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SUEÑA, NO CUESTA NADA



Desperté sudando copiosamente, el dolor de cabeza que me azotaba era intenso, y aun quedaban rezagos de lo agitado de la noche anterior. Muy raudo salí al pórtico con la angustia de no haber llegado a tiempo para disfrutar de la visión matinal que se me ofrecía. En ese preciso instante apareció ella. La niebla era espesa pero se apreciaba una figura encantadora, casi celestial. Sus pies daban la sensación de andar sobre nubes. No eran perceptibles los detalles pero se podía extasiar cualquier varón ante lo que suponía era el sueño diario.






-------las 7.30 AM. , Que tarde se me ha hecho.
Corrí hasta el baño sabiendo que el despertador me había jugado una mala pasada. El tiempo era limitado, así que la ducha también lo fue, pensé que era necesaria una afeitada, pero --¿a quien le importaba?
Preparé 2 huevos cocidos, café, un zumo de naranjas que me disponía a consumir..........
--------¿que tal mi querido amigo?
--------hola.
Contesté. Mientras realizaba mi labor de nutrición con premura.

En la puerta de la cocina se encontraba una figura asténica, reflaco diría yo. Era un joven de aproximadamente 18 años, pelirrojo. Brotaba picardía por cada uno de sus poros.

Carlos, era un chico que había sido prácticamente criado en el barrio, porque desde los 10 años que se inició repartiendo el periódico, fue acogido como uno mas de cada una de las familias del vecindario y ahora después de 8 años se conocía detalladamente las penas, alegrías, chismes (entiéndase cotilleos) de cada casa o apartamento de la zona.

Tomó una taza de café, un trozo de pan que mientras masticaba me miraba con una sonrisa burlesca. Ya sabía que iba a venir la pregunta del millón, y allí estaba...........

------¿óyeme viejo zorro, has visto a Lili?

----No! Contesté. Sabía que iba recibir las carcajadas ya conocidas. Esta vez no las hubo, en cambio sus palabras fueron más de pena que irónicas.

------ Parece que no fuera tu amigo. Hay pequeñas cosas que tendrías que sacarlas al sol para desembarazarnos un poco, ¿ no? ....continuaba en su monólogo.
------La verdad, es que no entiendo cuál es el miedo sí...........
----- Óyeme Carlos. Corté su uniloquio. Estoy un poco justo de tiempo, sobre la mesa esta el importe del periódico de la semana, nos vemos el lunes, trae por favor noticias más agradables, ¿de acuerdo?
Él sabía que era una de mis más grandes cualidades a la que se enfrentaba en ese momento, --Como evadir un tema--- Por eso sonreía, tomo el dinero y se marchó con su alegría de siempre.





Como cada mañana la rutina significaba un automatismo, que en cuestión de tiempo eran 20 minutos, entre el baño y la salida a laborar. Con pasos paquidérmico y contando cada una de las pisadas, me recreaba en el ir y venir de la gente con el bullicio de sus vidas desesperadas, agitadas, robándose uno a otro sus pensamientos para tomar ventaja ante cualquier atisbo de debilidad. La distancia que me separaba del sitio de trabajo eran aproximadamente 500 metros, que se me hacían una eternidad por la pereza de mis pasos, pero que significaban a pesar de todo un respiro y aliciente a la monotonía que solo se basaba en trabajar de lunes a viernes, y los fines de semana encerrarme en casa llenando los cubos de basura con factura de los restaurantes de comida rápida del vecindario.

La recepción del edificio era custodiada por “Sir Juan”, así le llamábamos al portero, un hombre de unos 65 años que se encontraba recibiendo su pensión del ayuntamiento, pero que no podía privarse de disfrutar del trato de la gente. Esto lo conseguía al trabajar en este edificio de oficinas, y que con su sonrisa cálida, un poco marchita por los años no dejaba de agradar a cuantos se le colocaban a su paso, por esta razón que en cada cumpleaños y otras fiestas, era obsequiado por el personal de las oficinas con corbatas, que entre unas y otras había llegado a reunir 2355 corbatas, en los 3 años que habían transcurrido después de su jubilación. Entre otras cosas le apasionaba el tema.

Caminé al encuentro del Sir, que me miró con una sonrisa bucólica que tendía a expresar algo de compasión.
--- Buenos días ---- Balbuceó como respuesta a mi gesto, tras asentir
----Haz visto hoy a.......... hizo una pausa mirándome fijamente para indagar con su mirada mi posible respuesta. -------Lili. Concluyó.

