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- Dad- dy Yan-kee
- ¿Quién?
- Daddy Yankee
- ¿Y ese quien es?
- Cómo que quien pá -Me decía Felipe mientras que con sus enormes ojos- farolas intentaba entender como era posible que no supiera quien diablos era el personaje de marras
- El es el que canta Gasolina
- ¿Gasolina? ¿Y eso es una canción?
- Pues claro pá, ¿no la oído? “ A ella le gusta la gasolina, dale mas gasolina, a ella le encanta la gasolina, dale mas gasolina “
Los seis años de Felipe escrutaron mi rostro de cuarenta con la esperanza de detectar un vestigio de conocimiento. Su carita esperaba por una respuesta. Esforzándome por encontrar algo entre mis recientes recuerdos hallé el sonado estribillo tal vez oído en una emisora juvenil o en algunas de las fiestas de mis sobrinas.
- Pues claro , La Gasolina -Le contesté, esperando de esta forma zafarme de su mirada inquisidora
- ¿Le gusta pa?
- ¿Qué?
- Pues la Gasolina
- ¿Gustarme? Pues claro que no, como podría gustarme “eso” -Le contesté poniendo espacial énfasis en puntualizar la expresión “eso”.
- ¡Hummm!- fue la respuesta que recibí
- Pobrecito mi papá
- Un momento ahí, muchachito, ¿cómo es eso de que Pobrecito mi papá? - Dije atajando a quien se alejaba de mí, tras pobresitearme
- Pues claro pá, no ve que usted ya está viejito.
Y asestándome semejante garrotazo se me escapó de las manos el pequeño impertinente, dueño de mis afectos y ahora sentenciador de mi prematura ancianidad.
- ¿Viejo yo? - me preguntaba en un soliloquio en el que ansiaba por una voz salvadora que viniera en mi defensa.
- ¿Viejo yo? , ¡No lo creo! - pero a quien engañaba, los ángeles lambiscones tal parece que estaban demasiado ocupados como para acudir en mi auxilio, y el silencio, ese mudo acusador, me gritaba con su voz socarrona que sí, que efectivamente los años mozos rápidamente habían pasado de largo, que la juventud era una enfermedad de la que uno se cura con una extraordinaria rapidez, y que me hallaba en el limbo cronológico, ni tan Tan como lo hubiera deseado, ni muy muy como me lo pudiera temer.
- ¿Viejo yo? - Me repetí otra vez como para espantar a esa conciencia entrometida
- ¡Al diablo! , ¡Vieja la cédula!
Y heme aquí, parado ante el frío espejo, hoy mas implacable que nunca.
- ¿Y estas arruguitas en los ojos? , ¡Bah! Siempre han estado allí, deben ser de tanto reírme
- ¿Y estas entradas? -pensaba mientras pasaba mis manos por mi cuero cabelludo.
- “Tenés mas entradas que el estadio” -me dijo en una vez el imbécil de Alzate, y yo jua, jua, jua, respondiéndole con una risita de “no te lo creo, pero que ingenioso sos”, y resulta que ahora es que entiendo a la solterona de la tía Elisa, la que no le gustaban las charlas “Es que charlando, charlando se dicen las verdades”, ¡Cuánta verdad tenías viejita Elisa!
- ¿Cuanto estaré pesando? A ver, ¿setenta o setenta y cinco? ¡Virgen del Carmen! este aparato tiene que estar defectuoso, no puede ser tanto, a ver, inténtalo de nuevo, y miró desconfiado a la pesa que me observa con su pantalla numerada y esa agujita juguetona que me espera bellaca, que me reta a que me trepe nuevamente para mostrarme cuanto peso vengo arrastrando. ¡Ochenta y cuatro! Sentenció la muy ladina, ochenta y cuatro y raudamente me apeo del aparatejo, ¿Cuando me engordé tanto? me preguntó, muy pero muy calladamente para que nadie me escuche, para que ni el viento lo oiga , no vaya a ser que el muy chismoso se lo cuente a los árboles, a los pájaros, a mi mujer, al vecino de enfrente. Nuevamente me enfrento a doña espejo, cierro los ojos y mentalmente le imploro que sea benévola esta vez, con sumo cuidado los abro y la maldita es inflexible
- ¿Como le va? -Me saluda desde la fría superficie el señor barrigas, yo lo miró con ojos de látigo, y sin contestarle nada me escabullo de su sancho-panza figura.
