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Inicio / Cuenteros Locales / Sofiama / PABLO, EL AMIGO DE INOCENCIA, Y LOS DOS SOBRES

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Cuando Inocencia tenía dieciocho años se fue a vivir a Nueva York como lo han hecho muchos muchachos del mundo: pensando en encontrar nuevos horizontes en una ciudad como aquélla. De mañana, trabaja -ilegalmente- en una fábrica, como una obrera más, para pagarse sus estudios en una institución donde aprendía el idioma; de tarde, asistía a sus clases.

En esa ciudad conoció a su amigo Pablo. En sus cartas nos hablaba -a sus amigos del barrio- de él y de los lazos de hermandad que ambos habían formado. Nos contaba que ella había conocido a Pablo porque ambos estudiaban en la misma institución. Relataba que un día se había aparecido en su salón de clases un muchacho preguntando:
- ¿Quién es la sudamericana que estudia aquí?
Inocencia dirigió sus ojos al sitio de donde provenía la voz, buscando a la persona que hablaba y vio parado en la puerta del salón de clases a un joven que tendría más o menos la misma edad de ella.

Inocencia respondió que era ella. Él se presentó y le dijo su lugar de origen, luego, añadió que había vivido en nuestro país durante muchos años en la misma ciudad de donde éramos nosotros.
-Tiene la sonrisa tan amplia y tan franca que cuando no más lo vi, supe que era buena gente y que seríamos buenos amigos- comentaba Inocencia en sus cartas.

Pablo iba al salón de clases de Inocencia casi todos los días y le narraba cosas de su vida. Le contó que él había llegado a nuestro país cuando era niño y le describió a su mamá como alguien a quien Inocencia percibió que no estaba emocionalmente muy bien. Le hablaba del ensañamiento que él pensaba que su mamá tenía en su contra y le comentaba, sobre todo, de una familia de nuestra ciudad que lo había protegido y amparado en esos días tan aciagos que a él le tocó vivir en ese barrio junto a su mamá.

Se expresaba de esa familia que le había dado cobijo como los parientes que a él le hubiera gustado tener cuando niño. Era tal la admiración y el amor que Pablo demostraba por aquellas personas que Inocencia empezó a quererlos y a respetarlos con el mismo sentimiento de Pablo.

Inocencia escuchaba todas las cosas relatadas por su amigo, pero no preguntaba nada. Sin embargo, cuando llegaba a su casa, le mencionaba a una prima, con quien ella vivía, todas las cosas que él decía.

Un día, Lola, su prima, se quedó escuchando a Inocencia y le pidió que le volviera a repetir todo lo que el muchacho le había referido. Lola preguntó el nombre del joven y cuando Inocencia se lo dijo, la prima toda emocionada, comentó:
-Pero… ése es Pablo, nuestro Pablo, el niño que nuestros tíos protegieron cuando llegó al barrio porque su madre parece que estaba media loca y no lo quería.

Lola relató a Inocencia la vida de Pablo y contó que quienes habían protegido a Pablo eran los tíos de ambas y una de las hijas de los tíos de Inocencia y de Lola.

Inocencia pensó que aquello era demasiado casual y decidió acercarse más a Pablo. Al día siguiente de la revelación de Lola, Inocencia conversó con él y le refirió lo que había descubierto respecto a la relación de él con los tíos de ella. Cuando Inocencia explicó a Pablo que ella era sobrina de esos tíos tan respetados por él, Pablo frunció el entrecejo, miró a lo lejos, evocó no sé sabe qué recuerdos, mentalmente se remontó a otro sitio, volvió a sonreír, regresó y exclamó:
- ¡No puedo creerlo!
Cuando Inocencia nos describía ese momento, explicaba:
-Tienen que saber que cuando él habla, o se ríe mucho o se queda totalmente serio. Al principio pensaba que era por nerviosismo que lo hacía, pero ahora me doy cuenta de que cuando uno conversa con él, se desconecta del espacio físico y se traslada al sitio del cual se está hablando. Es como si su corazón y su mente viajaran en góndolas, recreando los paisajes que anidan su alma.
-Imagínense que la primera vez que me di cuenta de ello, me sorprendí mucho porque le pregunté por qué había llegado tarde a la institución y en lugar de responder enseguida, se quedó mirando a lo lejos. Al rato dijo:
- Me estaba comiendo un helado de café.
- Estoy segura de que antes de contestar, se había trasladado a un cafetal y por su mente desfilaron los obreros que cortaban la cosecha, desgranaban el café y luego lo llevaban al molino, y todo ese proceso – comentaba Inocencia.

