Arturo me contó, que cuando era chico, el y su hermana solían escuchar los cuentos de su madre. Él me contó, que sus historias lo transportaban, como si de verdad pasara, a otras dimensiones, me contó también que su madre podía contar las historias tan bien, que uno podía oler y sentir el pasto húmedo cuando en el cuento llovía y hasta podía oír al joven gritar cuando peleaba con el dragón gigante.
Me contó Arturo que cuando su madre murió de leucemia él y su hermana estaban devastados, y lo que más extrañaban ellos eran sus cuentos.
Su padre, luego de un tiempo, intentó animarlos. Esa noche se sentó junto a su cama, al lado de los dos, y se dispuso a contarles un cuento sobre su madre. Les contó que ella venía todas las noches y les acariciaba la frente y les daba un beso, luego se iba para poder regresar a la otra noche.
Arturo no pudo pegar un ojo en toda la semana y su hermana y él no volvieron a desear ver a su madre.