Escribo estas líneas con todo el odio y desprecio que puede sentir quien ha recordado un escupitajo muy verde en el centro de la cara, la impotencia se ha apoderado de mi y tecleo con violencia, golpeo, grito, me muevo, pero nada es suficiente, como si mi insignificante cuerpo no pudiera contener el demonio de ira que tiene dentro, las manos me tiemblan al igual que los parpados y los dientes, este pedazo de carne no podrá contener por mucho mas tiempo la explosión que va saliendo en pequeñas dosis insuficientes.
Esa onda asquerosa y por siempre vibrante en mi memoria lo desató todo, ese sonido enfermo que contagia de necrosis mi cerebro y descompone mis pensamientos, el alarido de la bestia hedionda a la que un día habría amado.
Deshumanizado totalmente me muevo con agilidad por estrechos corredores, corro quemando todo a mi paso, rompiendo todo lo que toco.
Reconozco su hedor tras esa puerta roja, mi nariz expulsa humo caliente casi fuego y mis sienes estallan llenando de sangre todo a mi alrededor, el júbilo es brutal y orgásmico, al fin; mi venganza.