Después de varios meses de ser amiga de Pablo, Inocencia le preguntó:
- ¿Cómo fue que viniste a parar a Nueva York?
Pablo le contestó después de pensarlo un rato:
- Te voy a contar cómo fue eso.
Pablo relató que él, a la edad de cinco años, había venido a vivir a nuestro país, contó que su mamá y su papá se habían separado cuando él era muy niño.
Cuando Inocencia le preguntó si podía saber el porqué había venido a vivir a nuestro país, Pablo pensó -muy bien- lo que iba a decir. A Inocencia le pareció muy largo el tiempo que tardó en responder:
- Uhm, ¡por calenturas de amante! – dijo Pablo, con mucho cuidado.
-Mi madre, después de que se separó de mi padre, se enamoró de otro hombre, se hizo amante de él, desgració su vida y la nuestra y, por eso, fuimos a parar al barrio donde conocí a tus tíos.
Pablo siguió con su relato y dijo que cuando él estudiaba en una escuela de monjas en nuestra ciudad, el colegió le otorgó una beca para que fuera a estudiar a una institución en la capital. Cuando Pablo le habló a su mamá sobre el asunto, su madre sólo respondió:
- ¡No sé cómo iras a hacer porque yo no pienso ayudarte!
Inocencia se impactó ante la confesión de Pablo y decidió que él sería su hermano, a partir de ese momento.

Pablo, que ya tenía trece años para ese entonces, habló con las monjas del colegio, y éstas se lo llevaron a la capital sin la autorización de su madre. Al cabo de tres años, las monjas tuvieron que contactar al papá de Pablo quien vivía en el país de origen de éste último para que se hiciera cargo de él porque un organismo de nuestro estado, tratando de ampararlo por la falta de la protección de su mamá, le quitó la única oportunidad que tuvo de seguir estudiando en un colegio que le brindaba una ocasión para labrar su futuro.

Pablo fue enviado con su padre, a la edad de dieciséis años y así lo volvió a ver. Él le comentaba a Inocencia:
-En ese momento entendí por qué mi madre me odiaba. Yo le recordaba demasiado a mi padre, ¡era igualiiiito a él!; y mi madre, en su desesperación por el desastre que hizo de su vida, sólo se le ocurrió negarme lo único que yo quería de ella: que me quisiera.

Cuando Pablo fue a vivir con su padre, igual tuvo que trabajar como lo hizo en nuestro país -antes de que le otorgaran la beca- a pesar de ser un menor de edad. Trabajó en un restaurante frecuentado por gente de toda clase. Empezó a reunir dinero desesperadamente porque su ambición más grande era irse a vivir a Nueva York, bien lejos de todo lo que representaba su desgracia de ser un niño desprotegido por su familia.

Un día llegaron unos hombres al restaurante donde Pablo trabajaba:
-No se necesitaba ser policía para uno darse cuenta de que eran unos mafiosos - comentaba Pablo.
-Los hombres estaban comiendo cuando llegaron otros tipos tan mafiosos como ellos y les cayeron a plomo limpio - narraba Pablo a Inocencia.
- Hubo una matazón – seguía explicando.
La policía empezó a investigar. Pabló dijo no haber visto nada por miedo a que lo ejecutaran a él también. Al cabo de un tiempo de ese incidente, se apareció un hombre, entregó a Pablo un sobre cerrado y le dijo:
- Usted no ha visto nada - y desapareció
Pablo abrió el sobre y encontró ¡trescientos dólares! Para la época era mucho dinero. Decidió comprarse el pasaje para irse a Nueva York con otro amigo que había conocido en el mismo restaurante. Pablo tenía resuelto lo del pasaje, pero todavía quedaba sin solucionar el problema de dónde iba a vivir.

Pablo y su amigo se fueron a la agencia de viajes a buscar información sobre el pasaje a comprar. Cuando salieron iban pensando en el asunto de la vivienda:
- De repente, vimos un sobre en el suelo y lo recogimos. Era una carta que se le había caído a alguien e iba dirigida a una persona en Nueva York – le contaba Pablo a Inocencia.
- Agarramos el sobre, lo abrimos y leímos la carta y de pronto… ¡vimos luz!

Pablo y el amigo estudiaron cada detalle del contenido de la carta. La misiva explicaba a su destinatario cosas relevantes sobre la familia que la enviaba. Hablaba sobre cada uno de los miembros que la integraban, mencionaba detalles que solamente personas muy cercanas a ellos podían conocer. Pablo y su amigo se aprendieron el contenido de la carta de memoria y decidieron hacerse pasar por íntimos de la familia que había escrito aquella correspondencia.

