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Yo siempre he conservado las raíces, los detalles que me fueron suministrados por mi padre, mi madre; mi familia en mi natal Coyhaique.

La luz de ese día brillaba como de costumbre, rosácea caía calida sobre la mesa, donde todos los días se comía. Esta actividad no era para nada rutinaria, yo hacia mes y medio que me había cambiado, todos ya estaban acostumbrados a mi comportamiento, que era por lo demás contradictorio, esquivo y nunca pasando desapercibido, - la música fuerte.- - los platos y lozas en todas las mesas de la casa, cuando se estaba cocinando-, era parte de esa conducta hogareña mía.

Con todos sus detalles y peculiaridades era una casa cómoda y de cierta forma tranquila a no ser por un suceso del que nadie se percato; típico de la engreída naturaleza humana, que nunca tiene percepción por su entorno, como si fuésemos los únicos seres vivos del planeta, nuestra obsesión por la vida, por sobrevivir nos lleva a apesar de que sin inteligencia no hay vida, por ello la sublimidad de nuestro entorno nos es desconocida; lo engreído del ser humano es su permanente obsesión por “nombrar”, que en esta casa era notorio, de hecho, en las paredes colgaban carteles con los significados de las palabras del Mapu Dungun.

Otro detalle también notorio, era lo desapercibido que pasaban para nosotros los espacios en la cocina y en el basurero. Y la vida que se desarrollaba en esos lugares, aunque no los veíamos, esto llevo a conseguirse sin nuestras intenciones una población de ratas.

En la casa vivía una mujer, alguien de un pueblo cercano, que durante los fin de semanas viajaba, yo leía sagradamente el primer circulo, con cada pagina avanzada sentía como la vida se “complejizaba”, como perder es ganar en la conciencia, o, se desarrolla una, al menos.

Ese fin de semana de octubre todos se fueron, yo leí hasta acabar con la novela de alexandr, fue un finde abrupto para mi joven mente, {porque yo me sentía así, sin vivir en tales condiciones, pero encerrado en mi humanidad, en mi país.}
Estaba yo leyendo como Nerzhin tenia una visita de su esposa, tras, 5 años sin verse y esta ultima vivía las peores penurias con libertad, esto me llevo a algo inesperado, un ratón grande, de grosero rostro y detestable se asomaba por un hoyito de la pared que unía a la habitación contigua, debajo de la cama de esta habitación un plato con huevó y salchicha se hacia sentir, con su pesado olor de 3 días y uno que otro ser vivo dándole vueltas como un asunto del día.

Me pego como un rayo esto, mi engreída naturaleza humana sintió desecha su protectora soledad o exclusividad de ser vivo, pronto desde la ventana, semiabierta escucho un maullido y recorro el pasillo escuchándolo hasta llegar al patio, desde donde escuche tal sonido, un gatito negro, caminaba por ahí, como tímido e implorante de comida.

Me miro con los ojos tiernos y temblorosos de cualquier gatito pequeño. Yo me acerque y el salto a mis piernas como agarrándose suavemente, yo lo alce y le acicale, lo lleve dentro y le di leche.
Volví a leer Solyenitzin, me sumergía cada vez mas, hasta volver a sentir lo anterior, analizaba en mis profundidades las contradicciones de la libertad y la valoración de los detalles de la vida, cuando un estruendo desde la cocina me hizo saltar.

Cuando fui a ver, solo el plato que tenia leche se hacia notar, con su redondeo siempre a punto de parar, de losa rechinante, aumentada por la azul cerámica del suelo. El gatito no estaba, no se veía, lo busque, en varios lugares, pero no. Había desaparecido.

Sentí una pena gigante, quizás amplificada por la lectura o mi novia ausente, o las dos cosas…, no se. Pero llore, puesto que el gatito fue muy tierno y ya no estaba fue como perder la libertad por un segundo.

Pronto pude recomponerme, al buscar al pequeño gatito vi la suciedad que se escondía por los rincones olvidados por todos en la casa, limpie cada uno de ellos, barrí y me puse a cocinar.

Después de todo, ya no tenía que hacer, y pasaron unas dos horas, y comencé a reflexionar, que fugas es la pena y los sentimientos humanos, ósea, los malos como la tristeza bajo condiciones buenas desaparecen y vive versa. En relación a mi sensación de pérdida, con el gatito, de pronto decidí, buscar otros, y me acorde de un amigo que vivía cerca y su gata había parido ya varios.

Camino a casa de mi compañero me acorde de la técnica que mi papa me había enseñado, yo tenia 10 años, y en mi casa de Coyhaique habían ratones, que los hay en todos lados del mundo, pero en lugares de tanto frío, estos adquirían cualidades voraces y temerarias; mi padre tomo un saco rojo que yacía hace tiempo cerca de la leñera donde yo ya comenzaba a partir leña y entrarla a la casa, mi padre era camionero en aquel entonces, el saco tenia carbón y estaba desde la ultima vez que papa trajo un gato.

Mi padre me despertó ese día y me mostró la sorpresa; un mamífero irreconocible trataba de entender su cuerpo y su ubicación, para mi fue chocante, puesto que no lo sentía como un animal, sino, como un muerto, se vaiveniaba el gato manchándolo todo de negro, mientras mi padre hacia sonar las escaleras en busca de leche.

