Trabajando ya casi 4 horas se siente el frío, las manos se entumecen aunque ya están acostumbradas, tu piel es a prueba de balas, ni los mosquitos en el verano ya molestan, ni el frío húmedo te cala los huesos.
La niebla es espesa, apenas se ven los carros que pasan a cierta distancia, aunque el trabajo solo exige que veas un poco más allá de tu mano.
Transpiro en el frío, estoy molesto, nervioso, no me gusta no poder ver lejos, y el guardia me mira, cada palada, el observa, también está inquieto, muchos intentaron escapar tardes en días como este. Pocos tuvieron éxito, perros ligeros, cadenas flexibles, guardias con poca paciencia, son producto vil de aquellos intentos.
Mientras pienso cuantos años llevo acá, un ruido me distrae, es una voz en la niebla, una voz de mujer, una voz con cierto encanto.
Paro para escuchar, levanto mi mirada, se reduce el ritmo de mi palada, el guardia dice: "Buenos días Señora".
Muchas cosas pasan por mi cabeza, apenas la imagen es visible para mí, no puedo interrumpir mis paladas, y no puedo levantar mucho la mirada, alcanzo a ver unos zapatos de cuero puntiagudos, y parte de la pantorrilla de una mujer escultural cuya figura no puede ocultar ni la niebla.
"Agente, solo venía a ver el producto, ha habido incidentes?"
Y ahí recordé a la vendedora de cadenas, es posible que esa casa, tenga vendedoras tan bonitas?. Se acerca mientras el guardia me rodea, toca las cadenas con su taco, ella me pregunta:
"Usted está cómodo?"
y se acerca atrevidamente, hasta que logro sentir su perfume, debe ser caro, es rico, y detras de ese hermoso aire envolvente, ahora veo con plenitud una hermosa morocha vestida como para fiesta.
Le respondo: "A veces no, con la trasnpiración la piel se irrita, se enrojece y al caminar muchas cuadras se hace doloroso".
Se agacha la morocha potente, revisa, ante la mirada atenta de dos guardias ahora, un movimiento en falso y se que vendrá un cachiporrazo eficiente y tranquilizador, que no dejará marcas, pero el dolor desgarrante te acompaña durante días, una invitación sutil para quedarte con las manos en la nuca, quieto, con la potente morocha a tus pies.
"Esto se coloca así, indica la morocha a los guardias, ya les dije que de colocarlos mal van a tener incidentes".
Mientras habla, agachada y preocupada por más ventas y por la seguridad del producto, no puedo dejar de mirar unos pechos hermosos, sostenidos firmementes por un sostén blanco que contrasta con su piel.
Siento un dolor punzante, seco, en mi tobillo, retiro el pie unos centímetros, el guardia inquieto levanta su cachiporra y la morocha se levanta, enfrentándome.
La muy malvada, advirtió mi atrevimiento, y no le gustó del todo, como un humilde reo va a osar ver su mercancía, guardada celosamente para quien sabe quien.
Apretó la cadena un centímetro, quedó en el máximo de presión, vi las estrellas, y argumentó con los guardias que me había puesto "nervioso" ante la risa de ellos.
Dio media vuelta y se fue, solo diciendo que volvería en dos días, la hermosa morocha, es como una rosa con espinas, pero también no puedo olvidar su rostro, su desafío, y su belleza.
El camino de regreso, fue doblemente cansador, tenía que pisar con cuidado y se me escapaban insultos que no quería irritasen a los guardias demasiado.
Que mujeres tan extrañas encuentras a veces, todavía miro la marca que me dejó en el tobillo y tristemente ansío su regreso.
Hombres¡¡¡