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17. EL DIOS DE LOS SUEÑOS

Comenzaron el camino de regreso. Las nubes parecían seguirles, pues el cielo se tornó negro en pocos minutos. Al acaecer la noche, cuando Miranda y María decidieron hacer un alto en el camino, solo tenían la luz de los relámpagos que irrumpían en el oscuro y monótono cielo. El Bosque de las Luces había quedado atrás, pero aún caminaban entre árboles y vegetación. María consiguió quedarse dormida pese a la lluvia que comenzaba a caerle encima, pero Miranda se desveló. Como solía hacer cuando no podía dormir, se levantó a dar una vuelta. Cuando la lluvia comenzó a apretar Miranda estaba ya muy lejos del lugar donde se separó de María, y era tal el agua que caía que no se atrevía ni siquiera a moverse. Estaba empapada, e irracionalmente, como se suele hacer, aunque ya estuviera mojada, se escondió bajo un árbol. La luz de un relámpago reveló que Miranda no estaba sola. Una persona se le acercaba, era alguien que por la completa oscuridad no se podía reconocer, y los relámpagos que aparecían no revelaban sino la silueta en penumbra de un hombre. Él estaba seguro de quién era ella, pero ella estaba asustada, aunque no lo suficiente como para desconfiar de aquel hombre. Cuando el hombre estuvo lo suficientemente cerca de ella la abrazó, y ella enseguida notó que fuera quien fuera, aquella persona era la mejor que podía aparecer en aquel momento. Sólo necesitaba un abrazo para dejar atrás toda su tristeza. Su cuerpo rozando el de Miranda le hacía comprender que no podría existir mejor alma gemela que aquel visitante desconocido, Miranda le besó en el cuello, y él fue subiendo con su boca desde la garganta hasta sus labios, donde declararon que aquel sentimiento era mutuo. Al poco rato, después de un largo beso, él dijo “adiós”, y para cuando llegó el próximo relámpago, Miranda ya no lo vio a su lado. Miranda, aunque no lo había visto, tenía muy claro quien era aquel hombre pero, por ocultar su enfado hacia él, hizo como si no supiera nada. Dean había desaparecido dejando a Miranda sólo un dulce recuerdo.
La lluvia amainó. Miranda regresó y vio a María empapada y despierta
- ¡Te he estado buscando! ¿Dónde estabas?
- Me fui a dar una vuelta y me cogió la lluvia
Unos días después llegaron a las tribus Nanditas. El pueblo estaba de celebración
- ¿Qué fiestas son? - preguntó María
- No lo sé, nunca se han celebrado aquí antes - dijo Miranda algo confusa, y le preguntó a una joven que pasaba por allí - ¿Qué se celebra?
- Nuestra diosa suprema ha concebido a un hijo. Todavía no se sabe nada de él, solamente que ha sido incluido un nuevo dios al círculo llamado Dean. Las sacerdotisas creen que será el dios de los sueños - dijo la joven, y entonces Miranda echó a correr hacia el palacio sin esperar a María. María se sorprendió al ver así a Miranda. Tras hablar un poco con las mujeres de cómo sería la celebración, María fue a ver a Miranda, pero al parecer estaba durmiendo.
Cuando Miranda entró en su habitación, las paredes se tornaron de un blanco brillante hasta que estuvo en un lugar aparte del mundo, y al frente tenía a Dean que se le acercaba a abrazarla. Pero Miranda, ya que no tenía fuerzas para hablar dio un paso atrás para evitarlo.
- Perdóname Miranda. Ya lo ves, como decía el mito, recé a Heaven para que me rescatara de esta incertidumbre: Ni dios, ni humano. Ella me dio a elegir entre seguir como hasta ahora o ser un dios. Pero en ninguna de las dos opciones se me daba la posibilidad de estar contigo. De modo que elegí ser un dios, porque aunque sigan sin permitirme estar junto a ti, ¿quién le prohíbe a un dios mirar a una humana hasta que varios meses de contemplación sustituyan a un solo segundo junto a ti? ¿Quién prohíbe a un dios adorar a una humana? ¿Quién prohíbe a un dios en una situación de extrema sed beber de los labios de una mujer humana? Y ¿Quién prohíbe que accidentalmente un dios acaricie el cuerpo de una humana? Por grave que sea el castigo de tales prohibiciones lo asumiré, aunque no se me permita estar junto a ti, perdóname... - y entonces Miranda regresó a su habitación. Le hubiera gustado decirle multitud de cosas a Dean, cosas insultantes, pero en aquel lugar fuera de la habitación no se sentía con ganas.
