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Nadie en la galería conocía al autor ni el nombre real de la obra. Pero todos estaban de acuerdo en que era una hermosa pintura. La habían encontrado en una vieja bodega de museo de arte de Ciudad Neón. La llamaban “La Dama en rojo” porque eso representaba. Era un retrato absolutamente atemporal, tanto en su forma como en su fondo. La mujer podía ser joven o vieja, débil o fuerte, amante esposa o devota virgen, dependía de quien la mirase. Lucía un vestido rojo con bordados de hilos dorados.
Amelia llevaba cerca de dos meses restaurándola. Retocando cada detalle, reviviendo cada centímetro de color perdido por el tiempo. Dudaba, cada vez que lo veía, que alguna vez terminase esa labor. Luchaba por encontrar un rojo como aquel original pero no daba con él. Así que usaba uno que a todos parecía lo suficientemente parecido pero que a ella no le convencía. Cada noche, antes de cubrir la pintura y despedirse de ella, pasaba largos minutos simplemente contemplándola. Admirándola. Miraba los oscuros y profundos ojos de la Dama. La línea de los labios puros e incitantes. La palidez del rostro, terso pero marcado por experiencias que Amelia deseaba descubrir.
-¿Quién eres?-. Solía preguntarle en la solitaria penumbra del salón de la galería donde hacía su trabajo.
Pero la Dama sólo la miraba en silencio. Nunca respondía, sólo la miraba con esos oscuros y profundos ojos.
Cada noche, Amelia se dormía pensando en la Dama y cada mañana despertaba con la sensación de haber soñada con ella. Bueno, eso era cuando dormía. La mayoría de las veces sólo daba vueltas en su cama pensando, imaginando preguntas y respuestas.
Una noche, para Amelia, una como todas las demás. Estaba mirando la pintura antes de despedirse de ella cuando la voz de Jorge llamó su atención tras ella.
-Supongo que te enteraste-. Dijo el hombre. Unos dos años mayor que ella y encargado de la administración de la galería.
Amelia lo miró inquieta. Tenía el presentimiento de que su estrecha relación con la Dama estaba llegando a su fin.
-¿De qué tendría que estar enterada?-. Preguntó, cubriendo la pintura, como si evitase que la Dama oyese lo que Jorge iba a decirle.
-La Dama se va-. Dijo Jorge, sin siquiera pestañear.
Amelia sintió que se le doblaban las piernas. ¿Iban a separarlas? ¿Se atreverían a separarlas?
-No está lista-. Dijo, con la garganta apretada.
-Hemos seguido tu avance-. Dijo Jorge. Amelia enrojeció de cólera pero no dijo nada-. La junta cree que está lista para la venta y el trato ya se cerró.
Ante eso Amelia no pudo resistir. Tuvo que sentarse para no desmayarse. Jorge se acercó notoriamente arrepentido de su rudeza.
-Entiendo como te sientes-. Le dijo, suavemente-. No puedo hacer nada al respecto.
-Ella... yo-. Dijo Amelia, comenzando a llorar.
-Ella es ella y tú eres tú-. Dijo Jorge-. Es sólo un trabajo, no dejes que vaya más allá.
Amelia lo miró contrariada. Sabía lo él sentía por ella. Jorge siempre la había amado pero nunca se atrevió a confesar sus sentimientos. Seguramente no era fácil para él tener que hacerla pasar por eso.
-Te propongo algo-. Dijo Jorge-. Quédate esta noche con ella. Yo avisaré al guardia nocturno que te quedarás aquí y que no te moleste para nada.
-¿En serio harías eso?-. Preguntó ella-. ¿Harías eso por mí?
-Yo haría cualquier cosa por ti-. Dijo él, sonriendo.
Amelia secó las lagrimas de su rostro y dio un abrazo a Jorge. Lo besó en los labios.
-Gracias-. Dijo.
Jorge no dejó de sonreír y salió del cuarto de restauración. Al poco rato, Amelia calculó que las luces principales del museo se estarían apagando. Sólo estaría ella, cinco guardias armados y la Dama.
