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Inicio / Cuenteros Locales / Colours / 1x17-El día después del recuerdo.

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Rojo despertó en su habitación, mirando una de las paredes de su cuarto, la cual estaba insoportablemente blanca, los rayos del sol inundaban todo y forzaban al chico a levantarse, se había quedado dormido, no llegaría a la clase de grabado, con una de sus profesoras preferidas; Magenta, un tanto huraña a veces, probablemente bipolar, algo masculina y según las malas lenguas, con muchas posibilidades de ser una lesbiana, pero bueno, los rumores en la universidad eran cosa diaria y quien no fuera gay, sería drogadicto o algo por el estilo.

Cuando Rojo llegó a la universidad no estaba seguro de querer reunirse con Bermellón, lo ocurrido la noche anterior aún lo abrumaba y comenzaba a sentirse avergonzado. Estaba decidido, al menos aquel día no vería a Bermellón, pensó el muchacho mientras avanzaba por el jardín de jazmines. Al llegar a la facultad, notó con sorpresa que el mismo chico al que estaba pensando evitar lo esperaba con una inmensa sonrisa, vestía una apretada polera negra que lo hacía verse muy atractivo.

-¡Ey!-dijo Bermellón tímidamente.
-¡Hola!- le respondió Rojo muy alegre y sorprendido.
-¿Charlamos un instante?- preguntó amablemente Bermellón.
-Claro - poco entusiasmado, en realidad no quería hablar de lo ocurrido y al parecer se notó, porque excesivamente rápido, comenzó a explicarle a Bermellón que lo ocurrido no había estado relacionado con él. El otro muchacho entonces entendió que Rojo no tenía intenciones de hablar del tema y el asunto quedó ahí, ambos muchachos fueron a uno de los tantos laboratorios computacionales para vagar en la red. Tanto mejor porque la facultad de Artes estaba revolucionada con la exposición de final de año que se efectuaría al día siguiente, aunque los chicos de cuarto año, como Rojo, por tener su tesis de grado a cuestas, estaban exentos de participar obligatoriamente en dicha actividad.

Sin aclarar mucho la situación, la conexión entre ambos chicos se restableció, y aunque Bermellón invitó a Rojo a pasar la noche en su casa nuevamente, el chico debió rehusarse, puesto que sus padres irían a la ciudad el día siguiente y no quería perder tiempo en darle explicaciones a sus padres de porque alojaba fuera de casa. Los chicos se despidieron con un apretado abrazo y mientras caminaban por el pasillo de arquitectura y aprovechando que las pocas almas presentes estaban ensimismadas en sus vidas, se dieron un pequeño, muy ligero beso. No fue la gran cosa, para lo experimentado que era Rojo en esa área, lo que hacía especial aquel ósculo era que se convertía en el menos enclaustrado de su vida, ya no eran cuatro paredes de una habitación las que enjaulaban la escena, sino que eran las inmensas columnas del pasillo. Rojo se marchó con la sensación de que todo mejoraba y que lo vivido la noche anterior era parte del recuerdo.

Texto agregado el 18-01-2009, y leído por 76 visitantes. (0 votos)


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