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Repentinamente las tinieblas invadieron mi vista. Y oprimió todo en derredor el silencio. Percibí un frío intolerable. Se me hace imposible afirmar si la conciencia y la razón habían huido de mí. Intenté gritar, pero no tenía aliento. Desistí entonces de cualquier agitación física, y dispuse mi atención a escuchar en la oscuridad.

Súbitamente un alarido caló de manera violenta a mis oídos (o a mi conciencia), tan estridente y pavoroso, que juzgué como una súplica de misericordia, brotando de la garganta de algún atormentado en el Fuego Eterno.

Y sólo eso quebraba el silencio, sólo ese alarido agobiaba mis oídos. El frío se hacía cada vez más despiadado con mi cuerpo. Alarido y frío eran mis camaradas en ese territorio de demencia.

Cesó el chillido infernal, y de nuevo quedó la soledad en el aire… Silencio y oscuridad. Desconozco cuánto tiempo pasó, pues aunque desfilaran minutos, o milenios, sentía inútil la medida de éste cual la creemos en este mundo.

Me pareció escuchar un sonido remoto, que poco a poco aumentaba su rumor, como un eco infinito, pero que en vez de ir menguando, ascendía imparable. Distinguí unas voces, pero no sabría describirlas; no hay horror que pueda ser narrado con palabras, como del que intento ahora advertirles. Puedo escribir, sin embargo, la letanía que al parecer, salmodiaba en macabra pesadez aquel eco, y que se hilvanaba de esas horrendas voces, componiendo acaso un himno o canto de obscenas profecías y despreciables blasfemias.

¡Te imploro perdón Dios del Cielo, por el sacrificio a que se sujeta mi alma, para prevenir a la Humanidad, con la reproducción de las nefastas palabras que escuché surgir de aquel espeluznante griterío!

He aquí que el “himno o canto” profetizaba:

(Se han eliminado dos párrafos de este escrito, para evitar el inminente desequilibrio en el espíritu y pérdida de la calma mental de nuestros lectores).

Después de haber escuchado esa oda de degenerado desvarío, decidí que lo mejor era acabar con mi propia vida. Pero el terror que embistió mi alma, me hizo desistir de esta determinación, porque ahora sé cuál es mi destino después de la muerte, según los augurios de ese canto demoníaco, y que por piedad a sus almas les atestigüé en los párrafos de arriba. Ahora intento convencerme de que estoy loco, y que todo fue sólo una depravada pesadilla. Sin embargo, he ahí lo que escuché, y lo que para cada uno de ustedes juraba ese aquelarre de horror.

¡Someto al juicio de la Humanidad, creer o no en ese perentorio hado de espanto!

Texto agregado el 03-01-2009, y leído por 111 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
18-10-2012 amigoooo!!!! que considerado, pero me quede con las ganas de leer esos dos terrificos parrafos... un abrazo mefistofelico!!!! 5 lugubres aullidos yar
06-01-2009 Se vive una pesadilla leyendo ésto. Una pesadilla en toda regla.Es magnífico leerte.***** shambhala
 
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