¿Que me está pasando? -otra vez el soliloquio, y otra vez espanto las moscas que zumban por mi cabeza.
- Deja de pensar en bobadas -me digo dándome palmaditas en la espalda.
- Que tienen unas cuantas arruguitas, unas poquitas entradas que apenas si se notan y un tris de barriguita. -continuo con mi discurso consolatorio.
- Además, así me veo más sexy. -al menos eso es lo que me dice mi mujer, ¡Tan linda ella! Me reconforto al pensar eso, pero casi al instante recuerdo que también me llama “mi viejito”, así es, la señora esta me dice “mi viejito” y otra vez se cuela ese diablillo que tira de la cadena para lanzar por el retrete toda mi forzada argumentación.
- Y que pasa si estoy viejo. -me digo con una valiente resolución de enfrentarme a los hechos, plantándome firme y con dignidad, como lo hace un hombre de verdad.
- El cuerpo puede que envejezca, ¡pero no mi corazón!, tengo un corazón de quinceañero, ya se quisieran muchos tener la edad que tiene mi espíritu. ¡Punto!, ¡He dicho!, ¡Amén!……… ¿Que pasa?, ¿nadie dice nada?, nadie aplaude rabiosamente tal verdad incuestionable…..no hay expresiones de júbilo, de bravo, es cierto, tienes razón,…. No. No hay nada, sólo yo y mis inventos, sólo yo con mis solas mentiras, y este silencio, este maldito silencio que de poco sirve cuando de contarnos mentiritas se trata.
- ¿Y cuando me pudo pasar eso? -Ahora me exprimo la sesera tratando de encontrar en que momento ocurrió.
- ¿Fue en la mañana o mientras dormía?, ¿acaso cayó repentina mientras estaba en la oficina? No lo sé. ¿Cuando fue el punto de quiebre?, ¿cuál sería el día en que me acosté hombre-joven y me levanté hombre viejo?, ¿sería el día en que no pude seguir tomando café por la acidez que me causaba? ¿O la ocasión en que desistí de ir a esa fiesta por que me dolían las piernas? ¿O sería tal vez desde que empecé a rebajarle el volumen al estéreo en el que los niños muelen su estridente música? ¿O a lo mejor fue desde aquella noche en que a los traviesos labios y manos exploradoras de mi mujer respondí con un sonoro ronquido? No lo sé. Tal vez fue en todas esas ocasiones, tal vez ha venido ocurriendo desde siempre.
Ahora comprendo algunas cosas, como por ejemplo esa aversión de encontrarme con mis antiguos amigos y compañeros.
- ¿Sabes a quien me encontré hoy? -le contaba en mas de una ocasión a mi mujer.
- Pues a Gonzáles, ¿te acuerdas?
- Si ,ese, ese mismo con el que jugaba cuando era niño
- ¿Que como estaba? ¡Viejo, calvo, gordo y arrugado! definitivamente hay unos que no guardan nada para la vejez - y me echaba a reír, y ahora pienso que tal vez en otro lugar Gonzáles reía como yo, burlona y engañosamente como yo lo hacía.
Por eso procuraba evitarlos, haciéndome el dormido si se montaban en el mismo bus, o el sordo si en la calle me reconocían y me llamaban por mi nombre, me ofendían sus apariencias por que ellas me decían quien era yo, me molestaban sus achaques por que en ellos vislumbraba mis verdades ocultas, las mismas que hoy descaradamente y sin anestesia me enrostró mi hijo de seis años.
Además de Gonzáles tuve muchos otros amigos, compañeros de aventuras, camaradas de proyectos irrealizables, mosqueteros en defensa del mundo, quijotes en lucha contra molinos de viento, tejedores de ilusiones de un mundo mejor.
- “Adelante compañeros, marcha de vencedores ni un paso atrás, siempre adelante”, -y valentones nos juntábamos en una sola masa que se enfrentaba al sistema pre-establecido, tiradores de piedras en los mítines del Liceo Antioqueño y el Marco Fidel Suárez.
