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Inicio / Cuenteros Locales / freddy50 / Un salto al vacío.

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En el país se ha puesto muy de moda,
diría tal vez en exeso, apodar a la gente (también las cosas) con otro nombre distinto al que uno accedió en el documento (o en la definición del diccionario). Por lo general ese sobrenombre tiene que ver con alguna caracteristica peculiar,
o simplemente una denominación azarosa en el momento indicado donde se ha de pegar con tu personalidad. El resto son una inmensa cantidad de metáforas, que han deparado un idioma espeluznante de descifrar. Por ejemplo a mí me dicen el Pulpo.
Estamos frente a la enorme oportunidad de volver: al inmenso celeste que cubre la tierra mojando las raíces del petroleo, el conocido mar, la playa de la costa Atlántica como alguna vez la denominamos con soltura, hoy: La divina Patacona de la sierra de la Ventana.
Hay mucha gente en el bar (segundo hogar)
de donde partirá el micro, parientes, amigos, hijos, pués este es un grupo eterogeneo con poca harina de autoayuda, familiares que en su mayoría nos aguantan hasta que zarpemos, para luego despedirnos cuando subamos al gigante de dos pisos, donde volaremos a esa fuente del líquido revuelto de alegría, por la fuerzas de los movimientos del cosmos.
Acompañados de estos bolsones grandotes (salvo algunas pocas tablas con velas que llevamos,
el resto nos las proporcionaran en la costa donde aguardan en depositos al pié del mar). Valijas modernas donde se escuenden todo los costosos utilitarios que nos abasteceran de virtudes en la batalla contra el equilibrio,
bolsones que son como agujeros negros en el espacio sideral pero viajando en la bodega del rodado.
Todos los aquí presentes estamos ansiosos,
ya con los protectores solares puesto en la piel,
por arrivar al grandote y alcanzar el destino subalterno de llegar al cielo de la nada total,
del oceano rendido a los caprichos del ser haciendo.
El piojo Sosa: es el guía, la zanahoria que corre delante en la carrera de conejos, pero todos obedecemos sin prostestar, pués en definitivas,
él es el organizador total, el general de la Pantufla (aunque el verdadero revenque que son sus caramelos los hubo dejado por error metidos entre las pilchas) que tuvo la noble iniciativa, bajo el mando de la autoridad asignada por la institución, de avivar esta esplendida posibilidad de sanamente recrearse haciendo una linda excurción.
Legítima pandilla legal de socios de un mismo Club Náutico, donde todo se redime cuando se hunde en la garras del fuego del infierno, allá en la propia sentina vacía y solamente con humedad (aquellos que tienen embarcaciones de casco de madera calafateado han de comprender lo que expulso de mi voz). Somos un contingente compuesto por veintisiete ocacionales las pindongas, ligados por el mismo impulso: de matar la espera existencial,
natural del ser viviente, en una sociedad camino a la perfección, siendo amacados por las olas sobre aquellos balcones ambulantes que son las canoas del winsearf. Para luego volver al ataque por más diverción, en la noche alegre con champagne en la barriga, aunque la piel se aje envejeciendo nuestros cuerpo, más tarde perdidos en el olvido que deparará el alcohol.
Pero hay en danza, entre los participantes del contigente, algunas jugosas grandes apuesta por dinero, que hacen desde al vamos entretener,
estando calientes de ánimos entre nos;
apuestas que denominamos como paradas,
que tienen en vilo a nuestra microsociedad,
por el importante monto depositado en un tercero que oficia de arbitro:
El ganador del pozo será quién se alze con el mayor número de olas barrenadas dentro del concurso,
sin caer de la canoa finita antes que el pliego se desaga del cansancio; el monto reunido yace descansando exelentemente custodiado,
en una caja fuerte escondida en la cajuela.