Miranda se asomó por la ventana, ya era de noche. La luna estaba en lo alto, y parecía que las nubes se habían acordado mostrar aquella noche la Luna más bella que hubieran visto jamás en las tribus Nanditas desde la época de la reina Era Nueva. Salió de la habitación, y se dirigió a la de María. Tenía ganas de saber nuevas noticias que ella se había perdido por la aparición de Dean. María estaba durmiendo, parecía tener una cara placentera, y Miranda decidió esperar al siguiente día para enterarse de todo lo que había pasado, no tenía prisa alguna.
En efecto, María estaba en un profundo sueño: Estaba en un gran carruaje tirado por extrañas bestias semejantes a las que había encontrado en el bosque. Por delante de ella iban 120 Jurásikas. Sólo mujeres, no necesitaba a los niños para dar muerte a las Nanditas. Pese a la crueldad de su sueño María se sentía bien siendo cruel. Necesitaba de la sed de sangre con la que los dioses habían dotado a los humanos para la caza y la guerra. De las 120 guerreras, 20 colocadas estratégicamente llevaban estandartes con el símbolo de las tribus jurásikas. Pese a los pensamientos de la gran mayoría, esas soldados no eran una pérdida de soldados, era mucho más efectivo el miedo que provocaban en el enemigo, haciéndoles pensar que van sobrados de guerreras, que las mismas armas. Esas veinte personas en lugar de atacar a veinte enemigos, lo harían a todas las tribus Nanditas. María en su carruaje se sentía segura de ganar la batalla. Seguramente esta seguridad se debía a que su sueño no era más que la historia de sus tierras y de lo que pasó en el año 998, pero esto era una simple adaptación que María hizo de ella. María tenía una gran seguridad y al mismo tiempo un gran miedo. Ahora vengaría la muerte de su madre. Rodearon la ciudad Nandita y fueron a un gran campo de batalla donde les esperaba el enemigo. María descendió de su carruaje y se acercó a una carpa que estaba próxima a ella. Y allí con una gran recibida entró dentro, donde le esperaba la reina de las tribus Nanditas: Necria. Se sentaron frente a frente. Necria tenía el aspecto de Miranda, pero como en todo sueño, las cosas no son como parecen sino como las crees, es decir, que si María creía que Miranda era la reina Necria, Miranda era la reina Necria. En cuanto María entró a la carpa comenzó la gran guerra.
Así eran las guerras en esos tiempos, las reinas no participaban en ellas. En todo caso, siguiendo su protocolo se enfrentaban a solas, primero verbalmente, y, si la situación lo requería llegaban a las manos, pero solo con las manos, sin armas. Aunque se ha oído hablar de grandes traiciones (como fue la del año 998, precisamente el año que estaba reviviendo María) en las que a las reinas preferían la muerte de la reina enemiga a su propia honra. La tribu ganadora, en lugar de arrasar con la ciudad sin reina de sus enemigos, debía esperar a que la hija de la reina que perdió la batalla herede la corona, para posteriormente negociar la situación. Ésta, aunque una guerra igual de sucia como otra cualquiera, era mucho más civilizada que las que practican las civilizaciones de otros mundos.
- ¿Que tal van las cosas en tu querida Millenia? - dijo irónicamente Necria. Obviamente, si Miranda era Necria, María era la reina Millenia de las tribus Jurásikas
- Perfectamente, Necria. Mucho mejor que en este infierno de esclavitud - dijo Millenia
- La esclavitud no es más que otra alternativa más, ¿por qué te desagrada tanto?
- Porque no puedes jugar así con tus súbditos. Así tu pueblo nunca será un pueblo bien gobernado
- Todo lo contrario, la esclavitud es la nueva forma de gobierno impuesta por la madre de mi madre, Cerbera, la primera nigromante - dijo Necria con orgullo
- Exacto, nigromante. La magia negra y la oscuridad fueron quienes le metieron esas ideas en la cabeza
- Oh que equivocada estás. Primero llegó la esclavitud, y no fue hasta años después que se entregó a la oscuridad. Fueron las enseñanzas divinas las que le llevaron a pensar esto - dijo Necria
- ¡Las enseñanzas divinas nunca recomendarían algo así!
