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Raquel sentía el agua fluir despacio por su cuerpo desnudo y trepidante; el frió se internaba en sus carnes, ajándolas sin cuidado alguno, sus huesos rechinaban en un ritmo endemoniado, solo seguido por el compás de la respiración, que pareciera obligar a los pulmones, a recurrir a fuentes de energía ya inexistentes, por el exagerado esfuerzo realizado; la tortura de la cual mil beses escucho y de la cual siempre dudo, le abrasaba despacio y sin prisa, como si el maquiavélico destino estuviese estrenando una nueva sonrisa macabra; cuantas veces escucho describir el baño de agua helada, sus horribles efectos físicos y aun peor los trastornos psicológicos que siempre dejaba; Raquel bien recuerda las múltiples ocasiones en las cuales con Mario (su apreciado amigo, compañero, o Amante, ni ella lo sabia) reían y se mofaban de las mil historias de torturas viejas y olvidadas de las dictaduras de antaño, del Latinoamérica de pesadillas.

Reían y lloraban, reían y maldecían; la burla, la bufonearía, las mil bromas de mal gusto lanzadas al aire, sin cuidado de a quien lastimaban; la coraza de inhumanidad, formada para ocultar el desequilibrio emocional, creado por una infancia inicua e injusta, para intentar borrar las imágenes tatuadas eternamente, en las mentes infantiles de Raquel y Mario. Que abrazados el uno al otro y a la chambrana de la casa vieja, veían elevarse el humo de los aun calientes fusiles, de cuya vos saliese al grito de despedida para los múltiples fusilados del día, entre los cuales se encontraban desparramados gran parte de las ramas de los árboles genealógicos de los dos infantes amarrados a la cerca de la casona que unos minutos después ardería en llamas en nombre de la democracia.

Tres pases de perico para levantarse, después de la segunda botella de ron barato; la noche, eterna compañera de rumbas hasta el amanecer, una vida de licor, drogas, sexo y descontrol un constante deseo de autodestruirse; de arrancar de raíz la espesa maleza que llaman “pasado”, de olvidar lo que se es… noche en vela, un libro, una revista, la tele.

Veintisiete años intentando escapar de la realidad; intentando vivir sin hacerlo… y hoy cuando el agua empieza a entumecer el hombro izquierdo de Raquel; cuando nombres tan olvidados como DIOS, esperanza, Mañana, futuro bombardean de nuevo la mente de Esta; cuando la muerte parece haber escuchado las mil plegarias de Raquel y que por fin le dará la libertad tantas veces soñada. Mario en este preciso instante toma la decisión de demostrarle a Raquel, que solo se logra odiar con toda el alma a aquel que se ha amado con todo el corazón.
Mario entro a la habitación en la que reposaba Raquel. Bajo un paralizante chorro de agua Helada; la tomo entre sus brazos la cubrió con una frazada y la alejo del destino que le había regalado la vida… Raquel juro odiar a Mario.

Texto agregado el 06-01-2009, y leído por 194 visitantes. (1 voto)


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