- “Ahí están esos son los que dañan la nación” -mientras re-leíamos en una y en otra vez las poesías de Benedetti, “No me pongas la capucha”, intercambiando casetes con las canciones de Víctor Heredia, Soledad Bravo, Piero y Mercedes Sosa “Pasan corriendo los estudiantes por que los persiguen los vigilantes, pasan corriendo los vigilantes por que los persiguen los estudiantes” y embriagados de entusiasmo jurábamos cambiar el mundo, ¡somos jóvenes!, ¿Quién puede contra nosotros?
¡Pamplinas!, tonterías de la niñez, calenturas de la juventud, aquellos “mosqueteros” hoy vestimos modestos trajes de pantalón de dril y corbata, burócratas de estrato tres y cuatro, viviendo vidas sin sobresaltos entre la oficina y la casa, entre los gritos del jefe, y la cantaleta de la mujer, entre los balances contables y el desorden de los niños, atrás quedaron los sueños de conquistar el mundo,…. ¿Conquistar el mundo? ¡Tonterías!, que lo hagan otros, ahora son otras nuestras preocupaciones, entre el colesterol y los triglicéridos, entre la hipoteca, y las cuotas del carro se va yendo la vida, la vida que jamás pensamos vivir, y henos aquí, veinte tantos años después, cincuenta mil sueños después, siendo parte del sistema, levantando molinos de viento, mirando con desdén a quienes como nosotros libran luchas quijotescas , “hay que dejarlos, son cosas de jóvenes” decimos, mientras que sentados en nuestras cómodas sillas ,con el control de la televisión en la mano, saltamos de canal en canal y las noticias nos hablan de un carro bomba que estalló en Bagdad, ¿Bagdad? ¿Dónde queda eso? , nos preguntamos, nos indignamos ante tal crueldad y medio segundo después lo olvidamos por completo cuando encontramos el partido de fútbol que tanto queríamos ver, ¿Bagdad? ¡A quien le interesa eso!,…….ahora estoy aquí, preguntándome por que mi hijo me ha llamado viejo, y se sienta a mi lado doña verdad, esa vieja entrometida que me mira con ojos de “Te lo dije” y presiento lo que me va a decir, lo que hasta ahora no quería escuchar, que todo es cierto, que las palabras de ese pequeño rufián no sabían de engaños,….. ¿Viejo yo? Si señor, viejo, muy viejo, como también vieja la cédula, viejo el corazón y viejos los sueños.
Y allí viene él nuevamente. Carita de ángel con su CD en la mano, mientras re-machaca la interminable canción, yo lo miro y entiendo ahora cuando me volví viejo, cuando elegí estudiar contaduría en vez de sociología por que la primera daba mas dinero, cuando abandoné el grupo de teatro por que no me quedaba tiempo para eso, cuando cambie los libros de novelas y poesías por los de ingeniería y matemáticas, cuando desistí de aprender la ebanistería por asistir a post-grados de análisis financieros, con cada sueño postergado, con cada ideal truncado me iba poniendo cada vez mas viejo.
- Papi, sabe quien es ese cantante
- Si hijo, es Daddy Yankee y está cantando ahora “Lo que pasó pasó”
Felipe me mira entre asombrado y complacido, espontáneamente me estampa un beso en la mejilla y me dice que me ama, a mi, a su papá viejo, y pienso entonces que ya está bien de lamentos, que no es hora para las derrotas, que el tiempo de los sueños aún no ha pasado, entonces pienso en todos esos libros de novelas y poesías que tengo por leer, y en donde matricularme para clases de ebanistería, y sonrió, me siento bien, extremadamente bien. Con el corazón joven de nuevo.

Texto agregado el 29-07-2008, y leído por 223 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
02-10-2008 Excelente relato paisano. Ese monologo tan fuerte es digno de los más bárbaros momentos de existencialismo, así son, nos encuentran débiles, pero les respondemos con fuerza. Bellamente narrado y cuidadosamente escrito. Es todo un cuentazo, con la típica colombianidad que se escurre entre las letras. 5* john_vian
02-10-2008 Excelente relato paisano. Ese monologo tan fuerte es digno de los más bárbaros momentos de existencialismo, así son, nos encuentran débiles, pero les respondemos con fuerza. Bellamente narrado y cuidadosamente escrito. Es todo un cuentazo, con la típica colombianidad que se escurre entre las letras. 5* john_vian
 
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