- Claro que no, al menos directamente no. Pero sí que dicen que cuando una pregunta se te plantea, debes buscar la respuesta en la naturaleza
- No hay ser esclavizado en la naturaleza salvo tu pueblo - dijo Millenia
- Hablas por impulsos, demasiado rápido, sin pensar. Para conseguir un pueblo perfecto has de comparar con dos seres de la naturaleza. Pensemos en un alga y un animal ¿en que se diferencian? - dijo Necria
- El animal es el más perfecto
- Bien, veo que sabes pensar después de todo. – dijo Necria - Pues tu pueblo es un alga y el mío es un animal. Mientras que en el tuyo los miembros que lo forman, es decir sus células, hacen todas lo mismo, lo que quieren, tienen todas los mismos derechos porque son iguales y obtienen sus beneficios; en el mío, aunque cree desigualdades y se pierdan los beneficios, al repartir entre las células todas las funciones y hacer que se especialicen, se crea una sociedad perfecta. Mi pueblo alcanza la perfección al igual que lo hace la naturaleza, lo que lo hace doblemente perfecto
- Cerbera era una fanática obsesionada – contestó Millenia - creía poder conversar con los dioses, decía que ellos la inspiraban. En pocas palabras, Cerbera estaba loca. La oscuridad presente en ti y en tus palabras hacen que te parezcan pensamientos lógicos, incluso casi me lo parecen a mi. Sienta la cabeza Necria, haz libres a tus tribus
- No se puede ser totalmente oscuro, el hecho de que haya aceptado en mí la oscuridad ha hecho que sea totalmente neutra, oscura y blanca a la vez. Yo soy la que puede pensar libremente sin que la moral ate mis pensamientos y los reduzca a un cuarenta por cien de lo que podrían ser. Tú eres la que estás siendo influida por la luz, tanto, que hasta tú misma eres esclava de la luz. Pero no seré yo quien te anime a alcanzar poder porque no es nuestra manera de gobernar el motivo de esta guerra - Millenia se quedó sin palabras pensando
- Sabes muy bien el motivo de esta guerra, ¿no? - dijo al fin Millenia
- Claro, maté a aquella enclenque madre tuya y a la que, sin recibir golpe alguno, agarré firmemente del pescuezo como a un animal, y la maté viendo como su sangre resbalaba desde su boca por sus pechos. Tenía la cara de un cerdo que va a la matanza, la tenía tan aferrada por el cuello que solo podía gruñir. Sus últimas palabras fueron - dijo Necria divertida
- ¿Por qué empleas ese sucio lenguaje conmigo? Y sobre todo, ¿Por qué mataste tan cruelmente a mi madre? - dijo Millenia ofendida
- Aparte de lo obvio, pues sois Jurásikas y nosotras Nanditas, maté a Rosario porque aún recuerdo cuando desperté y a la puerta de mi palacio encontré la cabeza de mi madre, Satania, arrancada con sus propias manos, como señal de que en cuanto asumiera el trono me tocaría parlamentar con ella –dijo con ira Necria. Ante esto Millenia no tenía nada que decir, pero sabía el porqué de la muerte de Satania
- Sabes que tu madre murió en manos de mi abuela Susana, no de mi madre - dijo Millenia
- La sangre se paga con sangre, y tu madre llevaba la sangre de Susana, tú tienes la sangre de Susana, tu hija tiene la sangre de Susana y tus nietas tendrán la sangre de Susana, al igual que sus hijas la tendrán. Además, no fue solo Satania, sino que la madre de Susana, Pituca mató a Cerbera, mi abuela
- Cerbera utilizó la magia negra para abrirse paso en el bosque e intentó esclavizar a todas las Jurásikas, allí mató a Elisabeth, la anterior reina
- ¿Y quién no necesita esclavos? – dijo melosamente Necria - ¿No harías tú lo mismo? La perfección está en la esclavitud. Bajo las órdenes de una sola persona no hay problemas ni nadie que se oponga a su voluntad, y si para ello debemos sufrir eternamente tras la muerte, quiero ser esa Necria, la nigromante, la poderosa fuente de todo bien. Porque en cuanto todo esté bajo mi poder, los conceptos del bien y del mal nunca serán los mismos.