Se produjo una fuerte discusión (conversación entre cluecas gallinas) con Laura, la Pitufina Amarreta, y el flaco Ascensor, que es un reconocido basquebolista del selecionado nacional, en vacaciones luego de las recientes Olimpíadas en Beijing, que lo tuvo como protagonista, porque la señorita pretende ocupar la ventana doce, negandose a viajar en el lugar de la boluda,
ese que dá al sendero del azafato transpirado hasta los tuetanos. Aunque el fercho que maneja, astuto, primero pregunto, además como avisando que tiene antena we-fe, si estaban las notebook presentes, a lo que todos respondieron que si,
con el dedo pulgar señalando hacia abajo,
que estan en el sotano, porque ni por allá imaginaron que existía la posibilidad de tener Internet en esta albondiga grandota,
entonces con destreza más sabiduría,
rapidamente colocó la caja de Pandora antes de lo previsto, apaciguando las llamas sentimentales que ardían por esta protesta, haciendo que la Amarreta Pitufina desista de su negativa de aceptar lo que en realidad debería de obedecer sin chistar, entonces Ascensor como un mariachi le propinó un rico beso en la mejilla.
Para aquellos que gusten de este deporte sagrado, de hacer de peces pescados, también existe la excurción de pesca como algo posible,
pués el Loro Despachante, un joven navegante recién recibido de doctor en medicina, trajo consigo cañas con reeles, pués no piensa en barrenar o navegar a vela, estará autorizado a comandar dicha expedición sí es que alguién del grupo lo demanda, poniendo su sagrado arsenal de armas al servicio de la cultura de la supervivencia.
El Piojo Sosa felicitó al Loro Despachante por su actitud generosa, pronunciando un discurso en su favor con microfono en tenaza rosada, alusivo a los atributos necesarios para dar con la amistad sublime, hablando emocionado, en serio dende veras, en unas breves palabras estando parado en el sendero del estúpido del gigante de dos pisos,
pero diciendo grandes slogans, que todos atentamente escucharon, con la debida atención que requiere la dimención del respeto;
aunque hubo un momento donde le solicitaron silencio, que la termine pués la tira estaba dando comienzo, siendo que de esta conversada manera no se puede seguir el guion de la pelicula de los holliwood. Insistente, pero como finalisando, también hizo mensión de la agradable actitud de la Pitufina Amarreta de sentarse con el flaco Asensor del lado para ella indeseado, teniendo que codearse con Harry Poter, una artista que no le sienta nada bien.
Afortunadamente, por sabia recomendación de Sosa, celulares y camaras digitales quedaron en los bolsones, lo que hizo del viaje una silenciosa biblioteca ambulante negada de comunicación con el exterior.
Seguidamente, superponiendose con la pelicula,
con rapidez tomó lista de los presentes,
pero dió que faltaba el Señor de los Añillos,
que para alivio de la mayoría esta en el baño haciendo sus necesidades, o bien tal vez lustrando los diamantes de la llamativa pulsera que lo caracteriza.
El team rueda por las venas de la patria, algunos coreando canciones mientras bailan en sus sentaderas, moviendo los brazos como molinos de viento al compás de la conocida King Kon. Inconcientemente tal vez unicamente esperando la próxima detención programada, en aquel paraje donde nos esperan para atendernos,
en una Sede de otro club asociado: con una gran comilona todo incluido.
Luego de la detención: Si ya estabamos cabeciando cuando escuchabamos el discurso del sabio profesor Sosa, ahora nos encontramos doblados de tanto manducar a full en el tenedor libre con saladbar. Pero promedia la tardecita haciendose la siesta en el gigante, prontos a llegar. De paso aclaro, para que luego no nos castigen por amarretes, que el primer piso viaja vacío, solamente algunas pocas tablas corren allí,
las cañas del Loro Despachante (pero no por de aduanas, sino que es un peligro para los enfermos dando vacunas) las pelotas de basquet del flaco Ascensor, y hasta un motor fuera de borda que trajimos por si las moscas para el gomón.
