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No más cartas de amor

a Amor Muñoz

Como siempre, al despertar, sintió ese recuerdo encima su espalda como de por sí se había viniendo resguardando en los últimos tiempos, cavando el silencio con trizas. Se tentó el pecho tieso, adentro estaba la última pizca de amor, tenía que guardarlo porque si no ¿de qué iba a vivir en un mundo así? Qué cuándo no, como se lo dijo su ex, que cuándo no iba a cometer estupideces por amar plena, que nadie en estos tiempos ama así. Le dijo, y eso no iba a olvidarlo. Ni los ojos de miel, ni la boca diminuta, ni los cabellos revueltos…


Tonta, cara de idiota, esa soy, no más cartas de amor.


Él, ahora, andaría en Chedrahui comprando cosas importantes para su vida. Cosas para su aseo personal. Cosas para seguir enamorando chicas. Esas tantas veces cuando ella fue con él en las tiendas buscando los productos más caros, más finos. Ahora quizás también, quizás ella, estaría olvidada en algún rincón del mundo.


Si no lo vi. Si lo vistes, lo sé, esa vez cuando bajabas las escaleras de la Plaza Cristal, no, no fue así, las escaleras te bajaban a ti con los años. Esa vez cuando te topaste con él y tu corazón dio un vuelco y tú te hiciste la pendeja mirando a otra parte. Por la rabadilla del ojo supiste que era él, por el olor cuando pasó a tu lado. Nunca cambió de perfume dijiste y te dieron ganas de llorar deamadre, porque ese perfume tú se lo regalaste una vez en su cumpleaños. Hace tres años, cuando él tenía 20 y tú diecisiete.


Si lo vi. Lo vi cuando las cosas cambiaron de forma, cuando un reflejo igual al mío, le tomaba por el brazo, le limpiaba las mejillas y le daba un beso.


Idiota, ¿te acuerdas de la Daconte?, ¿te acuerdas cuando escuchabas esa canción y la tarareabas porque dijiste que eras así? Te acuerdas cuando te fuiste al baño, pensaste en él y te cortaste las venas. Te acuerdas.



Porque él no quiso saber nada de ti y te mandó a la chingada, como simple basura, porque él se cansó de tus desplantes y tus escenas. Lo tenías en tus manos, idiota, lo tenías. Una vez te pidió la prueba y no contestaste. Te llevó al hotel y tú te pusiste a llorar en la cama y esa vez no hicieron nada. Por eso te dejó, porque dijo que tú no lo amabas demasiado, porque todas sus ex siempre le dieron esa cosa que tú le negaste, porque ellas si perdieron todo por amarlo y no perderlo, por perderlo, por amarlo.

Pensaste y dijiste, ya está. Él te mandó una carta sin sello y sin firma.


Idiota, pensaste que te quería, pensaste que te mandaba disculpas y tú si estabas por irte contenta, irte hasta allá y desnudarte enfrente y decirle cuanto le amabas. Idiota. Irte para buscarlo hasta el fin del mundo, en cada rincón y poro de la tierra, como si él valiera tanto, como si no hubiera harto hombre en el mundo. Quisiste volar por los aires. Llevarlo al cuatro letras, llevártelo tú a él, no él a tú, todo corrido y al revés, para que le hicieras el amor.


Si no lo vi. No lo vi, te digo. Sólo por decir que esa vez en la Plaza Cristal estaba parada y él pasaba a mi lado. No lo vi, te lo juro. Pasó, como si nada, con esa fresada de siempre, y no lo vi porque ya ves que nada puede hacerse, ni siquiera me acordé de esa de Engáñame a mi también de la Daconte, no, ni lo supe entonces, porque él pasó y me vio, como que se quiso detener a saludarme, ni por tonta, sentí sus ojos, pero no los vi, te lo juro, esos verdes ojos posándose en mis senos, su boca abierta pasándose la lengua entre los labios, esa barba de candado como tú dices, ese cabello con medio litro de gel, y mi corazón ni para que te cuento, ya lo sabes demasiado, sus ojos como que echaban chispas, pero eso nada más, ni lo vi, te lo juro, si ni lo vi


Cómo no, cuándo no. Si esa vez si que querías darla vuelo a la hilacha, ni te hagas, ni te queda por más fingir. Él te mandó una carta sin firma y sin sello. Y tú, claro, haciéndote ilusiones.