- ¿Cómo puedes estar tan segura de tu victoria? Parece que no sepas que así ha sido y lo será. Desde que murió Elisabeth ha habido una serie de regicidios por venganza, y ahora te toca a ti morir - dijo Millenia
- No lucharé contigo, saldré por este lado de la carpa - dijo Necria, haciendo uso de su derecho a no luchar
- Pues en ese caso, yo también lo haré, pero con esto solo pospones tu propia muerte y derrota, y tu hambre y la de tus hijas, además de ser un gran acto de cobardía que demuestra lo poco poderosa que eres
- Yo no he dicho que tu también salieras de aquí con vida. Si sales será responsabilidad tuya, pues quien avisa no es traidor, y por lo tanto no es deshonrado - dijo Necria
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Que tras la puerta de la carpa esperan dos de mis soldados que no han participado en la guerra. Si sales, si no te matan ellas, lo haré yo. Así que si lo haces, como ya sabes lo que te espera no sería una traición ni una trampa, sería un suicidio por tu parte - dijo Necria sonriente
- ¡No saldrás de aquí con vida! - dijo Millenia abalanzándose a Necria
- ¡No puedes luchar conmigo en esta carpa si no es aceptado por mí! - dijo Necria cogiendo a Millenia por las muñecas. Necria salió de la carpa, y en ese momento Millenia cogió un vaso y lo lanzó por la salida de la carpa, con la suerte de que el vaso le dio a una de las soldados que estaba esperando fuera e hizo que se cayera al suelo. La otra soldado se alteró y entró a matarla
- Dentro de esta carpa no me podéis tocar a no ser que acepte ser tocada – dijo Millenia, y entonces entró Necria y mandó a su soldado que se retirara. Así, Millenia infundió tal miedo entre las soldados que ninguna quería esperar en la puerta. María salió de la carpa asegurándose de que no había nadie y entonces en lugar de encontrar el paisaje que había esperado encontrar, se encontró en un lugar completamente en blanco, se giró para comprobar si la carpa seguía allí, pero ya no estaba. En ese momento recordó a Orly, era poco lo que lo conocía, pero sabía que él era su alma gemela. Lo estaba viendo en aquellos momentos en su sueño. De pronto a Orly le cambió la cara, la cara que ahora veía no la lograba reconocer, se parecía a la de Orly, pero sin duda no era él. María se puso a llorar con las manos en los ojos, pero de pronto la luz le dio en los ojos. Ya no tenía ganas de llorar, se sentía de nuevo violenta. Alzó la cabeza y se vio rodeada de gente, hombres y mujeres mayores observándole con temor, sentía un fuerte temblor en el pecho, el corazón le latía con fuerza porque, lo que el ojo que le colgaba del cuello le incitaba a hacer era algo que ella deseaba hacer hace mucho. Estaba en un pueblo, y por lo visto tenía a todos los aldeanos presentes. Eran las tribus de Bakal, y con solo desearlo podría acabar con todos en un santiamén. Las madres cogían a sus hijos en brazos, todos se abrazaban y parecían felices, lo que a María le sentó como un insulto a su forma de pensar. Parecía que todos estuvieran esperando que María hiciera algún milagro. ¿Seguirían pensando que ella era Heaven? “Si todavía lo creen les daré la sorpresa de su vida, verán qué es lo que su diosa les desea” pensó para ella misma
- ¿Estáis aquí todos? – gritó
- La gripe mantiene a casi la mitad de los nuestros en cama, nos prometiste una solución, ¿nos la darás? - dijo una mujer que tenía unas grandes ojeras. Al parecer la gripe de la que hablaban había afectado a muchos, y esa mujer había pasado la noche en vela cuidando de los enfermos que había en su casa
- Bien, ¡con esto me bastará! Mañana, el problema de que la mitad de este pueblo esté enfermo estará solucionado, pues mañana en este pueblo ¡todos estarán enfermos! - dijo María, y al ver las caras de sorpresa de la gente la sed de sangre se multiplicó. Hizo levitar el Ojo de Minina y con un fuerte fogonazo de luz…se despertó.

Texto agregado el 11-06-2008, y leído por 74 visitantes. (0 votos)


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