléfono de Dios?
-Dios no tiene teléfono, pobre sino. La llamarían todo la tiempo y estaría siempre ocupado. A cambio la fax lo lee cuando le pinte.
-¿Y se puede saber para que querés el fax de Dios?
-Porque a la lado de la número de fax de Dios me dejaron mi nombre.
-Suena lógico.
-En realidad no tanto. No estoy diciendo la verdad. Algo totalmente absurdo.

Quimey mira en su Casa de Desquisidades como cae la pieza de metal lentamente cae hacia el agua, pero nunca se hundirá. Cuento los fragmentos de segundo cuento hasta que por fin hacen contacto por fin, y el fragmento de metal comienza a flotar. Sin dar tiempo a nadar, el liquido se va haciendo púrpura se va haciendo y la pieza de metal gira y se transforma en una canica buceando en espuma se transforma, instantes antes de la explosión. Un punto amarillo nada en un mar de fuego nada y grita chispas, también amarillas, a todo lo que lo rodea, siendo ya muy tarde. El mar rojo violáceo se lo come lentamente y el humo extingue la respiración extingue. El punto amarillo ya es naranja y el mar rojo ya es morado. El show llega a su fin y luego del caos nos enfrentamos al equilibrio, que se entiende a partir del mar líquido, tranquilo y púrpura.
Nos ha demostrado el sodio nos ha demostrado que si en un ambiente sin colores, y un agente extraño se presenta con su traje gris: pasando varios arco-iris nos quedamos con una paz púrpura nos quedamos.

Las emergencias del día continuaron sin mucha relevancia. Estamos en la terminal de llegada. Todo amargura de espera, de despedida, de bienvenida, del nos veremos, del hasta siempre, de soledad, de trabajo. Acordate que hoy llega la prima la Marianita de Córdoba. Pantalones muy rotos, dejando ver más de lo que debía. Remera de mugre con la cara de un muerto en rojo y negro, estirado por el volumen de los pechos. Zapatillas color barro sin lavar, de lona con cordones cilíndricos. Pelo castaño suelto al viento. Mochila SKP con uno de los cierres fallados. Dientes blanquísimos, con destellos frescos, pico de loro y nariz de canario.
-María querida, cómo dices que te va
-Acá envejeciendo. Bienvenida a Leufü. ¿Cómo te trató el viaje?
-Asperito, pero bien acompañada. Me senté con un morochito que pa’ que te cuento.
-Siempre la misma vos. Dale, vamos al depto, dejamos tus bolsos y no marchamos a ver la ciudad.
-Si no hay alternativa.
Giran rosas entre las paredes de vidrio del colectivo que ve pasar los paisajes de Leufü. Los teléfonos públicos rojos y blanco brillante despiden a los turistas en sus esperas de números y nombres. Una cañada con sus hilos de agua lloviendo mejillas poetas, y paraguas grises. Parpadea en cada esquina soñando una historia en cada bar. Locales de moda y discos baratos. Los gitanos vendiendo nimiedades, describiéndote el futuro en la palma de tu mano. Ángeles de mármol saludan en las plazas con fuentes pocas iluminadas. Faroles sobre sombreros de tangueros viejos, que cambian moneda por verso, y salen perdiendo con bastante margen. Las sombras ubicadas siempre detrás del sol, esperan primaveras y otoños. Los jacarandaes en flor, mojaban violeta las aceras. Ataúdes con ruedas circulan unos tras otro, rozando las velocidades máximas. Las corbatas llorando tras los vidrios de lápidas de quince pisos. Una ciudad como cualquier otra, llena de ese vacío asfixiante, que te deja sonreír hasta el día nuevo que llénete de consumos y amaneceres.

