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Inicio / Cuenteros Locales / sergio_vizcarra / REDENCIÓN 3º parte

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19:00 horas.

La joven mujer no pasaba de los treinta años. Estaba sentada en el pasto a la sombra de un antiguo árbol en un antiguo parque de la ciudad. En su regazo un libro leído muchas veces y saboreado en cada ocasión como si fuese nuevo. Por el poniente el sol ya casi desaparecía, pintando el firmamento con rojizos y violáceos tonos que se fundían como fuego y agua amándose en los cielos.

Al otro lado de una porción de pasto del tamaño de una cancha de básquetbol una pequeña niña, de no más de 12 años, jugaba con algunos de sus pares. Un hombre, seguramente su padre, la observaba sentado en una banca mientras fumaba un cigarrillo.
La joven se quedó mirando al hombre, no parecía ni más joven ni más viejo que ella, ni tampoco parecía ser más o menos atractiva que ella. De pronto, mientras ella pensaba en esto, el mundo pareció quedarse en silencio: los niños se miraban sin decir nada, no había sonido de autos a lo lejos, no cantaban las aves, ni siquiera ladraba un perro. Este estado duró un par de segundos y la joven recordó lo que siempre decía su madre en ocasiones como esa: “Pasó un angelito”.

El hombre sentado al otro lado también tuvo una idea similar al sentir el silencio, aunque “angelito” no fue precisamente la palabra que se le vino a la mente.

-Linda niña-. Dijo una voz de hombre a sus espaldas.
-Así es-. Respondió el otro sin dejar de mirar la pequeña niña-. ¿Gustas sentarte?

El Mensajero se sentó junto al otro hombre. Ambos se miraron de arriba abajo y volvieron a fijar la vista en la niña.

-Tengo un mensaje para usted-. Dijo el Mensajero.
-Pues es tu tarea-. Respondió el otro-. Aunque la verdad no creo estar interesado.
-¿Por qué lo dice?
-Porque tengo cosas más importantes que hacer que jugar un juego que ya me es ajeno

El Mensajero sonrió y bajó la mirada un instante, cuando levantó la cabeza ya no sonreía.

-Es importante-. Dijo.
-Siempre lo es.
-Tiene que ver con su perdón.
-¿Perdón? Parezco necesitar ese perdón. Sólo quiero una vida normal.
-Eso no es posible. Además, su perdón ahora también tiene que ver con otros -. El Mensajero indicó levemente a la niña con la cabeza- ¿No es cierto?
-Quizás será mejor que te vayas-. El hombre miró al Mensajero un momento y volvió la vista a la niña jugando-. No tienes idea de quién fui ni de lo que soy capaz de hacer si me provocan.
-Lo sé, señor, y lo respeto pese a todo.
-Yo estoy fuera, desde hace tiempo.
-Pero tiene contactos.
-No quiero meterme en esas cosas de nuevo.
-¿No tiene curiosidad?
-Por supuesto que la tengo.

El Mensajero miró a los ojos del Exiliado y este le devolvió la mirada. El mensaje fue entregado. El Mensajero indicó nuevamente a la niña con la cabeza.

-Es una bella niña.
-Salió a su madre-. Dijo el Exiliado poniéndose de pie.
-Mitad humana, mitad…
-Si terminas esa frase será lo último que digas.

El mensajero sintió un temor que no esperaba, pese a lo que sabía de aquel exiliado, al oír la voz del Exiliado que lo hizo temblar. Se alejó en silencio por la calle mientras el viento desaparecía nuevamente y el tiempo parecía detenerse. Luego de unos segundos se desvaneció en mitad de la calle. El Exiliado caminó hacia el grupo de niños, la niña lo vio y corrió hacía él.

-¿Ya nos vamos, papá?
-Sí, Melissa, ya es tarde, y debo salir.
-¿Puedo ir contigo?
-Esta vez no, debo ver una persona.
-¿Un amigo?
-Algo así, hija-. Respondió el Exiliado dando un hondo suspiro-. Un amigo que no veo hace miles de años.

Texto agregado el 14-01-2009, y leído por 89 visitantes. (1 voto)


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