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Inicio / Cuenteros Locales / --B-la-c-k-H-e-a-r-t-- / D E S A P A R E C I D A.

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Alejandra siempre buscó algo más en Luciano. Algo que no encontró nunca. Mientras buscaba, husmeaba en los rincones más ocultos, en aquellos resquicios que no estaba dispuesto a mostrar a nadie y en el intento, terminó por chupar la sangre que corría debajo de su piel; lo llevó al borde mismo de la locura.

Amanecía cuando por fin Luciano se decidió a dar marcha atrás a los sueños que con tanto empeño había construido bajo su mirada tibia y su bata blanca de hospital. Aquella madrugada, resplandecía en sus ojos el brillo enrojecido de la furia, se podía leer el Apocalipsis en su semblante, mas la prudencia que siempre lo caracterizó no le falló a la hora de elegir el pretexto, los instrumentos y el escenario propicio para tomar acciones en su vida, con tal de convertirla en eso mismo: SU VIDA.

No quiso sorprender a su compañera mientras dormía, así que desde temprano la sacó de casa, la cena transcurrió con naturalidad, seguía mostrándose tímid0, aunque la mirada no dejaba de ser más audaz, más llena de un rojizo néctar; como si la sangre se le aglutinara en el iris. Cuando terminaron de cenar, subieron al viejo Ford Galaxie y echó a andar hasta tomar la carretera mientras no Alejandra, sino su ebriedad, reía a carcajadas sin parar de preguntar hacia dónde la llevaba, a lo cual, él no prestó atención; su silencio era exactamente el de siempre, sólo que esta vez comenzó a irritarla, a hacer desaparecer la risa. Hasta que al fin, el cansancio la dejó dormir en los brazos de la sombra.

Luciano siguió conduciendo hasta las cuatro de la madrugada, cuando apagó el motor y la despertó. La sorpresa al abrir los ojos, fue una playa que no parecía reconocer, con su rumor de olas, su cielo ligeramente nublado y ese aroma tan característico del agua salada al romper contra la arena. La felicidad, entonces se apoderó de ambos, quines corrieron hasta que pudieron sentir el agua fría sobre sus pies descalzos y echaron a andar lentamente y en silencio. Se detuvieron de pronto, en medio de una probable nada, e hicieron el amor sobre la arena humedecida por las olas, lo hicieron como no lo habían hecho nunca, tan desenfrenadamente, tan escandalosamente que al final sintieron que ambos habían vertido su vida entera hacia el cuerpo del otro; sólo que no sería muy preciso asegurar que fue así como sucedió; finalmente, cuando el sol comenzaba a despuntar y sus cuerpos desnudos yacían bajo la penumbra salobre de la bahía, él buscó entre la arena sus pantalones, de donde sacó minuciosamente un objeto y lo ofrendó entonces a su reconciliada mujer, que por un instante se creyó cerca de hacerlo reaccionar, cerca de obtener de él, al fin, al hombre que había buscado dentro suyo. Puede que no haya estado tan equivocada, de no ser porque de la mano firme de Luciano asomó entonces la punta afilada y reluciente de un escalpelo que había sacado del hospital y con un rápido movimiento de muñeca, rebanó la garganta de la, aún sonriente, mujer que tanto decía amarle, ahogando así primero el grito, luego la vida y con ella la desesperanza, la calambrina que le brindaba día a día…

Terminó de hacer un par de incisiones más, con la paciente precisión que caracteriza a los cirujanos; entonces, se metió con ella en el mar para lavar cualquier vestigio que pudiera vincularlo con su muerte y la arrastró consigo hasta donde creyó más probable que la devorara la inmensidad del Atlántico…

Al salir del mar, la mirada que lo acompañó durante la madrugada se había apoderado ya para siempre de su rostro. Tomó su ropa de entre la arena y la sacudió con fuerza antes de volver a ponérsela y correr hasta el auto, único testigo del último suspiro de Alejandra y de su póstumo rumor amoroso entre las olas, justo en el tálamo de su muerte. Encendió el motor y aceleró hasta llegar a casa para reportarla como desaparecida…

Texto agregado el 02-08-2008, y leído por 136 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-08-2008 tiene ritmo, ese que se necesita para estar atrapado de principio a fin sin querer soltar el texto. Muy bueno!...Siempre vale la pena esperar el tiempo necesario por tus escritos. arien3notas
02-08-2008 Tiene mucha fuerza el relato. Un cansancio que al final terminò en tragedia. Una libertad pagada a alto precio donde se involucran a dos enfermos. RHC
 
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