Sus ojos de profundidades volcánicas denotaban sus intenciones. Se habían vuelto oscuros; ambivalentes entre el odio y la satisfacción. Vicente es de ser un hombre generoso, pero en sus desquicidades, puede ser el más cruel. Un lobezno en celo a punto del orgasmo… ya sale… sí se puede… ah!… estrellas revolotean con sus ojos. Su carcajada interna impacienta a la mitad más uno de la facultad, aunque sus oídos externos no logren percibirlas.
El profesor Difunto cayó en la boca del lobo. Se mantuvo suspendido como modo locrio. Conocía bien los antecedentes de esta fracción de la universidad. Finalmente, su precaución fue vana para evitar el asiento con cojín nuevo, colocado por supuesto, por uno de los hermanos Cottard. El susodicho cojín había sido elaborado por el laboratorista, el Sub-Profesor Quimey, en su Casa de Desquisidades. Su interior, además de plumas, estaba dotado de una bolsa de tinta violeta con picos estratégicamente posicionados. Al ejercer algún tipo de fuerza sobre la misma, a saber, alguien sentándose sobre ella, los picos cederán ante la presión, y eyacularán (como acababa de hacer el Zurdo mientras presenciaba tan sublime acto) formando sobre el trasero del despistado la inscripción:
PASE QUE
HAY LUGAR
A posteriori el estudiantado revestirá de jajaes y huahuases el salón, reventando el pavor del doctor Difunto, triplicada ya su presión y elevando al cubo las pulsaciones del corazón, que sin tener la pista adecuada para semejante carrera, se hace lugar entre los pulmones vaciados de tabaco y de aire, perjudicando el buen respirar -o el malo en este caso- de un hombre que no entiende la gracia tan eufórica de la juventud. Pocos en la historia atinan a ver su trasero para sacarse la duda.
La campana implora el final del round, cada uno en su rincón. Difunto al café de la esquina, Swadeshi al Quebracho del fondo a fumar la pipa merecida del triunfo: aunque la hubieran fumado igual en la derrota.

Que fresquito loco, tendría que haberme vestido de verdad. Calladita está la María. Mirá esos pendejitos, ¿que estarán fumando?, que curioso cómo se visten – Eh, María, vamo a conocer esos pibitos a ver qué onda – Pero dejá de joder, qué tenemos que ver nosotras con ese tipo de gente, no sabes lo que se cuenta de estos tipejos – Na, ni idea. Otro día me contás. Están fumando alguito vaya a saber qué, y aunque fueran las cenicitas de la agüelita, yo quiero probar igual. – La puta madre.
-Eu machitos, si me permiten la blasfemia, qué se cuenta.
-Por nuestros lares se cuentan las papilas gustativas se cuentan.
-Cebando un poco de menta en pipa, para aliviar el paso viste.
-¿Y se puede probar?, si me permiten el atrevimiento.
-Por su pollo con papas.
-Es de mi propia plantación viste.
-¡¡¡Mariana!!! andá a saber que bichos raros pasaron por ahí.
-No se preocupe leidician no se preocupe, que esta es hierba santa esta es.
-Y a vos quién te dio vela en este entierro.
-Me la dio mi vieja me la dio, con el acta de moribundez y todo.
-Ya deben estar ebrios.
-Ojalá, para arriba jalá, si no ves salida si no ves.
-Mmmh, ta buena, cómo es que se hacen llamar mis buenos compadrecitos.
-Le cuento que está en presencia del Sub-Profesor Quimey a mi derecha viste, el laboraterista como le dicen; el que está dale con el bronquio dilatador es mi hermano el Ernesto; aquel papa natas es el Caracruz; esa hermosura de por allá, la Chetita.
- Vicent, ¿cuántas veces tengo que decirte que no me digas Chetita?, me tenés los ovarios por el piso.
-Está bueno mujer, usted sabe que estoy jodiendo. Como le decía, la CheLucila y vuestro servidor: Vicente Antonio Cottard, para servirle, espero que no demasiado.
-Mucho gusto. Aunque podrías tutearnos, ya somos sapitos de un mismo pocito.
-Mi religión no me lo permite.
-Dejá que es medio pelotudo es el Zurdo este.
-¿Porqué hablas tan extraño?
-Para que la gente se siente insegura se sienta y me preste atención.
-Ah, sos de los normalitos.
-No le haga caso a Quimey, de chiquito le pegaban viste. Por otro lado, todavía no se cómo se pronuncian sus nombres.
-Ah… que descortés… yo soy Sofía Mariana Krallian, pero podes decirme Marianita. Ella es mi primita: María Acosta.
-Sí, todo muy lindo, pero el cielo se está poniendo jodido, mejor volvamos al depto.
-Bueno, te acompaño. Nos vemos muchachitos, hasta la próxima.
-Nosotros también las acompañamos, no vaya a ser que se pierdan.
-Sabemos llegar, gracias.
-Adiós.
-Eran divertidas las pibas eran divertidas.
-Sí que se yo, viste.
-Dale, ahora hacete el boludo. Bien que no le perdiste un detalle a la perrita esa.
-Usted y los celos de siempre: sólo tengo ojos para una sola Chetita…- Pero porqué no te metés la Chetita por donde mejor te entre.
-Está bueno, tranquila, se me escapa viste, perdone usted, y vaya, ayúdelo al Ernesto que parece que está en una jodida
-Que lo ayude tu abuela
-Dejá Zurdo que ando bien: un disparo más y estoy como colibrí en vuelo.
-Más le vale.

