El castillo encantado se estremece,
¿qué le pasa al castillo de Harmonía?,
convergen esplendentes esmeraldas
en rostros de apariencia gongorina...
Yashas inquietos a esconderse juegan,
ostentando delicias voluptuosas,
grabadas en ajorcas y zarcillos;
colosales destacan las pagodas.

Escándalos sexuales se avecinan,
las dictaduras huelen su fracaso,
libres las hembras, libres los varones;
destruyen las espinas de los látigos...
Emergen las Tritónidas solemnes,
comienzan en la ínsula de Lesbos
los tributos a Safo, precursora
de orgías y banquetes opulentos.
¿Qué significa amor?, alguien pregunta...
Comprender que la vida es importante,
responde Febo, ungiendo las sandalias
de Afrodita, preñada de donaire...

Sekmet, sacerdotisa con cabeza
de león, veneraba a las Esfinges;
mientras vagaban luces epilépticas
por los ojitos de una niña triste...
Duérmete niña, que una tibia nana
relajará tu corazón sensible.

(Todos cantan a coro:
"¿Dónde mora Harmonía?,
que expectantes su música esperamos;
filarmónica, extraña maravilla,
para aplastar silencios insalubres")

Prolifera la nana,
duerme a gusto la niña;
Zoroastro dignifica los silencios,
diciendo: "En el castillo está la vida,
gime el arpa que nutre los sentidos".

Cual metempsícosis de estrellas níveas,
los amantes ascienden a los órficos
dominios sustanciales de los besos;
vibran aplausos, frescos lloros,
oblicuas paradojas convulsionan
las neurastenias de los hombres locos...

Todos huyen del mundo,
que de gobernador se encuentra acéfalo;
la ilusión de lo raro
repta en la incertidumbre de los cuerpos,
la idealidad se expande en las conciencias
que persiguen algún axioma eterno...
...

Adorad la empatía de las féminas,
adorad los refugios del Nirvana,...
mil y una noches regarán de amor,
los vericuetos lóbregos del alma.