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El color gris del cielo de Lima está en su apogeo. Será por el creciente humo que emanan los carros: nuevos, viejos y los otros que están en estados, verdaderamente, espantosos. Así es esta ciudad donde norma muchos valores, pero carece del respeto así mismo, y por ende, el respeto a los demás. John, un muchacho apuesto y muy estudioso, sale muy temprano de su casa porque le gusta llegar 30 minutos antes para poder verse con Paola, la chica con la que está saliendo. El tráfico de Lima es insoportable, estresante, completamente aterrador y, más aún, cuando los cobradores del transporte público hacen uso de sus poderosas voces para que la gente se suba a sus carros.
Todos los días a las 7 y 30, John llega, casi siempre puntual, a la universidad para poder ver a su chica, al amor de su vida y en el trayecto recuerda cómo la conoció. La conoció en la playa, era amiga de una amiga. Estaba sentado en la arena comiendo un plato de ceviche, y libando con sus amigos, hasta que ella llegó como un ángel caído del cielo. Él estaba con una ropa de baño de color amarillo, la cual se ensució en el preciso instante en que los presentaron, no pudo ocultar su nerviosismo. Era una escena bastante cómica: John con dos pedazos de pescado en su ropa de baño, junto a su miembro, intentándose pararse para poder saludar con un beso a esa nueva mujer llamada Paola. Sus amigos se rieron y le dijeron: ¿Qué pasó, “men”?. Ahora apestas a esa “shit” de ceviche. Se te van a cocinar los huevos y ese lenguado que tienes ahí con todo el limón que te has mandado encima. Él se sentía avergonzado pero feliz, le latía el corazón, como nunca antes. En eso él se termina de parar, le dice a Beatriz:
- ¡Sorry!, no sé qué pasó. Agarré mal el plato, me traté de levantarme para saludarte y ¡plop!. Felizmente que no te manché.
- Si pues, mis amigas se hubieron reído de mí, y no hubiera sido un buen momento. Te hubiera odiado – exclamó Paola con una mirada pícara. ¿No sería mejor que vayas al mar a lavarte, te acompaño si quieres?
- Claro, sí pues, tienes razón – responde quedándose inmóvil y agarrándose la parte delantera de su ropa de baño.
- Pero vamos ya – le dice Paola subiendo el tono de su voz de manera amigable – o piensas quedarte ahí para que se te cocinen (no se ríe, pero su mirada dice lo contrario).
- Está bien, ¿puedes traerme la toalla?
- Sí claro, anda avanzando – dice ella.
Los dos llegan a la orilla del mar, el agua está fría, muy fría. Ni bien sus pies tocan ese líquido salado, él sale ahuyentado y dice: ¡Mierda, si que el agua está más fría de lo que pensaba!. Sí, pero igual tienes que lavarte, y ya no seas marica y métete con todo – exclama ella con un tono burlón. John se llena de valor y de un solo movimiento, introduce su cuerpo a las heladas aguas de aquella playa del sur de Lima. En eso se levanta y Paola está en un circo de risa, no puede contenerse esa extraña contracción y John, extrañado le grita (porque un poco lejos de la orilla): ¡Oye qué pasó!, ¿Por qué te ríes?:
- Es que tienes una bolsa llena de algas encima de tu cabeza – responde ella con una risa que no se detiene.
- Qué chistosa eres – dice John reaccionando rápidamente, quitando el extraño objeto de su cabeza.
- Eres un chico muy divertido, de verdad, me caes muy bien – exclama ella cuando él se aproxima a la orilla.
- Gracias, tú también te ves genial y – de pronto – le coloca la bolsa de algas encima de su cabeza.
- Oye sonso, no hagas eso – profiere ella con un tono molesta.
- Pucha, sorry Paola. Sólo quería que fuese un momento de diversión – dice él mirándola fijamente a los ojos.
Ella lo mira, y luego se le dibuja una gran sonrisa en su rostro. Lo agarra de los hombros con sus dos brazos y caen en la arena. Él toma un poco de agua salada, incidentalmente, y ella se ríe, de nuevo y le dice: eres muy chistoso, te pasa cada situación, pero eres lindo. Los dos se quedan mirándose fijamente y ella no lo suelta, lo tiene bien sostenido de los hombros. Así se conocieron Paola y John.
En eso una combi, que va a mucha velocidad, intercepta al bus, donde viaja John, el conductor trata de esquivarla haciendo un artificio, casi mortal, los pasajeros caen de sus asientos, una anciana que estaba cerca a la puerta del móvil (porque según ley, ese es su asiento preferencial), y queda postrada y exclamando al cobrador que tenga cuidado. John está en la parte final, se ha sujetado de la ventana y no pretende soltarla. Sus intenciones son saltar. Todo esto pasa en milésimas de segundos. Hasta que la combi se coloca delante del mencionado bus y se detiene bruscamente. Todos los pasajeros del bus se inclinan, bruscamente hacia adelante, golpeándose entre ellos, y muchos de ellos muriendo en el primer impacto. John ha logrado salvarse, porque sigue prendido de la venta y el asiento de atrás. Pasan unos segundos y los sobrevivientes exclaman que huelen a gasolina, y John piensa que el peligro todavía no ha terminado, sus recuerdos más profundos y duraderos se le vienen a su mente. De pronto, el autobús estalla, produciéndose un gran impacto en toda esa esquina.
En la universidad, Paola espera y ansiosamente la llegada de John. Son casi las 7 y 45 y el amor de su vida no llega, ella se preocupa, pero piensa: Se le debe haber hecho tarde, no importa, lo esperaré 10 minutos más y si no llega entro a clases. A los 5 minutos se encuentra con uno de los amigos que conoció en la playa u se entretiene en una amena conversación sobre la bonita relación que lleva con John, y haciéndole hincapié que ya tienen 3 años y medio y tienen muchos planes para los próximos años. Ella lo ama mucho y no deja de dejar claro eso frente a Carlos (amigo de él). Y él le dice que todavía no ha entrado a clase y le parece muy extraño. Extrañada coge el celular marca el número de John (Lo tiene guardado como gordito, a pesar de tener un cuerpo que carece de grasa acumulada y mal ubicada), timbra una y otra vez, pero sólo contesta la grabadora. De pronto recibe una llamada:
- Paola, hija, ¿dónde estás?.
- Sí señora, estoy en la universidad, estaba esperando a John, pero no llega – responde agitada Paola.
- Ay hija, no sabes qué pasó, no te lo imaginas – le dice la mamá de John con una voz entrecortada.
- Señora, por favor, dígame lo que sea – exclama poniéndose más agitada.
- John, mi hijo ha sufrido un accidente. – responde explotando en un llanto lleno de dolor,
- ¡No!, señora, no puede ser, ¡No!, a John no le puede pasar eso – dice mientas que grita por el teléfono.
La mamá le explica que su hijo está muerto y está en la Clínica Internacional. Entonces Paola cuelga la llamada y le promete que estará en la clínica lo más rápido posible, y se calma, pero llora por dentro, está inmóvil. No hace caso al llamado de sus compañeros que le hacen preguntas acerca del grito. Y ella lo único que puede pensar es en John. Toma su mano derecha y la lleva al vientre, baja su mirada y la lleva hacía el centro, en dirección a su ombligo, y lo mira tiernamente y sigue llorando con mayor intensidad, tratando de sonreír.

Texto agregado el 19-01-2009, y leído por 190 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
20-01-2009 Está muy bueno :) Tal vez en las descripciones no las entienda mucho pero es por qué tengo 12 años, perdon jeje, pero esta muy buena :) Saludos y gracias!^^ FranMescas
 
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