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Era un olor nauseabundo, dulzón e intenso, su paso por la garganta dejaba un regusto acre y desagradable que provocaba arcadas. No tenía muy claro de donde venía pero era cerca, lo bastante como para que cada vez fuera más consistente como si de alguna forma se convirtiese en algo sólido. Se incorporó y fue hacia la ventana, la abrió y una brisa fresca hizo el olor más penetrante, arrastrándolo hasta el fondo de los pulmones y revolviéndole aún más el estómago. Mareado se acercó al baño, se arrodilló ante la taza y vació sus entrañas en ella, vomitó hasta que no le quedó nada dentro, había expulsado hasta la última molécula de comida, vestido se metió en la ducha y dejó que el agua le empapase, casi se ahoga intentando que aquella lluvia artificial arrastrase aquel hedor de su cuerpo, de su garganta, de sus pulmones y lo llevase consigo hasta el desagüe; pero el intento fue en vano, el olor seguí aferrado a él. Rendido a aquella situación se desnudó del todo, olfateo su ropa pero el pútrido aroma era muy tenue como para ser el causante de las arcadas, entonces decidió quitarse la venda y ver la herida, ahi estaba la causa, dos minúsculos gusanos se estaban alimentando de la carne abierta, tumefacta, blanda ; se estaba pudriendo literalmente en vida mientras aquellos parásitos se regocijaban en aquel festín sólo para ellos. Salió de la ducha y encendió un cigarrillo, dió una bocanada mientras entre asqueado y curioso acarició la llaga supurante, uno de los gusanos penetró algo más en la carne al sentir la yema de un dedo acariciándole, el otro se retorcía crepitando bajo el calor del cigarrillo apagándose sobre él. Fue hasta el armarito de encima del lavabo y sacó una pequeña botella, roció la herida con su contenido y mordiendo el mango de un cepillo la quemó. El olor nauseabundo había desaparecido para dejar un intenso aroma a carne quemada, la herida humeante dejó de estar habitada por los diminutos seres blancos...
...El hedor era insoportable, unos excursionistas habían llamado; el agente encontró el cadáver en el suelo, el cepillo roto en dos a cada lado de la cabeza y como ella pegado al suelo por un charco sangre espesa y casi seca al igual que la que había en el borde del lavabo; el cuerpo rezuma un líquido viscoso en el que los gusanos se daban un festín. El policía salió corriendo de la casa y vomitó intentado que aquel hediondo olor abandonase sus entrañas.

Texto agregado el 05-10-2008, y leído por 139 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
09-11-2008 ..vaya...parece olerse en el ambiente lo que describes...Buena narrativa. Un saludo! 5 ] VIGIA
05-10-2008 Digo:Cuando miradorlontano
05-10-2008 Cundo termine de hacer arcadas enviaré un comentario acorde con este buenísimo texto.Me gustó miradorlontano
 
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