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Cuentos de Camelot.

El secreto de la mesa redonda.

Una historia de ficción por Carlos Them.

Corrían los tiempos en los que el rey Arturo estaba pensando en que había mucha gente que rodeaba la mesa redonda, entre otros, personal del castillo.
Había notado que la radiación proporcionada por Merlín, cuando él mismo mandó construir la mesa, estaba bajando.
Dicha radiación daba la magia y el poder que tenían los caballeros que a su alrededor se sentaban.
Arturo mando llamar al mago para explicarle la situación y tratar de hacer algo para que sólo ellos y Ginebra pudieran acceder a la mesa.
Merlín se presentó en palacio y en una audencia privada con Arturo, convinieron ambos en crear un hechizo.
Dicho hechizo haría que sólo los caballeros y la esposa del rey pudieran acercarse a la mesa sin peligro de contagio, un contagio que daría lugar a una enfermedad a la que llamarían "la fiebre de la tabla redonda".
Quién poseyera dicha enfermedad, había desobedecido la orden de Arturo de no acercase a la misma, lo cual sería castigado con las penas que en la época se imponían por desobedecer las órdenes del rey.
Para realizar dicho hechizo, Merlín se encerró en la habitación dónde estaba ubicada la tabla en sí.
Sacó su varita magica y tocando el escudo de oro del centro de la misma, elevó la radiación para hacerla más fuerte , trás ello, empezó a pronunciar una serie de palabras extrañas que sólo él sabía en verdad lo que querían decir.
Una vez que Merlín creó el hechizo, se lo hizo saber al rey.
Éste a su vez, mandó propagar la orden de no acercamiento a la mesa por todo Camelot.
El pueblo estaba extrañado con dicha orden, el personal de palacio comunicó al rey, que la mesa no estaría limpia para ellos cuando se sentaran alrededor de ésta.
Merlín, ya había pensado en ello, el hechizo incluía que la mesa estuviera limpia y brillante, antes y después de cada uso de la misma por los caballeros y la reina.
Pasó así un tiempo y el poder de la radiación bajó de nuevo.
Arturo no entendía nada de nada, nadie se había acercado a la mesa desde que se dió la orden, pues no hubo fiebres de ningún tipo relacionadas con ello en el castillo.
Arturo estaba preocupado en verdad, la radiación hacía que todos los que se sentaran alrededor de la tabla redonda y pusieran sus manos en el circulo central de oro, acquirieran la magia de Merlín en ese acto, una magia que les hacía hombres invencibles en sus cruzadas por conseguir llegar al Santo Grial.
Arturo mandó llamar de nuevo a Merlín, quién accedió a la habitación dónde se encontraba ubicada la tabla otra vez.
Miró el nivel de radiación y se acordó que la primera vez que la alojó allí, fué con la ayuda de una amiga muy especial.
Merlín le dijo al rey que necesitaba llegar al lago y pedirle a la dama del mismo la espada mágica: Excalibur.
El rey mandó a Merlin en una carroza al lago, éste llamó a la dama del mismo, la cuál extrajo con su mano la espada y se la entregó al mago.
Merlín volvió a palacio y apoyó la espada sobre el circulo de oro, una luz plateada surgió entre Excalibur y el circulo, el poder de la radiación ahora se estaba transfiriendo de una al otro.
Merlín dijo al rey que anulara la orden de acercamiento a la mesa, pues no era el motivo real de lo que había sucedido en verdad.
La culpa fué suya por no acordarse de Excalibur y de su poder oculto, lo único que hacía que los caballeros de Arturo tuvieran la pericia y el valor de lanzarse a sus cruzadas.
El rey perdonó a Merlín y anuló la orden.
Merlín devolvió la espada a la dama del lago ...

Escrito por Carlos Them

© Copyright Carlos Them 2008. Todos los Derechos Reservados. All Rights Reserved.

Texto agregado el 07-10-2008, y leído por 188 visitantes. (0 votos)


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