Necrofilia



Sabia que debía hacerlo, ella no hubiese querido morir para satisfacer un instinto diferente…


No quería que sufriera ni un poco, aunque en un punto merecía dolor, pero prometí no dañarla.
Escogí bien la navaja, una que fuera perfecta, exacta, ya que no cualquiera podría fornicar en su piel; le había elegido pequeña y sutil en la carne, era el único metal filoso que merecía esa bendita maldición de mujer. Cuando rebanaba su cara por el borde de la nariz sentía una gran excitación y de repente se brotaba para mi como un capullo de sangre, y ahí estaba yo, besándola con tal gracia que parecían danzar cada uno de los besos sobre de ella al pensar sobre su muerte, podía ver sus pezones bajo su blusa sobre sus senos firmes, deliciosos se mostraban ante mi, baje la mirada y entre el estrecho que causaba el pantalón y su blusa observe su vientre que se ofrecía fuerte al tacto, quería sentirla toda; el botón de su pantalón se abrió entre mis dedos cuando el sierre se deslizo, sus piernas estaban tersas, sin su blusa pude oler entre sus senos y estaban algo perfumados, suaves , los bese y lamí: el contorno de su cuerpo me susurraba entre las manos que se perdieron en su entrepierna y de repente los dedos se sumergieron dentro de ella, jugaban como gusanos en un cadáver; mi lengua de dibujaba fuera de su ombligo y al poco rato ya se encontraba donde mis dedos, se deleitaba una hermosa flor. Era atroz el sentido de tocarla con la lengua, le recorría de arriba para abajo, le besaba, le mordía, olía el verdadero placer… la mire desnuda recostada en unas sabanas de terciopelo púrpura, ofreciéndome asta el cansancio el sexo desviado que yo deseaba, tan pálida, tan hermosa, con el rostro teñido de rojo, su cuerpo que no era perfecto pero si el mas rico néctar que pude probar dentro del este pantano psicópata, se deslizaba en mis ojos como el agua en relámpago.




…esta mañana me he mirado frente al enorme espejo y si, yo ahí, el mismo monstruo que me invade dentro del deseo.