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Asustado, mirando el ocaso, estaba Rod. Todo su cuerpo comenzaba a temblar sin razón alguna que el pudiera saber. La noche anterior no había logrado despertar de un largo y abrumador sueño. Pasaron las seis y treinta minutos de la mañana y el piso de su habitación no había sentido su peso, sus cálidos pies matutinos. Su cama lo cobijaba como lo hace con un bebé indefenso, por su poca necesidad de hacer lo contrario. Soñando estaba Rod, y se percataba que el tiempo no pasaba, y que entre ilusiones y realidad, su mente le arrojaba escasa información de lo que acostumbra hacer en un mero engaño y disfraz de dimensiones que existen dentro de la cabeza humana, o su capacidad de explorarlas como visitante, en la piel de las percepciones de la actividad cerebral.
Su película interna no cambiaba, como estando programada para aquello. Sus hormonas comenzaban a despertar, mientras él seguía en un letargo extrañamente temporal, donde su conciencia anhelaba la normalidad de la paz, pero en sus profundas imaginaciones creativas existía algo que no le daba la aceptación a su salvadora conciencia; era un ser frío y estupefacto, que no tenía derecho a la libre elección, libre albedrío. En sus sueños veía cosas que nunca antes había visto, cosas que nunca pensó y escudriñó que existían, que vivían donde su conciencia lo había protegido de entrar... y ahora, por alguna razón desconocida, su pensamiento logró penetrar aquella zona que desde ese instante era prisionero, involuntariamente.
El día pasaba en su proceso natural, pero Rod seguía despierto en sus sueños, más en la realidad era un vago, y deambulaba de aquí para allá como un miserable ser sin átomos que danzan a un mismo compás de ritmos. Su mente no dejaba de pensar lo que él y su conciencia denominaban cosas horrorosas e insoportables. Mientras daban un especial de música por el radio que se encendió a si misma, Rod comenzó a hundirse en el colchón de su cama, como si un peso de toneladas se hubiese posado sobre él y se vigorizó con poder rompiendo la cama. Sus cabellos iniciaron una metamorfosis nunca antes vista por las idiotas fotografías de sus ídolos musicales, colgadas en las paredes que había puesto en honor a ellos, y que en ese instante, miraban con sus ojos pluripersonales lo que pasaba sobre la existencia de Rod.
De súbito, el todo el cabello de Rod se tornó oscuro como la misma noche en tinieblas, y se transformó en materia durísima, que en un ultimátum, se enterraban en el colchón y raramente lo hacía sangrar; brotaba muy a prisa una sustancia que de forma desesperada se desparramaba, cayendo a un piso anteriormente discipulado como tal, y ahora, era parte de un abismo lleno de niebla intensamente oscura, fría y sofocante, hedionda a estiércol de bestia repugnante, donde todos sus elementos que habían sobre este piso, flotaban y hablaban en extrañas lenguas de un antaño longevo multiplicado por infinitas dimensiones espaciotemporales y pertenecientes a un destino lejano en dirección opuesta.
Rod gritaba de forma estruendosa y descontrolada, pero el silencio ofrecía una onda mucho más expandida, y le hacía tragarse sus sonidos de loco y miedoso personaje, y traspasándoselos a sus alegaciones mentales, que en el más intranquilo actuar, hacía brotar desde su garganta todas sus entrañas y órganos inventados, que se habían desarrollado por su imprudente llegada a ese lugar tan bendito, que su cuerpo no pudo soportar el límite estipulado por la Energía Dinámica, para proteger a seres con una inteligencia imperfecta, desplazada casi diez veces después de la coma numeral.
Tendido en su lecho abstracto, en un pensamiento fugas que demuestra la verdadera capacidad pensante, logró cortar el nexo que ligaba su existencia con la del mundo al cual visitó, y que de paso compró recuerdos autografiados. Gracias al pensamiento conceptual de lo que en codificaciones lógicas se escribe con las letras m, a, r, í, a. Sólo un basto pensar, y con eso, una vívida imagen de algo aprendido en el mundo de las probabilidades, fue suficiente para sobrepasar todo el odio que para él significó aquella experiencia contenida; su despedida para su amada María.
Levantándose a duras penas y con unos dolores insoportables, seguía preguntándose qué había pasado; únicamente comprendía a ciencia cierta que su cuerpo había sufrido los estragos de un escarmiento que no debió dejar a su mente de menor edad explorar, subconscientemente invocar.
Llamó a una ambulancia marcando el 911 en el teléfono. Cuando tocaron a su puerta luego de un rato, se dio cuenta que su mente había quedado con graves secuelas. Sus impulsos no le habían indicado correctamente qué números pulsar. Comprendía absolutamente nada cómo fue que no miró bien los números. Estaba confundido, pues había dejado o se le había quitado una parte de sus ser en su anterior vivencia en ese lugar impenetrable para una segunda oportunidad, y oscuramente dañino.
Luego de despedir a sus invitados por error voluntario (pues no hubiese podido hacerlo correctamente), se fue con el alma destrozada al fondo de su casa. Abrió la puerta, salió a su gran patio lleno de árboles frutales, viñas y flores hermosamente descuidadas, como todo un experto. Se sentó a mirar el ocaso, temblando de incertidumbre miedosa; colocando su mentón sobre sus rodillas. Al rato después de profunda meditación, soltó una lágrima llena de pasión, profundo dolor y deseo de comprender lo que ni siquiera podía invocar en su mente para recién intentar explicarlo, en un proceso ineludible y real de cuestionar. Cuando su lágrima cayó y reventó en el seco césped de su patio, sus ojos se nublaron y ya no vieron más hacia el interior y el pasado, que tanto lo habían hecho sufrir en desconocimiento conciente. Pero era su conciencia lo que lograba percibir las consecuencias; su placentero vivir volvió a ser parte de su pisar y respirar en la tierra, y, sonriéndole al arrebol concluyente, despidió el sol con un palpitante corazón lleno de gracia. La luz fue desapareciendo paulatinamente de su rostro, y dio gracias al cielo en un gesto sincero y bondadoso, y el sol, con un último destello, le aprobó una vez por fin.

Texto agregado el 14-05-2004, y leído por 467 visitantes. (1 voto)


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