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Hace muchos años.. muchísimos.. en un lugar de una geografía rodeada de montañas y valles de muy frondosa vegetación, vivía una manada de ciervos.
Tenían a su alcance todo lo necesario para desarrollar una vida apacible y tranquila, ríos donde saciar la sed, pequeñas cuevas donde invernar y cuidar a los pequeños, divertidas cascadas para disfrutar de buenos baños que terminaban en lagos de aguas mansas donde las crías mas chicas nadaban cual piscina natural.
La generosidad de la naturaleza era tal, que la vegetación más rica para comer eran unas flores de diversos colores.
Estas flores nacían de pequeñas pero fuertes plantas, que vivían enroscadas a los troncos de los árboles mas comunes del lugar.
Un día uno de los ciervos mientras desayunaba, vio como el sol que pasaba entre las hojas del árbol, iluminaba de una forma diferente la flor que tenia delante. Era preciosa, el color de los pétalos entre azulado y verde, cuyo matiz iba en aumento desde el centro, donde tenia tres pequeñas bolitas amarillas como el sol. Se quedo realmente maravillado de la flor y eso que siempre había estado comiendo por estos árboles esas flores. Tanto le gusto que no se la comió. En lugar de ello, se sentó y se quedo todo el tiempo observándola.
El encontrarse solo, frente a esa flor le permitió que poco a poco todo lo que le rodeaba se fuera transformando. Y viajo con su mente por sitios encantadores, ricos en colores, pacíficos, sosegados, una sensación de armonía le embargo de tal grado que ni cuenta se dio que transcurrió todo el día. De pronto como tomando conciencia de la hora que era, corrió junto a el resto para encaminarse a su refugio donde pasar la noche.
Al día siguiente, muy temprano, fue nuevamente al paraje donde ayer había visto la flor, y como por magia natural, de nuevo quedo prendado de la flor, así fueron pasando los días.
Como consecuencia de solo observar esa flor, el ciervo que no comía con el animo de no perderse ni un minuto de esa visión, se fue debilitando.
Los amigos y familiares del ciervo no entendían que ocurría, ya que este descubrimiento lo conservaba como el mas importante secreto jamás conocido.
Hasta que un día, el jefe de la manada mando a llamar a un mono que por esos lados tenia fama de ser un buen entendedor de los procesos naturales y por ende del crecimiento de los seres vivos. Al explicarle el problema que se presentaba el mono resolvió seguir al ciervo sigilosamente durante esas misteriosas salidas diarias.
Así, al día siguiente el mono con mucho cuidado que el ciervo no se diera cuenta, llego hasta el paraje donde estaba esa flor que tanta magia causaba, y al verla entendió completamente la actitud del débil ciervo.
Medito unos minutos cual solución habría para resolver esta situación, y como conocedor y entendedor de los mas pequeños sucesos de la naturaleza, concluyo que la forma mas eficiente de que el ciervo se alimentara sin comerse la flor, era sustituir esta por los pequeños brotes que nacían en las ramas del árbol donde se sostenía la planta.
Sin lugar a dudas esas tiernas hojas tenían los componentes naturales necesarios para alimentar al ciervo, por lo cual el mismo recogió varios y uno a uno fue dejándolos caer delante del ciervo.
El ciervo, tímidamente, empezó a comer esos brotes, y en unos días noto la mejoría, al grado que ya prácticamente no notaba ninguna diferencia con las flores que durante tanto tiempo comió.
El mono que no podía estar yendo todos los días a alimentar al ciervo, le enseño a este como con cuidado y paciencia podía alcanzar los brotes de las ramas sin desatender la imagen de la flor.
Poco a poco el ciervo recupero su buen estado físico al tiempo que estaba dichoso de alegría, sentía mucha paz, y así se lo comenzó a trasmitir a los miembros de la manda.
Todos por su cuenta empezaron encontrar flores que les hacia nacer los mismos sentimientos que el, y también procuraban alcanzar los brotes de las ramas.
El tiempo hacia que cada vez se tuvieran que estirar mas y mas para poder comer, y la naturaleza se encargo, cual señora de la creación, que la fisonomía de los ciervos cambiara y se adaptara a la nueva alimentación. Tanto estiraban el cuello que poco a poco sin que nadie lo notara, esos que en su día eran ciervos, se fueron transformando en algo nuevo.
Como la costumbre de mirar las flores y alimentarse de los brotes tiernos de las ramas perduro para siempre, hoy podemos ver esos ciervos a los que llamamos jirafas.


Texto agregado el 03-06-2008, y leído por 455 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
13-06-2008 me encanto! la metamorfosis del ciervo a jirafa! Es muy bonito y demuestra respeto a la naturaleza. natyg87
03-06-2008 basura clondeungranpoeta
 
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