La Bella Durmiente.

Por: Carlos Cuervo.













Hora de otra historia fría y sin adornos infantiles. Les contaré de una chica que vivió no hace mucho, en una ciudad como cualquier otra.



Sus bellos ojos color azul cielo hacían contraste con su tez clara. El viento era como una caricia continua a su rostro y su cabello negro envolvía su cara con cada ráfaga que se arremetía contra sí. Su nombre era Aurora, y su vida era bastante traumática.



Sus padres no solían dejarla de molestar en todo el día. Cuando llegas a la adolescencia, te das cuenta que la vida es una mierda, y tus padres creen que, madurar, es aceptar que la vida debe ser una mierda o peor. Y Aurora estaba en contra de esas tonterías. Odiaba vivir en la intranquilidad y simpleza de tener amigos, ir a fiestas, y luego aceptar que debías entrar en una monotonía de trabajar, volver a casa, descansar y al otro día volver a trabajar. No podía creer que estudiaba para semejantes tonterías al final. Era una chica que gustaba de la erudición y no de estudiar por tener una simple profesión.



Cada día estaba en la universidad mirando un mundo de conocimientos y admirando a un par de profesores. Vagaba sus pensamientos en un cuaderno y gustaba de estar en biblioteca cuando no había nadie cerca, para evitar que la molestaran. Esa era Aurora.



Pero, los problemas de la clase media la estaban alterando. Su mayor problema era su calidad femenina. Y esto la enojaba mucho. Día a día, tenía que lidiar con un montón de gente a su alrededor que tenía planeado un futuro no muy prometedor, para ella.

- ¿Serás madre de cuantos hijos? ¿y sabes cocinar?-

Preguntas como estas, suelen alterar a las chicas de hoy día. Y hacen que se castren mentalmente para no ver que pueden llegar a ser grandes estudiosas, eruditas completas, escritoras de renombre, conferencistas, y profesoras universitarias de materias importantes, no de relleno.



Aurora estaba lista para ser todo eso. No quería hijos, no quería familia. Quería relacionarse con los demás, pero no hasta el punto de dejarse absorber por ellos. Su mente tan compleja, era incomprendida y burlada en su universidad, donde todos se preparaban para ser empleados de alguna institución en especial.



Un día, Aurora despertó después de un bello sueño. Sencillamente estaba en una casa en la montaña, acompañada de algunos perros como su compañía. Suene raro o no, la soledad a veces es la mejor compañía para muchos, y si es de tener seres vivos alrededor, mejor animales que humanos metiéndote prejuicios para amarrarte. Y su sueño era simple; vivir tranquila, en una casucha de la montaña. Sus perros jugando entre si, pero sin estorbarle en sus tiempos ocupados en la enorme biblioteca que figuraba en su casa. Tan sola, pero tan acompañada de autores y gente hablándole a través de sus escritos.



El saludo de su ilustre madre al despertar de tan bello sueño fue:

- ¡TIENDA LA CAMA! ¡Hora de ir a clases! ¡Rápido!-

Entonces supo que había vuelto a una monotonía de la que difícilmente saldría. Su madre regañando a una chica que era un prodigio y no lo veía. Pocos prodigios son alabados por sus seres queridos, y ella lo sabía. ¿Por qué notarán lo malo, pero lo bueno no lo comentan siquiera? Se preguntaba...



Su madre enojada por que posiblemente su hija llegaría tarde a la Universidad, se limitaba a expresarle su amor y preocupación con regaños. Aurora estaba cansada. Mientras se duchaba, pensaba en el hermoso sueño que había tenido. Cómo era hermoso aquel sueño en que sencillamente podía controlar todo un mundo de fantasías, y podía vivir como quisiera... Su hermoso cuerpo estaba cubierto por el jabón. Sus ojos cerrados ante el chorro de cientos de gotas cayendo sobre su bello rostro y dejándose llevar por las curvas de su belleza para dejar caer el jabón por el sifón eran una dulce caricia que la relajaba durante la mañana antes de volver al mundo que odiaba...



En medio de su éxtasis, un fuerte golpe en la puerta la interrumpió, dando un leve salto.

- ¡Rápido! ¡Le cogió la tarde!- gritó su mamá a la puerta del baño.

Aurora, con un enojo enorme gritó:

- ¡QUE YA VOY!- saliendo rápidamente de la ducha.

Su madre gritaba exigiendo un respeto que no le había dado primero a Aurora. Y en medio de la discusión se oyó un fuerte golpe dentro del baño...



Aurora se había quedado callada. Su madre se preguntaba qué habría sucedido...

- Hija, ¿estás bien?- preguntó preocupada.

Aurora seguía sin contestar. Fue cuando su madre pensó lo peor, pero su enojo la nubló y pensó que sencillamente la estaba ignorando... Con desespero fue a la cocina, sacó un cuchillo y abrió a la mala la puerta del baño con aquel instrumento.

- Pero me va a oír.- decía.

Al abrir la puerta, vio a su hermosa hija acostada con la toalla apenas tapando algo de su bello cuerpo, sobre el piso de la ducha. Un pequeño río de sangre salía desde su cabeza, creciendo hacia el sifón...

- ¡AURORA!- gritó su madre...



El viento acariciaba nuevamente su rostro. Su cabello ondeaba majestuosamente y su piel contrastaba con sus bellos ojos azul cielo. Estaba en su bello jardín, en aquella casa en la montaña. Rodeada por sus perros se encontraba Aurora y sentada mirando el bello paisaje con un libro en su mano derecha entreabierto. Entonces era feliz, no había quien la despreciara ni quien la apreciara. No había quien le hablara tonterías de "no puedes" o "debes ser...". Ahora ella sería quien quisiera, le daba miedo pensar que acabaría cuando despertara...



- Aurora está en coma profundo. No sabemos cuando despertará.- decía el médico a su madre quien lloraba desconsoladamente con sentimiento de culpa...



"No mires a tu amiga; no mires a tu hermana. No seas tonta, ellas no son tú. Las comparaciones en tu mundo no han de caber. Debes ser simplemente tú; realizarte como desees y vivir con felicidad día a día. No te congeles a merced de los hombres y las mujeres, simplemente se libre para ser mejor..."

Diario de Aurora. Titulado: "Para mi, de tu mejor amiga."