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No es que le guste más la cerveza que el vino pero es más barata. Abre la quinta lata. A esas horas de la noche el parque está solo. Bodrio observa las ventanas del hospital. Iluminadas aún. Enfermos dentro que sueñan con salir algún día de la miseria de su cuerpo. Algunos salen muertos, piensa Bodrio... Las enfermeras van por los cuartos aprentado presiones en los brazos, metiendo supositorios por culos indefensos, dejando buenas noches hipócritas a enfermos que confunden la luna con el rostro de algún ser querido. La rutina diaria de un hospital cualquiera. Bodrio quisiera tener una cama ahí. Son seguro más cómodas que un banco en el parque o que la esquina sucia de algún rincón... le gustaría pero no se anima a entrar. Le han contado que es más fácil entrar que salir... Ten cuidado con los hospitales, le dijo una vez otro vagabundo, porque te acomodan la cama y te hacen sentir feliz en los primeros días... la comida es sabrosa y las enfermeras son amables, pero un día, sin aviso, te conviertes en paciente. Descubrirás que tienes enfermedades que no conocías y comenzarás a sentir achaques inexplicables y lo peor son las enfermeras, que siguen siendo bellas personas con esa sonrisa encantadora... y con esa sonrisa encantadora te harán sentir los peores dolores. En eso pensaba Bodrio, pero la noche tan fría y el hambre tan cabrona le obligaron a bajar la guardia del recelo... Así que decide continuar con el plan. Termina con la quinta lata de cerveza y prepara el show. “Los que de verdad están enfermos son los que menos se quejan, pero en sus ojos puedes descubrir cuánto sufren”, le dijo un amigo que lavaba cadáveres en la morgue... Bodrio sabe que debe mostrar el dolor, todo el dolor acumulado en su vida; evoca los recuerdos de su infancia, la soledad de su juventud, los planes nunca realizados, la melancolía gris de los edificios y la monotonía vertical de las banquetas...entra en la sala de emergencias, cierra los ojos y se deja caer... todo es negro... manos que lo tocan, brazos que lo cargan, una aguja, silencio... cuando despierta está acostado en una cama. No es cómoda como le habían contado y el cuarto tampoco es caliente. El típico suero entra en su vena. Observa a su alrededor y descubre un viejo conectado a un tubo de oxígeno. Hace un ruido espantoso, el viejo. A su lado duerme un tipo con cara sedosa. No le gustan las caras sedosas porque le traen malos recuerdos. No importa. Duerme y despierta asustado en la madrugada cuando una enfermera le mide la presión... puuffff, puuuffff, puffff..... se va y lo dejan dormir de nuevo. El sol todavía no sale y ya es despertado con un “buenos días” meloso. Una enfermera gorda abre la cortina y coloca un desayuno en cada cama. Una rebanada de pan seco con una rebanada de queso y una tacita de café sin sabor. Después pasa el doctor con enfermeras al lado y una que le explica qué carajos tiene cada paciente. Cuando se paran frente a Bodrio lo miran sospechoso... se va a quedar hasta el viernes para checarle el corazón y los órganos, dice el médico con voz ronca, sin compromisos... hoy es martes. Bueno, tres días sin preocuparse por el invierno ni por las enemistades de la calle. Descubre que le falta la cerveza. Toma café. El tipo con voz sedosa es el tipo más amable del mundo. Tan amable que da asco. Bodrio odia la amabilidad de los desconocidos... “Si necesitas una cobija o tienes una pregunta puedes contar con mi ayuda”... con tu ayuda me puedo ir al infierno, piensa Bodrio con una sonrisa y agradeciendo la tierna iniciativa del sedoso. El viejo es una máquina de respirar oxígeno. No habla ni saluda, sólo respira de la máquina, callado y con ojos asustados. Así se van las horas, sin hacer nada. No llegan visitas para ninguno de los tres. Mejor así. Bodrio sale al pasillo en bata, caminando como perro cojo para disimular un poco. Siente el peso de la jerarquía de hospital: los doctores con sus batas blancas, las enfermeras con sus faldas almidonadas, los enfermos con sus pijamas arrugadas y las visitantes de civil, sanos y mirando con ojos de lástima. Igual que en la calle. Una enfermera lo pasa a buscar, lo mete a cuarto oscuro, le sube la bata y de una le introduce un supositorio por el culo... es para un exámen que le vamos a hacer más tarde, dice la enfermera, pero Bodrio descubre en sus ojos la verdad, la verdad que le dice: “Hijo de puta farsante, te vamos a educar”... Más tarde pasaron por el dos tipos vestidos de azul... se lo llevaron y en otro cuarto, esta vez iluminado como detergente, lo desnudaron, lo acostaron de lado y sin saludo le metieron un tubo largo por la boca... en ese momento comprendió por qué Marisela, la yonqui que hace cualquier cosa por unos pesos, abre esos ojos lagrimosos cuando le meten todo el falo en el hocico... Bodrio está agotado. Le arde la garganta y el estómago. Ese tubo entró duro, sin anestesia, ultrajador, descarado... sus lágrimas se confundieron con el sudor de los tipos que se esforzaban por rascar en los más profundo de sus intestinos... el sedoso amable lo saluda....”Los primeros días son los más duros, no te preocupes”... no se preocupa, en realidad no se puede procupar. En la calle la ha pasado peor. Mejor un tubo de plástico por la boca que un cuchillo en el vientre. Al otro día no le dieron desayuno. No le importó mucho, pero cuando el sedoso hizo “mmmmm” le corrió una mala idea. Una enfermera entró con una inyección enorme. El sedoso se atragantó, vistió la bata y salió al pasillo; el viejo del oxígeno cerró los ojos.... “tú te quedas aqui”, le dijo la mujer cuando Bodrio intentó levantarse...le ensartó la aguja en el corazón, de una, y el dolor fue inmenso... dolió más que las mil noches de soledad y malos recuerdos... quiso oponer resistencia, pero las fuerzas se desvanecieron al instante... al abrir los ojos descubrió que estaba acostado en una sala vacía. Vio la cara de los dos tipos vestidos de azul... mierda, otra vez los dos tipos de azul. Sintió el tubo que le introducían en el hoyo del pene, sin prisa, y sin anestesia... En la noche, agotado y con el corazón y el pene hinchados, no prestó oídos a las palabras piadosas del sedoso..."resiste, ya verás que todo se pondrá mejor”... cuando salió el sol llegó el desayuno... Bodrio recibió su rebanada seca de pan y el miserable resto... comió sin sentir hambre. La primera vez que no sentía hambre en su vida... momento, los enfermos no comen, pero él no está enfermo, o quizás si... da igual. Es jueves y la tranquilidad de ese día le parece sospechosa. El médico hace la revisión... cuando llega a su cama le pregunta que cómo se siente... Bodrio quiere responder que está bien, que nunca se sintió mejor, pero antes de poder decir algo el doctor comienza a dictarle a la enfermera que hagan tal test y tal exámen y tal revisión... entonces Bodrio, desesperado, se levanta de la cama y brinca por la ventana del sexto piso en la que está ubicado su cuarto.... la caída es seca, pero no mortal... mierda, piensa Bodrio mientras lo meten al hospital para atenderlo de emergencia...

Texto agregado el 18-07-2008, y leído por 432 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
28-08-2008 Buen texto. El final predecible gatazul8
 
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