Después, les adelanto cheque en mano,
más tarde se avecinará una tormenta una vez alojados en el hotel, la cosa se pondrá intensa pués no alcanzaran los trapos, sabido es que allí el clima es picante a la madrugada, helado de agua petrificada por el frío luego que el febo trastabilla rendido de tanto darle y darle al kerossene,
no pudiendose tolerar esa desagrable sensación de desamparo sin una buena manta frisada, cuando uno asume la posición horizontal para despedirse del día. Conocedor, el piojo Sosa está al tanto de este gran conflicto latente que estallará en nuestras caras, por eso suplicó a las mujeres, aunque absurdo fuera de temporada,
que trajeran sus pieles, y los caballeritos los gamulanes.
Pero Harry Poter, que es mago profesional,
hizo algunos trucos graciosos, sorprendentes,
que colaboraron para que todo siga en estado de modorra (inclusive la Pitufina miserable, soñando maravillada, hizo las pases para siempre, estirando apenas la mano para darsela).
El señor de los anillos es un comerciante vendedor de oro, lleno de dinero, amante a rabiar de su club, y de todo lo que de alli se ponga al asador,
por este motivo concurre a esta aventura de afisionados, para, digamos, alentar el turismo en la institución.
También debo mencionar a los gemelos Yin y Yan,
dos hermanos de distinto sexo pero que visten como en el símbolo, y que viven pegados como siameses llendo a todo lados juntitos.
Harry Poter le arrastra el ala a Yin, que es una señorita de muy buena tala.
Debe ser por esto, que la Pitufina reticente a dejar propinas, se siente desairada porque el mago pintón la dejara plantada, porque él en verdad pretende las virtudes de la melliza,
que dicho con exelencia está refuerte esa que se crió en el mismo compartimento con Yan mereciendo cualquier piropo que se le adjudique.
Toda esta galaxia del mismo club que acabo de describir, nos encontramos viajando en la parte delantera del gigante, pués de la mitad hacia el fondo del rodado hay otro grupete de gente con alguna diferente onda:
Cuatro conocidas las pelotas haciendo basa en un apartado dedicado para los directores técnicos, donde hay una mesita ergida, y los asientos parecen los del tren enfrentados formando un living comedor. Después hacia el final del vagón del gigante, unos muchachos jovenes durmiendo casi muertos de la anterior resaca del almuerzo
(Poe, el Gusano mal trecho, Tito el Imaciente y su primo Toro de Cerámica).
Las cuatro chicas del apartado, estan jugando barajas, mientras el fercho del gigante,
casi con exclusividad hacia ellas, auspicia una guía turística, murmurando en voz baja por un microfono, para no despertar al resto,
informando a las viajante despabiladas del Muni,
que ocupan el sitio asignado para las autoridades,
de lo que afuera estan viendo ignorando su historia; pero Lulú y su amiga Pancha que están sentadas de espaldas al camino, miran al revés de la milanesa observando confundidas, pués ovedecen el idioma del chofer que dice: a la derecha tal cosa, de la izquierda tal otra.
El gigante de dos pisos tropezó sin querer contra un tronco tirado en las venas de la patria,
teniendo que de golpe frenar la marcha por un neumático fornicado, cuando pudo parar la carrocería de pan de manteca doble pechuga,
un trío de macacos en motocicleta, atracó la diligencia poniendo contra la pared al seleccionado de solitarios, quitandonos toda las pertenencias del ayer, que fueron transportadas en una camioneta que intervino minutos después de que hallamos sido reducidos. Además escupiendo la cara de la propia vigilancia vial del concecionario del peaje,
puesto que porque no sabían nadie de la ley acudió en ayudarnos a zafar, siendo que las pertenecias salieron primero en salvoconducto, rajando el resto de la banda en las motos, a los pocos largos minutos de desaparecer la chata, como si en esta ruta nunca hubiera ocurrido nada de malo.
fin.

Texto agregado el 09-09-2008, y leído por 175 visitantes. (0 votos)


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