----Mi mueca que en mi contexto era una sonrisa, reflejó la aprobación esperada y como era costumbre el Sir colocó su hombro para que dejara descansar mi mano, esta era la única muestra de afecto que yo era capaz de brindarle. Me entregó un paquete que contenía el correo y algunos documentos que camino al ascensor fui ojeando. Ya dentro de éste, me quede abstraído mirando como se encendían las luces que anunciaban cada uno de los pisos hasta que se detuvo en la séptima planta, donde se abrió dejando escuchar el bullicio del teclear de las maquinas de escribir, el sonido del Fax, el barullo de la gente, todo esto mezclado con el humo del cigarrillo daban un aspecto muy peculiar, pero al comenzar a andar noté que todas las miradas se posaron en mí, acto seguido el ambiente se transformo en un silencio sepulcral escuchándose el chirriar de los ojos en las órbitas de aquellos. Anduve torpemente bajo la mirada cautelosa de todos hasta llegar al final del pasillo donde tiré del picaporte de la puerta que por muchos años era mi segunda casa. Mi oficina. Cerré tras de mí y pude notar que todo tras esa puerta había vuelto a la normalidad.



Las 8 de la noche me atrapó en mi desconexión con el mundo llenando formatos, firmando documentos, haciendo balances que al fin y al cabo intentaban determinar cual era el estado de todo aquello a que había entregado toda mi vida y que solo había servido para pagarme unas pequeñas vacaciones a unas playas desiertas en el pacifico, con la consecuencia deplorable de una insolación y 6 días de hospitalización por intoxicación con mariscos.
Me separé de la silla como impulsado por un resorte, abrí la puerta de la oficina que se encontraba vacía a esas horas, descendiendo por las escaleras saltando alternativamente peldaños de dos a tres hasta el bajo, allí se encontraba el Sir que como todos los días solo alcanzaba a percibir la estela de angustia que dejaban mis pasos.

La distancia recorrida hacia mi casa, era devorada, literalmente, aunque previamente tenía que pisar, empujar cuantos se cruzaban en mi camino, en esa frenética lucha por llegar realice la acostumbrada estación en la tienda del barrio, en la que al verme el dependiente solo se limitó a preguntar:
---- ¿Lo de costumbre, jefe?
Mi mirada era muy reveladora, por lo que no esperó respuesta. Introdujo en una bolsa un paquete de cigarrillos, dos botellas de un licor escocés de muy mala calidad, dos panes, 5 huevos. Los colocó en el mostrador y extendió su mano para recibir el importe acostumbrado. En mi salida presurosa, pude percibir que introdujo en su registradora el dinero sin contarlo.
Continúe mi carrera maratónica particular, que me llevo hasta el portal de una casa, con un jardín lleno de matorrales, una puerta semicorroida por los efectos de la intemperie. Al accionar el picaporte esta se abrió con un sonido oxidado por la falta de mantenimiento. El salón de 32 metros cuadrados se encontraba en desorden, a esto se le aunaba la mala decoración; parecía como si hubiese pasado un terremoto por la zona, muebles tumbados, una mesa comedor con todavía migajas de días sin limpiar, cuadros mal colgados, pero había algo que llamaba la atención. En uno de los rincones había un sofá, una mesita con soporte de mármol, un mueble con una cadena de música y seis Compact Disc, una nevera personal y encima de ella una hielera de cristal con 2 vasos, todo severamente ordenado y limpio, cosa que contrastaba con el resto del salón.

Como autómata caminé hacia el rincón posé sobre la mesa la bolsa que contenía lo adquirido en la tienda. Accioné el play que dió paso al sonido que lleno el ambiente aclarándolo todo con la voz grave de Barry Manilow. Tomé unos cubos de hielo de la nevera los introduje cuidadosamente en la hielera, tome dos cubos y los coloque en un vaso, todo al compás de la música. La primera botella la coloque en mis labios y sin darme tiempo a paladearla fue ingerida tan ávidamente cual sediento en desierto. Mis ojos sintieron la descarga en el estómago, tornándose ingurgitados. Estaba lúcido, pero los efectos del alcohol se notaban paulatinamente. Encendí un cigarro que aspire profundamente, de la segunda botella serví un poco en el vaso previamente preparado tomándolo lentamente. Se apagaron las luces, en un instante todo era tinieblas.



