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Titulo: UNA CIUDAD SIN HAMBRE
Estilo: Cuento urbano.
Autor: Brayhan arevalo M.
Fecha de publicación: Agosto de 2008.


Sumergido en una consternación casi liquida, casi pesada, casi irónica y casi sin placer, Eugenio Díaz, un escuálido citadino y caníbal sombrío, habitante de la ciudad de Bogotá, en cuestión de dos o mejor tres suspiros se doy cuenta con abatimiento que mas allá del cristal imperfecto de las ventanas rectangulares, que daban sobre los montes nororientales de la ciudad, se ponía el sol como un verdugo del tiempo y un telegrama del cielo que le avisaba a sus días, que se agotaban como un sorbo de lluvia entre la arena.


Desde allí, en su apartamento en el quinto piso del edificio de las Plazas, Tulio Eugenio Díaz Rosas, sentado en su sillón de cuero barnizado, además del noticiero del medio día, también podía ver las piernas flácidas y velludas de Sandra Mora, una dama de cabellos rubios, pestañas largas y vestido rojo, que se hallaba en la mitad de la avenida Quito, esperando pacientemente la muerte, después que un carro subiera imprudentemente a la acera y la arrojara por los aires dejando un tenebroso aroma a muerte que, algunos conductores apresurados espantaron con sus bocinas.


Eugenio esperó a que se acabara el noticiero y se acomodo su corbata de girasoles blancos frente al espejo que vigila la puerta de salida, lánguido, así bajó de su apartamento y dobló con precaución la esquina de los puestos de frutas, contiguos al mercado de don Alfonso, allí compró dos copas de cristal y una botella de vino tinto (Merlot), luego pasó la avenida Quito por el puente peatonal que comunica la autopista Chile desde el barrio de los mercaderes arabigos hasta el poblado de los venecianos, en donde los corredores y las calles son invadidos por los negociantes con sus hermosas tinas de baño, hasta el punto que hay que meterse en ellas para poder avanzar y cruzar al otro lado.

Camino hacia el cuerpo de Sandra que aun se hallaba tirado en el suelo, pasó Eugenio por el puente peatonal un poco embelesado, fijando su mirada en el torrente oleado del caudaloso cañadulzal que pasaba por debajo de él, allí se detuvo un momento a contemplar con sus ojos románticos las barcas y goletas que traen y llevan el carbón y los viajeros de Zipaquirá hacia el centro de la ciudad, curioso y pensativo así tropezó Eugenio al final del puente con el cuerpo de Sandra Mora que ya se encontraba sin vida y además un poco mas sonriente que de costumbre.
Con un mucho esfuerzo lo subió en sus hombros y comenzó a andar con el, dejando en su camino una gruesa estría de sangre, que inmediatamente los perros churtosos de los venecianos lamieron con ansiedad.

Ya en su apartamento y con el cadáver en la sala, le quitó las ropas con una extraña ternura un poco angelical, lo llevo hasta la ducha y lo lavó pacientemente, hasta no dejar rastro alguno de sangre en sus cabellos rubios, luego lo vistió con su bata de baño y lo sentó en la silla principal de su pequeño comedor, allí postrado el cadáver era evidente como el carro le había destruido las costillas anteriores a su costado izquierdo y fragmentado la columna vertebral en mas de tres secciones, pues su cuerpo se esparramaba por la silla como un costal de harina y solo se mantuvo en posición recta hasta que Eugenio lo sujetó fuertemente de el cuello al espaldar de la silla con las agujetas de sus zapatos, enseguida de fijar el cuerpo Eugenio entró a la cocina y sirvió verduras con carne que había hecho para el almuerzo, y al ver que ella no tenia apetito recogió los platos, los llevo de nuevo a la cocina y sacó de la bolsa que había comprado en el mercado de don Alfonso las dos copas de cristal y destapó el vino tinto;
sirvió cortésmente a Sandra Milena la copa llena, sirvió una igual para él y brindaron mientras una parvada de buitres de alas plateadas bajaron del cielo como deshojando la tarde con lagrimas aun tibias de una ciudad en llamas y posándose en los quicios de las ventanas, esperaron a que Eugenio como todos los días y desde que perdió su empleo en las oficinas de transito del estado, les tirara las sobras de la presa sobre la terraza.


Texto agregado el 12-08-2008, y leído por 63 visitantes. (0 votos)


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