TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / Androsius / La Falla

[C:389322]

LA FALLA


La mañana resoplaba fresca en todo su esplendor. El Parque Central se vestía con una misteriosa túnica plateada, producto de los reflejos que emanaban del tubo residencial G-68, que se erguía enfrente. La gigantesca pantalla tridimensional, que se mantenía suspendida a exactos ocho metros del suelo, en un vértice del parque, inició las primeras noticias del día, entremezclándose con un suave siseo que anunciaba el paso del aero-trén nuclear de las siete y quince.
Se detuvo un momento e ingiriendo una píldora despreocupante, comenzó a observar los extraños trozos de cielo que se escurrían entre los tubos residenciales, pretendiendo acariciar con su mágica luz los artificiales prados del parque.
No pensaba en nada; o más bien, pensaba en todo. Todo lo que había visto y oído en el cine-museo la tarde anterior. Al principio no le preocupó, pero ese día se levantó con una rara sensación de angustia que le impedía percatarse de la pureza extra del aire, producto del intenso trabajo nocturno de los descontaminadores ambientales, y que le hacía caminar sin ver ni oir nada que no fuese aquello…

-¡ Hey , Xenón! ¿Jugarás computagol conmigo esta tarde? -La metálica voz provenía de un sonriente hombrecillo, que apenas dejaba entrever su cabeza de uno de los tantos relajadores públicos diseminados por la ciudad.

Sobresaltándose, giró su cabeza hacia el hombrecillo:

- No, lo siento. Tengo que reparar mi calefactor solar y no me quedará tiempo libre.

- Está bien.- Respondió la sonrisa, hundiéndose nuevamente en el relajador.

Mentía. No tenía nada que hacer esa tarde, pero realmente no estaba de ánimo para nada y además era tan aburrido jugar computagol con su amigo, pues siempre terminaban empatados a cero. En realidad deseaba estar solo y analizar todo lo que el archivoprogramador le había mostrado; poder comprender en toda su magnitud aquella sucesión de imágenes y sonidos que se suponía, era el testimonio verídico de lo acontecido cientos de años atrás. Y no es que dudara de la autenticidad de lo allí visto; después de todo así se lo había asegurado la computadora en la sección preparadora, pero ¡ Era tan increíble!.
Siempre le intrigó lo que pudiera haber en el cine-museo y tan sólo por eso esperó pacientemente hasta cumplir su mayoría de edad –los quince años- ya que antes de eso estaba estrictamente prohibido visitarlo, como también divulgar lo que ahí se viera, a otros que no hubiesen asistido. Además había que pasar una rigurosa prueba de aptitud para ser aceptado entre los visitantes, sin considerar la cantidad de enjuiciados al haber sido sorprendidos por las fotocélulas policías, intentando relatar a otros el contenido de tan singular recinto; de ahí que le intrigara tanto.
Claro que jamás pensó que le impresionaría de ese modo: ¿Es que se había equivocado el selector de aptitudes al haberle elegido?. Quizás… o quizás también algo en él estaba fallando, así es que tomó otra píldora despreocupante y se dirigió hacia el relajador más cercano…
A su alrededor comenzaba ya una intensa actividad. Los transbordadores magnéticos acarreaban a miles de seres desde los tubo-residencias a los tubo-comercios; el espacio se inundó de pronto con unas maquinitas semigrotescas que semejaban delfines: eran los vehículos particulares. El aerotrén nuclear regresaba ya de su primer viaje hasta la ciudad-tubo más cercana, a unos doscientos kilómetros de distancia; mientras, la pantalla tridimensional iniciaba ahora un concierto galáctico que terminó por saturar el ya reducido espacio aéreo con monótonos acordes metálicos.
Era día miércoles, por lo que no le tocaba trabajar en la factoría de agua sintética, así es que aprovecharía todo el día en computar, analizar, pensar…

- Oye Xenón ¿Cómo te fue ayer en el cine-museo? Supe que te seleccionaron. –Era el mismo hombrecillo anterior, pero esta vez por el reloj comunicador.

- Hummm… más o menos –Respondió, con algo de desidia.

- ¿Qué tema elegiste? –continuó sin esperar respuesta- Yo, cuando fui, elegí la prehistoria. Me reí mucho con nuestros antepasados de la Edad Media; fíjate que andaban en unos tremendos adminículos ¿cómo se llamaban? Bacayos… o caballos, creo…

Desconectó ofuscado el reloj comunicador e intentó levantarse, pero un agudo dolor en el pecho lo retuvo por varios segundos.

- “Algo me pasa, no puedo quitarme esta horrible sensación…”.