Me levanté presuroso como de costumbre, recorrí la habitación y el salón hasta llegar al portal. Me senté en el pretil aun frío, esperando su posible llegada. Temblaba; la ansiedad me embargaba, me contuve. Era el día esperado, no podía reprimirme. Tenía por primera vez que tomar la iniciativa. Después de mucho tiempo de haber repasado cada detalle sobre cómo hacerlo, hoy había olvidado el guión. Pero eso no era obstáculo, era hoy y era lo que importaba. Sudé copiosamente. Temblaba cada fibra de mi cuerpo, mi mirada estaba centrada en un punto exacto de la niebla, punto aparentemente inespecífico pero que ya lo había materializado con mis miradas de todas las mañanas.



---Por fin apareció ella, lentamente, como una visión. Poco a poco la niebla fue dando paso a la inigualable belleza que se fundió con ella, le coqueteo, le adorno, luego le tomo en sus manos para levantarle del suelo, le hizo andar suavemente. Aprecié su pelo suelto llegando hasta mí el aroma de rosas que emanaba, su cuerpo grácil se resbalaba entre los dedos de la niebla, todo era armónico. Mientras tanto yo me esforzaba por contener mi ímpetu, no era el momento. Esperé segundos de eternidad hasta que la niebla comenzó a disiparse. Era el momento, la señal esperada. Me levanté cautelosamente cual león al acecho de su presa, le seguí, fueron instantes muertos en el tiempo, el reloj perdió su sonido de tic tac, todo alrededor había desaparecido. Empecé a pensar como era su cara, pero en mi imaginación había una especie de laguna mental que me hacia olvidar lo referente a ella.
¡De repente ella se gira! Mi corazón empezó a latir fuertemente, le percibía por encima de mi camisa, retumbaba en el ambiente. Con un sonido desesperado por salir. No sé si la distancia que nos separaba se acortó o perdí la noción de todo. Sus manos de sedas emitieron un baile de llamada que hicieron que mis pies se movieran sin control hasta su lado; hombro a hombro; percibía su perfume que calaba hasta mi cerebro, que era imposible de analizar la naturaleza de éste. El ambiente era mágico, una desconexión completa con el medio, azahares, alelíes, rosas, e infinidad de flores danzaban con nosotros. Anduvimos en esa irreal fantasía una distancia ilimitada, cobijados bajo la discreción de la niebla, cómplice, celestina enamorada de su labor. Sentí el delicado roce del terciopelo de su mano en una de las mías, fue envuelta luego en su calor suicida hasta que me fui adaptando a tan indescriptible percepción. Mis sentidos despertaban lentamente de su letargo pero con la agudeza al máximo. El tiempo seguía en su cese. Nos detuvimos luego de nuestro deambular sin rumbo colocándonos frente a frente, muy cerca uno de otro, ¡mi visión ahora era real! Vi su cabello jugueteando con el viento, vi sus ojos montados en un marco de luces, vi sus labios susurrando un no sé que, vi su cuello fino, ¡ahora sí era una visión celestial! no me pidan que le describa el color de sus ojos, lo hermosos de los labios, la textura de sus cabellos, por que simplemente, no puedo, -------( es indescriptible.......





..............sus manos comenzaron a volar, acarició mi cara. El terciopelo no era nada comparable a lo delicado y suave que era la sensación. Fué tan lento, que contuve la respiración por un instante para poder percibir en todo su esplendor aquel momento. Sus manos siguieron su curso hasta mi pecho, cada botón de esta salió despedidos dejando mi torso desnudo, como desnuda se sentía mi alma ante cada sensación. Acercó su boca ante la mía, sus labios emitieron un suave susurro y luego fueron a posarse suavemente en los míos. De pronto sentí un golpe muy fuerte, tan fuerte que mi cabeza quería estallar, tan fuerte que me sentí mareado. Todo volvía a dar vueltas, divisé la mesa, divise el salón desordenado, me había caído del sofá, dándome con la mesa un golpe tan fuerte que me había roto la cabeza con el borde de ella. Había roto vasos, cristales por todos lados.

Soñar no cuesta nada, lo importante es enfrentarse a la realidad.

Texto agregado el 16-06-2008, y leído por 680 visitantes. (0 votos)


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