Todos estos recuerdos, luces y calores del día me compusieron el ánimo, y mucho mas cuando a 4 casas de la de mi amigo un saco rojo sacado como basura refulgía bajo el alucinógeno sol de las 5 de la tarde. Lo tome y abrí, y brillaba el carbón dentro, me lo lleve rápidamente para que nadie pudiera verme.

Toque el timbre en la casa de mi amigo, este me dijo que eran todavía muy chicos y podrían ser devorados por los ratones, y me llevo 10 casas más allá donde una familia tenía una gata para regalar, puesto que no querían pagar la esterilización y tampoco sus paridas mensuales. Yo felizmente la tome y la coloque dentro del saco, me costo un poco se esfuerzo, pero la gata no se resistió tanto como yo espere, quizás sabia lo que le esperaba de seguir allí.

Batí el saco y escucho los carbones chocar, entre ellos y entre el cráneo del gato que también soltó un chillido como de molesto, era necesario, puesto que el gato debía llegar muy confundido, sino, según mi técnica familiar, este volvía a su antigua casa o simplemente huía.

Esta gata era extraordinariamente chica solo superaba en un par de centímetros al otros felino ahora desaparecido.

Llegue a casa y coloque música como si me hubiera olvidado de lo que traía, incluso fui a la pieza y prendí un cigarrillo mientras abría otra vez el libro que hacia 1 mes me tenia cautivado.

Leia muy concentradamente cuando misteriosamente sentí un ronroneo extrañamente amplificado. No sabia que era, cuando me acorde, sentí una sensación de inseguridad, al pensar en lo vanos que son los recuerdos del ser humano, como nuestra motivación y nuestro interés nos descolocan de lo temporal y continuo, como que nuestra mente y sus ocurrencias nos asaltaran y nos robaran el presente.

Con estos pensamientos camine al comedor y no te que la gatita dormía placidamente, fui al patio a buscar una caja y con ropas viejas hice una camita, al tomarla sentí no solo su calor de gata dormida, sino, su confusión, su vibración ronroneante, y lo mas importante su sorprendente paz. Me lleno de carboncillo y al sacarlo note que ya no era blanca moteada con negro, sino, totalmente obscura la deje en su camita y busque leche y como no había, Salí a comprar.

Había dejado la música prendida y sonaba un blues muy calmo y sexy, la gata despertó confundida, y caminaba lentamente, sintiendo sus patas frías en la planidad de la cerámica, camino como yendo a la cocina pero sin saber donde ir, intentó oler, pero solo olía a carbón, trato de sentir el perfume de su antigua dueña, pero nada, solo carbón. De repente el golpeo en la nariz dos olores, sentía ciega y de hecho veía borroso por el encierro negro del carbón. Solo su nariz la guiaba, un olor a leche por la izquierda y otro que le atraía pero no sabía que era, el olor misterioso para la gata venia de mi pieza.

Caminaba lentamente la gata, se sentía triste, vulnerable y tenia miedo, se arrastro a la cocina de donde venia este olor a la leche, llego por fin y ya caminaba mejor, y podría ver, pero no encontraba la leche, solo el olor sentía, languetio, del piso supo dulce, y si, era leche, comenzó a seguir la estela de este liquido que antes estaba allí. Y escucho un chillido que le dio inusitada fuerza, dejo de ronronear y no hizo ruido alguno, espero un segundo chillido, nada.

Solo sentía un latir pequeño, que le daba ganas de tener crías, un sentimiento fuerte para esta gata. De un salto con efecto curvo, dio vueltas detrás del lavaplatos, salto con sus garras afiladas por el carbón, apuntadas hacia afuera, no vio nada, solo sintió tibia liquides en sus patas, escucho en el segundo en que la devoraba la obscuridad y el olor húmedo de un rincón de lavadero, dos ruidos, el continuo latir desaparecer para dejar la vida con un matiz mortal indescifrado por todos pero también en esos segundos por esta gatita y un chillido fuerte de un ser vivo que se muere con todas sus energías, el chillido fue entre cortado, seguro porque las garras de la gatita habían atravesado un cuello, probablemente del pérfido roedor, que oculto, torturaba al pequeño gatito negro desaparecido ya para mi.

Texto agregado el 11-10-2008, y leído por 163 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
11-10-2008 De mis tiempos de Liceo recuerdo la frase "El hombre es un lobo para el hombre", creo que es de John Lock( me sisculpan si no se escribe así, han pasado mil lustros de mi época de liceana) A lo que voy es que cada día los animales son más civilizados que nosotros, ya lo expresó una canción de Roberto Carlos. En cambio los humanos si podemos joder a alguien que está más arriba lo hacemos no más, hasta olvidando vestigios de parentezco o amistad. Los animales, sí, son consecuentes al defender su estirpe. Tu cuento me deja una gran lección. Te felicito. pantera1
11-10-2008 un cuento que me da sensaciones encontradas, amo los gatos y me duele el destino de todo animal abandonado a su suerte, lindo cuento igualmente divinaluna
11-10-2008 Me gusta tu relato, aunque es muy doloroso. Mis estrellas silviasayago
 
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