Quiero ser la primera brújula de los exploradores,
delimitar a mis perdidos el porvenir;
pero si no le he de servir, por favor les pido
que en sus ojos me dejen proseguir.

Mira el cielo sin estrellar, es muy tarde para llover. Hace noche y frío de muerte. El primer poeta que haya pisado la tierra aspira profundo el cigarro. Escribe su último verso y tose por última vez; intenta llorar pero no quiere hacerlo. La nube se disipa. Su alma también. Su final tuvo fines meramente poeticos; y en él ha escrito:



"Las almas deberían de ser astronomos, o mejor dicho, astrognomos.

Deberían maravillarlas desde las gigantescas estrellas de la ciencia

hasta los pequeños duendes de la magia."



Nadie recordará su historia, hasta el día en que algún astrólogo, estudiando el cielo sin nublar, lo llame lucero.