Quitó la sábana de la pintura y acercó una luz al rostro de la Dama.
-Parece que es nuestra última noche juntas, amiga-. Dijo Amelia, preparándose una taza de café.
Los ojos de la Dama brillaban oscuros por la cercanía del foco de la luz. Su sonrisa parecía un poco más apagada que antes, como si también lamentase irse.
Amelia se bebió el café y miró sus instrumentos de trabajo. Pequeños adminículos metálicos, parecidos a bisturís médicos y a mismo tiempo espátulas de albañil. Además de pinceles y pomos de óleo de diversos colores. Todo esto dispuesto sobre una pequeña bandeja de metálica en una pequeña mesita de trabajo.
Al dejar la taza de café en una esquina de la mesa, Amelia pasó a llevar con el brazo, involuntariamente, uno de estos pequeños bisturís. El corte fue pequeño pero profundo, una gran gota de sangre cayó en la mesa. Tomado un pañuelo limpio de su bolso, Amelia limpió su herida y la mesa. Al botar el pañuelo al bote de basura, notó algo extraño en la mancha que su sangre había dejado. Se dio vuelta de inmediato a ver a la Dama.
-Eso es-. Dijo-. Así lo hizo ¿cierto?
La Dama la miró en silencio desde su mundo bidimensional.
Amelia tomó el pañuelo y comparó el color de la mancha con la parte menos dañada del vestido de la Dama. Se volvió a sentar, con una gran sonrisa en los labios.
-Así lo hizo, entonces-. Dijo Amelia. La sonrisa de la Dama pareció revivir con el descubrimiento.
Amelia encendió más luces para asegurarse que no era efecto de alguna sombra. No, no había truco alguno, no era una ilusión óptica. Volvió a mirar a la dama los ojos.
-¿Quién eres? ¿Quién te retrató?-. Preguntó-. ¿Tu esposo? No, seguramente no un esposo... ah, ya sé, fue tu amante, cierto.
La pintura no contestó. La Dama permaneció en silencio ante las preguntas de Amelia.
-¿Fue tu idea o de él? Usar sangre mezclada en la pintura-. Amelia se fijó en la mirada de la Dama-. Era su sangre ¿Cierto? Él fue capaz de usar su propia sangre para inmortalizar tu imagen...
Amelia se sentó y se preparó otro café.
-¿Puede un amor llegar a tanto?-. Preguntó sin mirar el cuadro-. ¿Qué sentimiento provoca algo así en un hombre? ¿Qué sentimiento deja que una mujer lo permita?
Bebió un sorbo de su café y volvió a mirar a la Dama.
-¿Cuánto usó?-. Preguntó Amelia-. ¿Uno, dos litros?
La Dama parecía sonreír con más ganas.
-¿Cómo lo permitiste? ¿Por qué?
Amelia comenzaba a llorar si saber por qué.
-¿Lo amabas?-. Le pareció que la Dama hacía un ligero desprecio-. ¿Valió la pena que hiciera eso por ti?
La Dama no dijo nada, su mirada parecía más profunda.
-Él murió ¿Cierto?-. Amelia creyó leerlo en los ojos de la Dama-. Murió por hacer esta pintura. Murió cuando tú le pediste que lo hiciera ¿Cierto?
La sonrisa crecía, malévola. El brillo de los ojos era odioso. Amelia sintió nauseas.
-Tú lo mataste-. Dijo, retorciéndose por un dolor agudo en el estómago-. Lo obligaste a hacerlo.
Los ojos de la Dama parecieron cerrarse un poco, los labios, abrirse.
Amelia se acercó a la pintura. Le pareció que la Dama quería susurrarle algo en el oído. Un secreto. Alguna cosa de mujeres. Al acercarse sintió el aroma de la pintura, como si fuese fresca, como si hubiese sido recién pintada. Pudo notar entre el aroma un leve toque salado. Agridulce. El aroma a sangre del pintor.