El colectivo farsante se detiene exactamente en la parada, cuando cae la octava gota del cielo, casi justo a tiempo. Solamente casi. Las casualidades son absurdas. Estamos llegando a una Nueva Leufü inundada, con caños tapados, alcantarillas vomitando horror. Putrefacción me rodea al por mayor. Por suerte estamos a tres cuadras de casa.
Paz edilicia en el cuarto B sobre Artaud. Toneladas de cemento y acero decoran un cielo igualmente artificial, con un color smog-azulino. Cama somnolienta describe una silueta en el techo que se desmaya frente la oniridad en bienvenida. Alberto que no tardará en llegar si viene a casa temprano; sino, faltará todavía un par de horas. Marianita escucha la radio enterándose de una manifestación que hacen los zurdos el miércoles a las seis en San Martín y 24 de Marzo por no sé qué acontecimiento. Que pérdida de tiempo. Casi logro comer, en la oscura blanquitud, pero son muy altas horas de la noche para casualidades. Zetas inundan mi cabeza, como la lluvia en las calles.



negro





Burdel la Mejicanita cero horas. Sombra llega y hace señas, el guardia se acerca, sombra paga el guiño y entra. Vestido pasa entre gente semidesnuda, se sienta en la mesa. Contraseñas, golpes y previas entre no más de cinco sombra: Caracruz, Yo, el Beto y él. Su mirada volcánica guía la mano que diseña líneas y puntos relacionados vagamente para graficar el golpe.
Habitación doce y cuarenta. Senador del partido Avance Popular duerme en su teatro de marido ejemplar. Abre el ojo derecho. No encuentra moros. Lentamente se levanta sin poder hacer ruido: se viste de oscuridad, abre la puerta sin chirridos, baja la escalera como tobogán, desaparece en la neblina.
Burdel una y veintiséis. Sobre la obscena oscuridad una pareja de senos tambolean en los ojos volcánicos que desprecian y nunca responderán al estímulo, pues siguen manchando la hoja infectada de líneas y puntos que se entienden bajo algún tipo de precauciones previas. Las no más de cinco sombras asienten con la cabeza mientras miran el espectáculo nocturno.
Puerta una y veintitrés. Senador pasa sin guiño, se dirige a la puta de turno. Muestra el ojo guiñado esperando una respuesta satisfactoria del otro lado.
Mesa dos menos dos. Las no más de cinco sombras descubren el nuevo invitado de la noche, la hoja de líneas y puntos se hace mugre en el suelo. Nuevos jeroglíficos se asientan en una nueva futura mugre en el suelo. Las carcajadas y miradas cómplices bailan excitadas.
A once metros dos en punto. Puta recibe el guiño. Se toma del codo del senador, cruza la puerta y sube al Mercedes.
Calle tres menos treinta y siete. Swadeshi se divide en dos pares de sombras. Pareja uno, wokitoki en mano, pisa talones de Mercedes en Fiat 600. Pareja dos, en al rededores esperando guiño.
Puerta de motel dos y casi dos tercios. Senador paga el guiño, del otro lado sonríe como la puta que va subiendo las escaleras, tambolea el culito al vaivén del péndulo de un reloj, levantando varios muertos de vejez.
Ventana dos y cincuenta y seis. Gemidos la atropellan junto a ronquidos de viejo extasiado, mientras dos de las no más de cinco sombras mandan señales de humo para completar el círculo de ojos extasiado.
Puerta del cuarto tres y trece. Después de tres se cae la puerta. Las no más de cinco sombras penetran entre penurias atropellando todo ser de obstáculos que vuelan de un lado a otro. Puta grita, cuchilla atraviesa laringe, puta no grita. Una hoja de acero ocupa lugar donde antes solía haber un pulmón de senador. Se vacía de sangre, humo, aire, alma y vida. El estomago se parte en dos y ravioles de intestinos ruedan por un suelo empapado de ravioles de intestinos. Silencio de tumba metafórica.
Cuarto tres tres cuartos. Las no más de cinco sombras dibujando los últimos detalles en carbón, saltan por la ventana.
Calle cuatro en coma. Swadeshi corre en paz haciéndose sombra en la oscuridad. Él me hace un guiño, a pesar de que ninguno de los dos estuvo nunca en ese lugar.

