El puerto, cuna de hombres fuertes, mástil y estandarte de virilidad. Oh, el mar. Oh, las gaviotas y los albatros. Oh, Julia, el perfume de la sal en tu pelo. Oh, mi voz encendida, que se funde en el lamento embravecido de la rompiente en la escollera. ¡El Atlántico! ¡Julia, es el Atlántico! Mil veces monstruo implacable para las esperanzas de las viudas y las madres, mil veces remanso dulce para el amor de altamar, aventura de jóvenes pescadores, violinistas de abordo, cocineros y científicos altruistas. Julia, es que veo yo toda la belleza del mar atrapada en tus ojos. El mar entero, con sus conchas y sus perlas, sus sirenas y sus bestias, su peligro y su secreto hipnótico, todo, Julia, todo en tus ojos que me miran. Amémonos, Julia. Como se ama la arena con el sol y el viento con la espuma. Oh, Julia, no me resisto a tu encanto. No me pidas que no te ame. No me hagas esperar, Julia, déjame amarte hoy mismo. Por favor, no te resistas, entrégate. Julia, oh, Julia, ¿por qué no te gusto? ¿Por qué me rechazas? Julia, mírame a los ojos. Dime que me amas, dímelo. ¿No ves que este hombre te desea? ¿No ves el dolor en mis ojos? Oh, eres traicionera como la marea del Atlántico. Julia, mujer difícil, sirena engañosa. No, no te distraigas, mírame a la cara. Aquí, a los ojos. Eres mi tormento. Julia, mírame. ¿Qué es lo que atrae tu mirada? Oh, si es tan solo un ser despreciable. Un lobo marino, lo único que de desagradable tiene el mar. Un lobo marino obeso y hediondo. ¿Por qué distraes tus ojos de los míos para fijarte en esa bestia? Julia, es un lobo marino deslizándose. Y tú no ves todo el deseo y el amor que se desliza por mi sangre y mis entrañas, mujer fría. Eres helada e indiferente, como el Atlántico Sur.