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Se sentaba todos los días en el mismo asiento, desde niño era deseoso de ver lo que ocurría a su alrededor, sus vecinos ya lo conocían y lo apodaban “el niño de la silla”, no sabía porque tan gran inclinación por sentarse en aquella vieja y destartalada silla de madera, asi pasaban los años y todos los días puntual a las 6 de la tarde tomaba su pequeño banco y se sentaba a contemplar todo a su alrededor, en esos lapsos de tiempo veía y escuchaba toda clase de situaciones, como por ejemplo; las típicas peleas de casados, hombres infieles corriendo semidesnudos por la calle, ebrios, mujeres amantes de la noche y oscuridad, todo lo que acontese a un pequeño pueblo, que lleva muy bien puesto el refran; "Pueblo chico, Infierno grande".

Poco a poco la gente no lo tomaba en cuenta, todo esto después de un tiroteo que hubo en la esquina de su casa, como este niño era de pequeña edad, aquella vez no corrió para esconderse de todos esos disparos, sino que, como siempre contemplaba todo el acontecimiento, relata que después de unas horas su pecho estaba caliente, pero que al rato se le quitaba, no entendía aun, porque la gente veía la silla en donde aquel niño se sentaba, provocando que la gente llorara de una manera que él no entendía, pero que daba cuenta (para él) lo loca que estaba toda esa gente.

Pasaban los años y cada vez que las personas que lo conocían, ahora personas con un juicio más desarrollado, veían aquel banco, seguían llorando con un gran desconsuelo, y seguía sin entender aumentando cada instante aun más su incertidumbre.

Un día decidió preguntar a las personas por que tanto lamento, porque lloraban cuando se paraban enfrente de su silla, pero nadie lo oía, hasta que una tarde coincidentemente eran las 6 de la tarde, (ya había transcurrido un año de eventual tiroteo) escuchó a unas personas que comentaban la muerte de una persona, que estimaban mucho, y que todos los días se sentaba a contemplar las cosas, ¿como que muerto?- se preguntó-, comenzó a recordar a todas las personas que veía diariamente, pero no recordaba a ninguna que hubiese muerto, hasta que escuchó otro comentario que hacía mención a su apodo:”pobre niño de la silla" y pensar que era un ángel, tan tranquilo y especial”, ahí fue entonces cuando vino a entender porque la gente no lo miraba y todos aquellos llantos desesperados frente de su silla, aquel niño había muerto en el tiroteo y no se había dado cuenta de ello, pero su alma seguía estando allí en esa vieja y destartalada silla de madera, para seguir siendo recordado por los siglos como el “el niño de la silla”

Texto agregado el 14-10-2008, y leído por 116 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
18-10-2008 Parece que te gustan estos temas, amigo. Yo intentaría relatar esto con la voz del niño, a ver cómo se siente. Un abrazo. galadrielle
16-10-2008 BUENA HISTORIA, ME IMPACTÓ EL FINAL divinaluna
 
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