Se irguió y resueltamente dirigióse al relajador que se encontraba más alejado de aquél hombrecillo inoportuno. Mientras se instalaba en él, volvieron a su mente las imágenes del día anterior y comprendiendo que las píldoras despreocupantes no le habían producido efecto alguno, resignadamente se entregó a sus recuerdos…

…¿Porqué habrá elegido ese tema? No lo sabía con certeza, pero le llamó mucho la atención su título ¿Guerra mundial? ¿Es que hubo guerras mundiales? El sabía, por las cintas pedagógicas, que cientos de años atrás hubo guerras internas o algo así, pero habían sido pequeñas, propias de cada zona terrícola –“¿cómo eran sus nombres? países, creo”- y contra unos invasores espaciales que se hacían llamar extremistas –“seguramente eran de algún antiguo satélite de la tierra llamado extremo”- pero jamás se le ocurrió que la humanidad pudiera guerrear entre sí y menos con esa crueldad tan inverosímil que le había mostrado la cinta-recuerdo.
El malestar aumentaba en su pecho. Tenía hambre; sacó una galleta protéica y observándola largo rato se la introdujo finalmente en la boca, volviendo a ensimismarse en sus pensamientos. Ahora recordaba unos fabulosos hongos de intensos colores que se elevaban desde lo que parecía ser una ciudad con altos edificios muy parecidos a los actuales, sólo que aquellos tenían formas cuadradas con una serie de agujeros, cuadrados también, en sus caras. Le habían impactado mucho la gama de colores de esos hongos, sobre todo, ese rojizo amarillento que apareció de pronto en el centro de uno de ellos, el más grande. También se acordaba de haber visto antes a unos seres iguales a él, que transitaban por aquella extraña ciudad, pero cuando su asombro llegó al éxtasis fue cuando observó, después que se disiparon los hongos, todo lo que quedaba –¿O lo que no quedaba?- de esos edificios altos y cuadrados. ¿Cómo era posible que los humanos hubieran cometido esos actos de barbarie? No lo podía creer.
El agudo dolor en el pecho lo hacía moverse inquieto y ya el relajador comenzaba a incomodarlo. Junto a las nuevas imágenes en su mente apareció en su rostro una expresión de angustia que habría sorprendido a cualquiera que hubiera estado cerca.- “¿Qué me pasa? Algo no está funcionando bien…”. Su preocupación aumentaba mientras el señalizador de peligro en el relajador pasaba de un tono gris a un plateado intenso.
La evocación de aquellos trozos de carne humana pegados a los escombros simplemente le causaba horror: brazos arrancados de cuajo entremezclábanse con fierros retorcidos, pedazos de rostros con ojos colgando estaban esparcidos sobre el suelo tamizado de sangre viscosa en kilómetros a la redonda y esto era muy, muy lejos de donde había ocurrido la explosión atómica; más bien al otro extremo del mundo…

“¡Oh, Dios, dame fortalezas…!”- Y el señalizador comenzó a emitir un agudo pito intermitente que daba la señal de alarma: Comenzaron a arremolinarse los curiosos a su alrededor mientras él sólo atinaba a decir: “no es posible; no es posible…”.
Pronto llegó un vehículo espacial a cuyos costados destacaban unas grandes cruces negras, bajando de él dos personas con una especie de camilla inflable, similar a los relajadores.

- ¡Rápido, creo que está mal!

- ¿Qué le sucedió?

- No sé –dijo el sonriente hombrecillo anterior- Creo que le afectó el cine-museo.

El vehículo espacial lo trasladó al tubo-emergencias velozmente y las mismas dos personas lo depositaron en una plataforma central, con una luz muy intensa, dentro de un recinto en cuya puerta se podía leer con grandes caracteres: “Sección Reprogramación”.

- “¿Porqué? ¿Porqué?” –Su voz se oía débil. A uno de los costados de aquella sala había una serie de compartimientos en cuyo interior encontrábanse paquetes ordenados de pequeños circuitos. Cada uno de estos compartimientos tenía su respectivo rótulo y una de las personas comenzó a recorrerlos: “Ojos”, “Sensaciones”, “Estómagos”, “Dolores”…; se detuvo y sacando uno de esos paquetes se dirigió a la plataforma central donde el otro ya había retirado la tapa delantera del enfermo; maniobró un momento dentro de su pecho y desconectando el antiguo, introdujo el nuevo paquete.

- Creo que tendremos que revisar esos circuitos modernos; han estado fallando…

En el rótulo de aquel compartimiento se leía simplemente “Almas”…




---oooOOOOOOooo---





Andrés Henríquez Reyes
Septiembre 3 de 1979


Texto agregado el 23-01-2009, y leído por 110 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
25-01-2009 Una visión futurista muy arraigada a las creencias de siempre para la humanidad. Sin embargo no me parece un texto tendencioso o de adoctrinamiento moral o religioso. Es un trabajo con mucha imaginación y que se disfruta leerlo. *****Afectuosos saludos. sagitarion
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]