Amelia retrocedió y tomó el más grande de los “bisturís”. Volvió a acercarse a la Dama y volvió a sentir un susurro en el aire. El dolor en su vientre fue mayor.
-No lo entiendo pero lo detendré-. Dijo Amelia, acercando el bisturí al rostro de la Dama.
Los ojos de la pintura parecieron abrirse más. Amelia se sintió mareada ante la mirada oscura. Los labios de la Dama parecía que querían decir algo. La vista de Amelia comenzó a nublarse. Apenas y tenía conciencia de sí misma, se estaba perdiendo poco a poco en los ojos de la Dama, en su profundidad, en su oscuridad.

Jorge llamó a la puerta dos veces antes de entrar en la sala de restauración. Al hacerlo encontró las luces aún encendidas. La pintura estaba cubierta por la sábana. Amelia estaba tirada en el suelo.
A medida que se acercaba, Jorge sintió un miedo horrible. Aun así no fue capaz de moverse rápido. Cada paso le costaba, cada latido de su corazón era un tambor en su cabeza, cada respiración le dolía.
Notó la sangre en el suelo antes de llegar junto a Amelia. Vio los cortes en sus brazos antes de fijarse en el bisturí. Miró el rostro de Amelia e imaginó su dolor. Miró la sábana cubriendo a la Dama y supo que era su culpa.
Llorando de odio y dolor tomó el bisturí ensangrentado. Se acercó a la pintura y quitó la sábana.
La Dama esperaba con la mirada oscura y la sonrisa cruel. Su rostro seguía tan pálido como siempre pero sus ojos brillaban de una manera extraña, como complacida. Su boca sonreía satisfecha.
Jorge acercó el bisturí al rostro de la Dama, dispuesto a destrozarla. La Dama debía pagar. Era la culpable de la obsesión de Amelia. Pensó en el dolor de aquella a quien amaba al saber que las separarían. Dolor que él mismo había sido catalizador al darle la noticia. De alguna manera, supo que la Dama era la culpable.
-Tú la mataste-. Dijo, sin saber aquello a la Dama no le importaba-. La obligaste a hacerlo.
En ese momento entró en la sala uno de los guardias del museo. Vio el cuerpo de Amelia, la sangre, a Jorge de espaldas a él, con el bisturí en la mano.
-Deténgase-. Dijo el guardia, sacando su arma.
Jorge no se dio vuelta enseguida. Bajó la vista un poco y notó algo extraño en la pintura. El vestido de la Dama estaba diferente. Más rojo. Más vivo, como si algo le hubiese transmitido una energía nueva. Miró nuevamente los ojos de la Dama y creyó comprender. Creyó, también, que la Dama le susurraba algo con sus labios delgados y malévolos. Entonces se dio vuelta.
El guardia disparó al ver la mirada de Jorge. Una mirada de odio como nunca había visto en una persona. Una determinación que lo asustó demasiado.
El museo estuvo cerrado por tres días, durante la investigación. Al final se resolvió que Jorge había matado a Amelia por una disputa amorosa. Había varios testigos de que él sentía algo por ella y que no era correspondido. Por otro lado, Jorge había muerto por un disparo hecho en defensa propia por uno de los guardias de seguridad del mismo museo.
Respecto a la Dama en rojo, fue vendida a un importante hombre de negocios, quien ahora la contempla sobre una chimenea falsa en su departamento de verano. Cada noche, antes de dormir, se queda contemplándola un momento. Sus ojos oscuros, su sonrisa delgada. Y a veces, cree oír que ella le susurra algo al oído. Pero eso no se lo ha contado a nadie.

Texto agregado el 12-06-2008, y leído por 570 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
14-06-2008 perfecto y maravilloso! trayna
13-06-2008 de verdad me gusto mucho. me enganchaste desde el principio al fin. felicitaciones***** carolina52
13-06-2008 Bien narrado. Me ha atrapado. soledad333
13-06-2008 muy bueno, atrapante de principio a fin Mis 5 ***** cerrense
12-06-2008 Me gusto miradorlontano
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