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Una incomprensible manera de Ser
I
Estoy mirando la Tierra, como siempre solitaria. Inmersa en un vació entre silencios y una profundísima calma que me lleva a mostrarme radiante e inspiradora. Por esta lejanía, sería capaz de hacer cualquier cosa con tal de estar allí abajo. Interminables son los espacios que me rodean, oyendo silbar a las estrellas. Guiñando los ojos, invitándome a soñar. Conmigo, orbitan los demás astros, tan solos como yo. Y el Sol, en el horizonte, día tras día, hace su trabajo: Calor y luz a este mundo ingrávido. A veces me pregunto: ¿Si también no les darán ganas de huir hacia lugares comunes? Donde se encuentre alguien con quien hablar, con tal de mitigar esta sombría soledad, que nos afecta. De vez en cuando comparo esta voz con el cotidiano silencio infinito y recuerdo entonces, las estaciones muertas no vividas, -que nunca tendré- con las refulgentes y rumorosas que ven mis ojos celeste luna. Y este pesar que me invade, naufraga en las profundidades de secos y polvorientos mares que hace tiempo habitan aquí. Anhelando, sean como lo que veo cotidianamente inalcanzables.
II
Estoy mirando la luna, entre Cúmulos limbus. Se abre un corredor, que la deja ver casi plena. Parece zurcida con puntadas invisibles. Fija, inmóvil, toda para mi. Casi la puedo tocar, llena de imperfecciones y de detalles indescriptibles. Es raro pensar, en la cantidad de inspiraciones que ha despertado en amados y poetas. Tan majestuosa y atrapante que mi corazón se estremece y me dan ganas de ir por ella. Baja aquí a la tierra. Bien alegre y dichosa. Brilla en el aire, y sobre los dorados trigales -que se mecen al viento-, peinándolos. Cubriendo de plateado, montes y colinas. Efímera es tu presencia e incólume los deseos que provocas. Y el velo de la noche declina con el clarear del alba. Para dar paso a los rayos de sol fulgurando en torno a ella con sus llamas potentes. Y el espantapájaros, en la huerta, salta con la intención de atrapar algún tordo, molesto en busca de la comida matinal.
III
Estoy mirando a un ser humano deleitarse por la Luna llena, asomada en el cielo, entremezclando la blanca pureza con las pulposas nubes que erráticas se desplazan al ritmo del viento. Deshilachándose bajo el caluroso sol de la mañana. Solitaria, en mi nido espero que la naturaleza cumpla con la acción de hacer realidad el sueño de todas las golondrinas que de otras latitudes, vinimos a buscar. Un raro magnetismo nos atrae. Todos los años a esta época enfilamos sin pensarlo, siempre al mismo lugar. Desde el campanario, fieles y peregrinos deambulan alrededor mió. Quien sabe porque están allí. Quizás buscando la tan ansiada redención. Que extraños son los humanos, por un momento parecen tan superiores que hasta me daría gusto ser como ellos. Pero verlos así, tan sumisos e inseguros ante cosas que desconocen, hacen que termine deseando volar libremente y sentir el viento en mi rostro.
IV
Estoy mirando más allá de lo permitido. Sobre lo natural y lo concedido. Veo un orden establecido, con sus pequeñas cosas, que surgen y desaparecen así como así. Los astros que giran en torno a algo que no entienden porque. Los seres humanos que desde su simpleza se complican sin razón sus existencias. Y los demás seres con una incomprensible manera de ser, subsisten intentando finalizar otro día. Las cosas no suceden sin explicación. Hay un enorme esfuerzo de parte de todos los que habitan este universo. Con un común denominador: “Aferrarse a algo que le llaman vida”. Y que por ahora no encuentro otra denominación adecuada


Texto agregado el 25-10-2008, y leído por 55 visitantes. (0 votos)


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