“Vivo sin vivir en mí
y tanta vida espero
que muero
porque no muero.”

Santa Teresa de Ávila



Llover a cántaros
El tope al final de la calle no hacía tan frecuente ver gente, máximo si estaba entrándose la noche; que era la hora cuando siempre iba o regresaba de mi trabajo. Una que otra persona deambulaba.
Lo vi salir de repente, tocándose la frente; atrás de él venía la puerta que tronó a destello. Quedó cabizbajo. A lo lejos se oyeron entre palabras,
-que creo, sólo él supo su significado.
-No me quedé parado, es más, aceleré mi marcha para que no notara que lo había visto todo.
-¿Tendrá problemas? ¿Qué le pasaría? _Tuve deseos de regresar, y ayudarlo, pero opté por no ser metido.

Cierta vez, salí más tarde de lo acostumbrado de mi trabajo
El foco de la luz del poste de la esquina se ponía intermitente, opaco. También no hacía mucha falta, eran tan fuertes y seguidos los relámpagos, que se tornaba claro. La lluvia azotaba las paredes,estaba lloviendo a cántaros, tronaba a reventar. La oscuridad de la tarde hacía un todo más melancólico y nostálgico.
Como un artista en escena se veía la figura acurrucada, inmóvil, como queriendo pensar mucho, pero... un gran vacío lo embargaba.
La lluvia fue cesando, y como siempre ese delicioso olor a tierra mojada hacía más largo el suspiro de Juan viendo al infinito, cubierto totalmente de problemas, como totalmente desnudo en soluciones.
Era ya la... Tenía semanas de no verlo- ¿Le gustará el anochecer?
Eran sólo cincuenta metros que me separaban de él, pero tan distantes, por su mirada con desdén.
Movido por la curiosidad o...por la pena,me propuse hablarle.
Me acerqué titubeante.
__¿Cómo está?
Se irguió, se empezaron a inflar sus mejillas y sonrió fingidamente.
__Muy bien.
No se me ocurría qué preguntarle para entrar en confianza.
__Qué delicioso se pone el clima después de la lluvia, verdad.
Sin levantar su cabeza.
__Dichoso que puede ver más allá de las cosas, lo envidio.
Lo vi tan inconforme que decidí retirarme para no parecer de imprudente desde un inicio. Quise decirle lo vi la vez pasada, pero no, cómo.
__Lo veo después.
__Ojala haya tiempo...Ojalá.- Me dijo.
Se veía como dispuesto a tomar una decisión funesta, pero parecía que dentro de sí, todavía creía que tenía que haber alguna respuesta.
Lo frío de las gotas que se filtraban en la pestaña de la casa le caía en sus dedos, ya enjutados. Se estremecía. Tiritaba…
Vivía en el primer piso de esa casa de dos niveles. Morada que albergaba muchos años de tormento, tiempo en que se formó la enfermedad, esa enfermedad psicológica como respuesta a tanta desconfianza, desprecio, humillación…¡Amor por momentos! Que el masoquista Juan recibía.
Su tormento tenía forma triangular, darse cuenta si la amaba, le temía o simplemente ya no contaba con pudor o dignidad.
Empezó a llover de nuevo, con aire fuerte y brisa; sus ojos se cerraban repetidamente, como secándose el agua...Más seguro que eran sus lágrimas.
__ No importa...No importa. Dijo.
Tuvo que entrarse después de divagar.
_¿Considero que te entraste porque ya debe haber pasado la mujer que sí vale la pena, verdad? A la que le pagás cuarto o, que sí llena ese calor que decís merecerte; pero como soy una ... yo no…¡Yo si no!
Sintió que la lluvia había traspasado el techo de la casa, se sentía mojado, empapado de sudor; agua que salía como consecuencia del tormento casi a diario.
No contestó, su principal arma era el silencio... Escuchar la misma triste melodía; se le notaba envuelto en un tormento cada vez más grave.
_Querés comer, te traje lo que te gusta, te puedo ayudar en algo…
Algunos tratos caían a su ánimo como tonados de perdón.
Lo confundía… le empezaba a tener miedo.
Temor de acercársele a dar un beso __sí, ya no me besás como antes, de plano esa desgraciada besa mejor;
de abrazarla__que diera que lo hicieras todos los días, pero como no eres detallista;
hasta llegar a momentos que toda pareja quiere intimidar, pero se detenía, era más poderoso vivir en esa tiniebla de duda, se sentía como ya no dueño de sí mismo.
Las noches le parecían largas, las horas pasaban lentas. El sueño llegaba por momentos, pero cualquier ruido lo despertaba con facilidad.
No encendía luces para caminar, tenía mayor conocimiento de la casa de noche que de día. La oscuridad lo ayudaba, lo hacía ver su doble ceguera.
En las mañanas comía despacio, como dando a entender que comía con gusto, con placer…
__Mi paladar no existe, sólo parece que cumplo con un derecho natural: tengo que comer.
Tenía que terminarse toda la comida, de lo contrario podía surgir una nueva canción
__comiste en la calle, saber con quién...
Con el infierno adentro, porque no se decidía a hablar, se dirigía a su trabajo. Se hacía corto el día, pero el retorno se hacía largo, con grandes deseos de no llegar.
La destrucción sentimental más segura e inhumana es la que a Juan embargaba.
A veces lloraba, se tragaba sus lágrimas…Se daba cuenta que el fracaso constante le transmitía el miedo de resistencia, es un miedo donde no amas, no deseas, te sientes esclavo, incapaz; no eres tú, pero no quieres dejarlo.

