Yo pasé por el lado. No quise ver. No quise pensar. Pasé sin saludar, vengandome de la nada, de tu distracción o de de tu intención. Y me dije a mi misma "Ceguéz". Cuando tus ojos no ven, cuando no quieren ver. Cuando no se dan cuenta que yo estoy aquí mirando, queriendo. Y mis delirantes pensamientos aparecen, y se volca sobre mí una ola de emociones. "Emociones", tantas maneras de sentir, ya no puedo dejar de hacerlo. Y mientras las tardes y mañanas pasan, sigo pendiente de tus ojos, a los que les cuesta mentir. Tú dices: "tengo la razón", y yo te digo que no, que no... me escuchas, y no dicen nada más. Me dejas así... dudando, dudando todo el tiempo. Tú, que tienes mucho que decir y que no te dejas "sentir". Eres tan vulnerable como yo. Lo supe un día que conversábamos, siempre haces o dices cosas que te delatan. Yo te descubro, te dejo desnudo.
Sin embargo, hoy lloras por las hojas que caen en otoño, lloras por dentro. Tú, contando tus historias a la gente, con palabras que bailan sobre sus cabezas. Escuchan encantados. Yo sólo observo y aunque tienes esa manía de "ceguéz", me escuchas, recoges mis palabras, guardándolas en tu frágil o mentirosa memoria.
Coleccionas emociones en un clóset viejo y en ocasiones se te pierde la llave. Cuando te obligan a abrirlo te asustas, pero -aunque tienes motivos- no lloras. Dices que eso está demás y te quedas ahí,
-en medio- sin saber que hacer. Te agobia esa incertidumbre. Cuando no sabes si podrás o no seguir coleccionando emociones. El clóset hace años que está ahí mismo, la madera con que se construyó ya está gastada, el tiempo la ha dejado vieja y cada día que pasa se hace más pesado y ya no puedes cargarlo a todos los lugares donde vas. A veces -con el peso- el clóset se cae y se escapan unas cuantas emociones, desparramándose en el suelo. Suelo de otoño, suelo de invierno. Cuando pasa eso lloras, vuelves a levantarlo y todo sigue igual. Temiendo, sin saber, cuendo será la próxima vez...