Entonces fue que ese dardo perdido -traspasando barreras, acariciando arcángeles, perforando el aire- ataca a Myqui por la retaguardia: insertándose en su espacio intercostal y disolviéndose en su sangre. Él nunca hubiera previsto semejante destino: quién espera algo así, en esta hermosa época del año.
El dardo llevaba en su cuerpo un sedante, que al pasar al cuerpo, le atraía hasta sus ojos una hermosa habitación. Verla era una dolorosa caricia que lo expandía por toda la atmósfera. Myqui ya no era una persona, eran dos almas, dos entes dentro de un mismo cuerpo. Era la habitación, y la habitación era Myqui Es la etapa más bella de la existencia. Ella está tan cerca como para recibir sus respiros, aspirar su aliento, saborear sus colores, su contextura; estar sobre, dentro y para la habitación. La escalera que te llevará a su puerta ya está al alcance de la mano. Disfrutar la libertad previa a regalar la libertad, donde uno llega al estadio más platónico, si me lo permiten decir.
Myqui era aún muy joven, el más joven. Lo que significa que no ha sufrido la necesaria experiencia. Nunca estuvo en la situación de advertir un dardo dentro de su cuerpo, y como todo principiante, tenía toda la seguridad de que era una flecha. Es el deseo de todo ser humano de empezar de arriba, de llegar antes de arrancar, de aprender a conducir frente a una Ferrari. Pero esto no es así; o no suele suceder de ese modo: siempre es mejor comenzar por el pie de monte, para entender desde la cumbre las costumbres de los que aún están escalando la montaña.
Nos encontramos a la vez con el deseo de tener todo lo que no se tiene, y olvidar lo que se encuentra bajo nuestras narices: el objeto más preciado será aquel que no reciba el calor de vuestras manos.
Myqui hallaba todo el tiempo a esta habitación en su marote. La soñaba por las noches, la idealizaba por las mañanas. Tan admirable y lejana, en sus soberbias alturas. La guerra contra su propia indecisión duró lo que debía perdurar, y su corazón ganó la batalla; aunque todavía quedara asimilar un último obstáculo: Un guardia protegía, frente a su puerta, a la susodicha habitación.
Días y noches, a ritmo constante, Myqui tocaba (suplicaba) la puerta para que se abriera; pero ella no se dejaba corresponder. A pesar de todo, sus nudillos sangrientos y su garganta reseca no se rendían.

Texto agregado el 02-02-2009, y leído por 227 visitantes. (0 votos)


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