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-¡Mirá, mamá!
El chico lanza su voz de hombre y calla. Se recuesta en el árbol ancho y exageradamente metido sobre la vereda de lajas de naranja despintado. Se confunde con la sombra del atardecer, que cae con rapidez desde la mano aburrida de Dios a las siete de la tarde, deshecha en ruidos de vaso roto sobre la ciudad. El chico espera, más que acompaña, a su madre en la tarea de engolfar cartones y botellas de plástico en un chango de supermercado que brilla de plata por los faros de los autos, rojos, blancos, amarillos. El cuerpo de la mujer encorvada sobre el esqueleto metálico es deforme y lo parece más aún por el tapado, enorme para su talle, que la cubre inmisericordioso. Mueve las manos sin parar, insecto que durante toda su vida no ha hecho otra cosa que ese movimiento.
No se hablan.
El chico sigue el curso de la calle, mueve los ojos con inquietud contradictoria con la expresión del físico laxo, manos percudidas, hombros adultos. La sonrisa no viene de la boca ni de la mirada, nace de una percepción combinada de ambas, incapaces cada una por su lado de esa chispa de inocencia que se quema en la infancia. Ve venir primero al perro y detrás al hombre alto, canoso, zapatillas de cuero, arrastrado por el animal puro músculo, marrón y negro.
-¡Mirá, mamá!, repite el chico ahora en voz alta con la cabeza más apoyada en el tronco del árbol para que el grito tome fuerza y pueda saltar de la garganta al aire, a la cara del mundo, a la tranquilidad copa fina del verano.
Perro y hombre que flamea tomado de la correa fina, avanzan firmes en sus colores definidos. Ambos acariciados de suerte, comidos bien antes de dormir en lugar caliente cuando hace falta. El hombre, paseante indolente protegido por obra social, lector de diarios los domingos, infeliz por haber sido feliz y porque para volver a empezar hay que terminar algo, viejo porque tuvo juventud. Perro y hombre van por la vereda hacia esa mujer inclinada, el chico sentado junto al árbol. Crecen en el cuadro de la calle, inundan de presencia la quietud de la pareja oscura. A pocos metros del encuentro, el perro tironea del cansancio propietario, va derecho hacia la pequeñez acurrucada. Olfatea, apoya el hocico húmedo en la mejilla.
-¡Mirá, mamá!. Grita eufórico el pibe con pasión descubridora.
-¡Mirá mamá!, ¡Que lindo para la parilla!
La ciudad se come las frases con hambre mitológico. Perro y hombre son ahora espaldas que huyen. Los ojos del chico siguen buscando sin memoria
El hombre alto, zapatillas de cuero, canoso, arrastrado en su indolencia de paseante por un doberman lustroso, puro músculo, marrón y negro, ve al chico y a la mujer revolviendo basura en el atardecer. Brilla el carrito de un supermercado, osamenta de la miseria, cuando los autos pasan cerca. Una brisa fresca agita por momentos el aire sucio, lo enrojece de suburbio. El hombre saca su mano del bolsillo de la campera deportiva, mira la hora, tal vez controla que aún tiene el reloj. Sus canas bien peinadas enmarcan cejas pobladas. Estos negros de mierda se la pasan viviendo de los demás, –piensa- si les ofrecés trabajo rajan para otro lado. Seguro que este pibe come en la escuela, pero en la villa tiene Direct TV.
Ve avanzar, al chico y la mujer, hacia su sombra y no al revés. Hace puño la mano derecha en el bolsillo derecho. El perro tira de la correa. Parece que el chico dice algo pero no lo escucha. Un cielo que ya no existe llena de tinta china su caída sobre el mundo. Algunas luces color desencanto cuelgan de siluetas que amenazan. Los autos, las motos aumentan la velocidad. La mujer es un informe tapado que separa materiales a ritmo de masticación. El chico tiene un gesto de perdida oportunidad. El hombre se prolonga en el perro concentrado en buscar árboles para mear a gusto. Su mano derecha sigue en la campera. Este pibe será un delincuente a corto plazo –se dice el paseante- tal vez entre por una ventana para abrir la puerta a otros chorros, tal vez compre droga y se quede en un rincón meta pegamento, pastillas, lo que sea. Pensar que con las piernas largas que tiene podría jugar tenis perfectamente, o dedicarse a correr los cien metros, o hasta ser modelo porque pinta para ser distinto a su entorno. Cualquier día de estos, supone, los títulos de los diarios anunciarán que murió en un enfrentamiento con la policía o con otras bandas de zaparrastrosos semejantes. Un desperdicio.
Ya escucha la voz de hombre del chico sucio:
-¡Mirá, mamá! Y señala al perro que ni detiene la marcha para observarlo. El hombre siente que el doberman estira la correa de cuero comprada en Easy, se deleita en esa tensión y le da una instrucción en alemán, aprendida del entrenador. Ante la voz del amo, el animal frena, molesto. Entonces el chico se acerca, con miedo. La madre sigue devastando porquerías para poder canjearlas por dos pesos. El hombre canoso deja que el chico llegue a su costado.
-¡Mirá mamá! Vuelve a decir, hambriento, imaginando al perro en la parrilla. Cuando escucha la voz del canoso se sorprende.
-¿Te querés ganar unos pesos? El chico asiente al ver la mano derecha asomar con un par de billetes color marrón.
-Vení conmigo, dice el hombre deportivo.
Se meten en una obra a medio construir, el perro siempre al borde de la correa, el chico agachado y el hombre que le acaricia los rulos mugrientos mientras piensa que ninguna ayuda debe darse por nada, mientras se repite que los gustos hay que dárselos en vida, mientras la madre sigue consumiéndose en su tarea. Poco después perro y hombre son espaldas que vuelven a lo normal. Los ojos del chico siguen buscando sin memoria, con una alegría sucia, apretando los billetes en una mano y diciendo:
-¡Mirá mamá!

Texto agregado el 23-06-2008, y leído por 163 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
14-07-2008 Hay algunas palabras que no entiendo, será por mi gran ignorancia o porque somos nacionalidades diferentes... pero bueno.. en sí la narración está muy bien :) ¿ cuántas veces un hombre de "bien" que educa a su perro... termina siendo todo lo contrario.... por favor señores perros edukar a su dueño (diría un aviso de la plaza mafalda) muy buen estilo... me llevo muchas frases de este cuento xD ciao ciao!! DCovali
23-06-2008 Tomaste de la vida la parte más triste, el sabor de la miseria y el salvaje hombre pulcro que demuestras ser más sucio y más pobre que el joven, lo que es peor , pobre de espíritu, muy bien narrado te felicito.***** Saludos lagunita
23-06-2008 Es cierto,Lo busque en el 10 de junio.Es increible como se dan las coincidencias entre los escritores.Muy bueno emece
23-06-2008 Buena narracion de contenido social. La descripcion del transeunte con el perro me llevo a la narracion que hace chapicui o capicui en "Perro paseando al dueño". trochemoche
 
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