Cuando llenaron la formula del servicio de inmigración para entrar a los Estados Unidos, escribieron como residencia la dirección adonde iba dirigida la carta pérdida. Se presentaron a la residencia del destinatario de la correspondencia que habían encontrado y dijeron que ellos eran enviados por los dueños de la carta extraviada. Cuando mencionaron que iban de parte de esa familia, la dueña de la casa los recibió como si Pablo y su amigo fueran parientes de los que habían perdido la carta.

Pablo contaba a Inocencia todo aquello y revivía cada momento como si estuviera pasando ese mismo día:
- Sabrás que cuando llegó la noche, nos dimos cuenta de que la dueña de esa casa alquilaba pedazos del suelo dentro de la casa para que durmieran extranjeros que no tenían dónde vivir. Esas personas dormían en el piso envueltos en sábanas – contaba Pablo, horrorizado.
- Tenían que pagar por eso – explicaba, consternado. ¡Y si dormían en una cama, les salía más caro!
Cuando Pablo y el amigo vieron aquello, pensaron que también les tocaría dormir en el suelo, pero para su sorpresa, la señora de la casa dijo:
-Como ustedes son amigos de esa familia tan querida, les daremos unas camitas para dormir.

Pasadas seis semanas, la dueña de la casa recibió noticias de la familia de la carta extraviada y cuando ella les contó que le había dado posada a los amigos enviados por ellos, se descubrió todo. Sin embargo, siguieron viviendo en esa casa por un tiempo más, sólo que tenían que pagar por sus camas.

Inocencia regresó a nuestro país porque se dio cuenta de que en esa ciudad norteña, ella era sólo una extranjera más, pero, sobre todo, porque le hacía falta sus amigos del barrio. Dos años después, lo hizo Pablo, sin embargo, él se volvió a marchar. Se fue a vivir a Suecia por una temporada, pero la falta de sol en ese lugar le produjo una gran depresión que le empezó a marchitar su estado anímico que siempre fue tan lleno de vida. Su animosidad empezó a decaer de tal forma que ni las píldoras para estimularle la serotonina funcionaron. Un psiquiatra le recomendó que escogiera un lugar donde hubiera sol, y así decidió irse a Barbados.
- Cuando no más vi el verdor y el sol, se me fueron todos los grillos – le contó Pablo a Inocencia, una vez que se volvieron a ver.

Después de Barbados, Pablo vivió unos años en Miami, pero se dio cuenta de que la gente de allá andaba todo el tiempo sin visión del mundo; y al final, decidió radicarse en su país de origen.

Según ella, Pablo se encontró con su real ser en una de esas vueltas por el mundo y logró desarrollar un alto grado de espiritualidad que le permitió comprender muchas de las cosas que pasaron por su vida. Finalmente, él y su madre pudieron reconciliarse, y él superó ese dolor que le produjo la indiferencia de ella y de su padre hacía él.

La amistad de Inocencia y Pablo perduró por siempre. Inocencia nunca tuvo duda de que esos dos sobres que cambiaron la vida de Pablo habían sido enviados por un ángel. Para Inocencia, él siempre fue su hermano. Todos los que la conocimos supimos de la existencia de él. Inocencia siempre relataba cosas de Pablo y se reía cuando lo hacía porque decía que nadie podía igualar la imaginación de él para contar las cosas. Muchas veces escuchamos a Inocencia decir:
- Como decía mi amigo Pablo – para añadir, después, lo que ella iba a expresar.

Texto agregado el 25-10-2008, y leído por 1194 visitantes. (56 votos)


Lectores Opinan
03-02-2014 Qué amistad más entrañable. Cada vez me parece más claro que, aunque Inocencia es un personaje mágico, también lo son todos los personajes de su entorno... Son bellos, puros, plenos de energía y de vida - O será así simplemente porque Inocencia los percibe así? ikalinen
30-04-2013 Como siempre, la magia de tu pluma, vuelve a regalarnos la sabiduría, la inteligencia y la valentía de un icono de tus narraciones: Inocencia. Un abrazo, amiga. elpinero
26-03-2013 Pareciera que el destino se teje de casualidades. Quizá sea así, quizá no...Pero las casualidades parecidas a milagros existen y nos las solemos encontrar a la vuelta de la esquina. Saludos felipeargenti
06-10-2010 Inocencia recordando que el amor sana. caliche
28-04-2010 Cada nueva narración, más interesante la historia de Inocencia. Me agrada.5* Catman
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