Él si mandó una carta sin firma y sin sello. Quizás esa noche, anteanoche, pasó silbando como pasaba siempre, caminó por la acera hasta llegar al abarrote de ese señor tan tacaño. Sí pasó a jalar una caja de chocolates, lo puso en el papel celofán junto con la carta y se fue hasta la casa de dos pisos. Quizás ella estaba oyendo música mientras se bañaba, quizás atendía al gato con su Whiskas, o miraba televisión por cable. O quizás agarraba las navajitas para irse a la bañera. Quizás él si llegó, tocó la puerta, nadie contestó, sacó la carta, destapó el chocolate para comérselo todo ahí en la mera puerta, en tu propia casa (porque nadie habría dejado tirado su dinero en la calle) y metió la carta bajo la puerta. Quizás


Si tan sólo esa carta hubiera llegado cuando estabas sin hacer nada, sin cortarte las venas, oyendo Idiota


Sí, lo sé, no te hagas, lo hiciste por él… ¿por quién más?, no, ni te hagas de la desentendida, ni te justifiques que lo de tus padres y su divorcio, nada, yo que sé hasta cuando naciste, que sé todo, tú que me llamas a mi, la que llega cada treinta días, no amor, si no soy regla, soy tu conciencia


Por eso se llamaba de dos formas: Luciana o Ana Lucía.


Él te conoció como Ana Lucía, se enamoró de tu nombre, se enamoró perdidamente de ti, se fue cuando no quisiste entregarte a sus besos. Mil veces yo lo haría, mil veces quizás


Heriberto pasó a tu casa. Pasó y no estabas, se fue al hospital para verte morir.


,cada tiempo leo esto, porque el amor me lo niega de forma imbécil, me dice adiós sin decirlo, me dice hola sin hablarlo, parezco tonta, no entiendo, me dice ¿cómo estas?, ¿qué que hecho de mi vida?, como burlándose, no aguanto, su amor y su palabra están dentro y no puedo tirarlo, me haré monja o algo así, quizás


…Y ahora, como siempre, al despertar sentía otra vez perdida esa ilusión. En el pecho, profundo, estaba, de lado de su corazón, ese rollo amarillento de papel, esas letras ilegibles por los años, rociado por las lágrimas de esta mujer sin fuerzas y sin tiempo que esperar (todo el tiempo lo tenía atrapado en sus manos), se acomodó el cabello, revuelto, poco, opaco y blanco, no era monja ni maestra, pero virgen como la tía de Sabines sí, era eso y nada más. No podía creer que él fuera tan infeliz lejos en cualquier asilo, aunque ha veces se escapaba para venir a buscarla, ella indiferente, siempre con el recuerdo intacto de su historia, tocando el pecho frío, arrugado con la hoja casi en blanco, borrado por las letras…No más cartas de amor.



Texto agregado el 05-01-2009, y leído por 200 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
08-01-2009 Da la sensación de que hablaste ante un grabador y luego transcribiste textualmente. Tiene los defectos formales de ese estilo, pero también la fuerza, el sentimiento verdadero y la pasión. **** fabiangris
05-01-2009 Retales de todo un amor frustrado? no hombre, el comentario deberá ser el siguiente: Relato fresco, con vitalidad y escrito con prisa. marxtuein
05-01-2009 No por algo eres Nena Daconte. pekejimenez
05-01-2009 Una historia confeccionada por retales de todo un amor frustrado, el ambiente sólido, bien amrmado la trama, salteado a cada instante en el cambio del hilo de narradores. Atrapas al lector con lo que se pues y luego vuelves a romper en pedazos la prosa, para hacernos llorar de emoción o de nostalgia. Todas las estrellas. pekejimenez
 
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