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Ya he compartido que los domingos son días con sabor especial, generalmente alegres. Sin embargo este domingo no coincidía con mi regular percepción. Todo empezó desde la noche anterior, varios intentos de volver a dormir, sin éxito. Finalmente decidí explorar el día desde horas que para mí son madrugada, con la esperanza que despertando dejaría atrás esa sensación extraña que se fue conmigo a la cama.
Pero la sensación no se iba.
En un afán de comprender lo que pasaba, intenté describir la sensación, entender si lo mío era algún dolor físico o del alma. Pero se me olvidaba que no todo precisa ser entendido, que son tantas las cosas que le hacen trampa a la razón.
Los sentimientos…. que a veces tan lejos de mi mente me dan grandes lecciones.

Cuando sonó el teléfono, con enorme alivio descubrí que no estaba sola en esta sensación de domingo de otoño. Como la amistad tiene magias curativas, compartí con Catalina nuestra sensación, esperando ser curadas con nuestras palabras.

En esta época del año, cuando el viento es mas frío, los árboles a través de mi ventana, invariablemente pierden una a una sus hojas, hasta quedarse sin nada, vacíos, parecen muertos. Llega un día en el que vuelven a llenarse de color, de vida, de sombra. Pensé que talvez esta mañana perderíamos algo para dar espacio a lo nuevo.

Cada una de mis amigas es especial, Catalina lo es porque vive su vida intensamente, no porque busque situaciones extremas, ni porque tenga un trabajo fuera de lo común, no, ella está segura que en su vida las cosas ordinarias suceden de una forma muy diferente a como le suceden a las personas que conoce. Lo que ella reflexiona, toca profundidades poco exploradas. Lo que ella siente rebasa las barreras de su piel.
Ella cree que así como los músculos tienen memoria, cuando se trata de ejercitarlos, el corazón también tiene memoria, cuando se trata de los sentimientos que en el se albergan.

Creo que tenemos una capacidad inagotable de almacenar recuerdos, capturar instantes y aromas, palabras que se dijeron, miradas cómplices, palabras que no se dijeron. Cuando en nuestro corazón se desarrollan afectos, quedan grabados en él.
A quienes les hemos abierto la puerta de nuestro corazón, es difícil que sean olvidados, aunque no formen parte de nuestra vida actual y cotidiana.
Lo peligroso de esos afectos es la tentación de vivir de los recuerdos, es tentador idealizar amores, mitificar momentos, construir en la mente historias que no existieron.

Hoy he decidido adentrarme en la memoria de mi corazón, lo que guarda, lo que siente, lo que recuerda, lo que lo hace latir….
Pero no quiero más historias inventadas, ni relaciones idealizadas, a partir de hoy, a dejar que los hechos escriban las historias.
Veo el árbol sin nada que ofrecer, solo la esperanza de lo que viene.

Texto agregado el 27-10-2008, y leído por 171 visitantes. (2 votos)


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