Ella, de la cual mejor me reservo el nombre, buscaba siempre algo para ocasionarle problema… ¡Cualquier cosa! Estaba enferma, sólo ella podía curarse, su comportamiento dejaba ver lo hipócrita, desagradable, insípida y poco digna que he visto.
Juan dejó de convivir con sus amigos para evitar discusiones. Había algo que lo perseguía, y tan fuerte que, sabiendo que no estaba haciendo cosas indebidas, se sentía culpable.
Se restregaba la cabeza con desesperación, no encontraba la salida en su vida.
__Quisiera hacer un libro de recetas, donde lo que se come te desintegre moral, física y psicológicamente; elaborado con los alimentos más…
Cualquiera hubiera dejado de comer en ese restaurante, pero Juan, nuestro pobre Juan creo que había dejado de existir.

Era uno de muchos que demuestra una realidad física mentirosa, pero por dentro está carcomido, deshecho. Sentir eso, no es vivir, sentir eso, es…Estar muerto.
Su realidad era un nudo indescifrable donde cada embudo es el laberinto diario que no tiene cura, vas a un lugar, y entre vuelta y vuelta, notas que llegas al mismo.

__¡Fuera de mi casa, maldito!

__En muchas ocasiones tuve el deseo de dejarle un morete. A veces considero que a ella le gusta estar en problemas. La felicidad le disgusta. No tengo un ejemplo limpio que en convivencia con nuestros amigos, no me hiciera algún papel.
En ellos el ángulo del amor se había perdido. Todo ya parecía sin esencia, cuatro paredes, insultos, en casa, días festivos...Daba lo mismo.

¿La necesidad cuando es compleja, muchas veces determina: soportar hasta golpes, humillaciones, desprecios?

De pronto Juan era feliz porque se ambientó, todos los hechos mentalmente crueles contra él, ya eran costumbre...
__¿Qué es felicicdad? Es la manera acostumbrada de soportar algo; con características, que cuando no estás en problemas, éstos ya te hacen falta.
__Sé que tengo que irme; que debo dejar esto, pero no tengo simientos.
En mi cabeza tengo un gran vacío, por mínima que sea mi solución, me da miedo, soy cobarde.
Siento desmoronarme, ya no tengo dignidad, pudor...Sólo quiero ser feliz.

Cierta vez, cuando pasaba por la esquina de su casa; vi la silueta, estaba en posición de ceder, sentí el deseo de saludarlo, pero su rostro era suficiente para saber cómo estaba...Sólo era un ente sin deseo de ser feliz, aunque en busca de la felicidad misma.
Seguí caminando...Suspiré. Volteé la cabeza y le hable al viento:__¡Juan, Juan, estás más muerto que vivo!
Pegué mi barbilla al pecho._Exclamé:__No estás lejos de representar a millones de los míos, que aunque luchen y se esfuercen... Verán llover a cántaros.
Mardo.