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Estoy muerta. Una voz lo dijo. Fallecí a las 17:16 hrs de este día, que no se cuál es. Sólo recuerdo que es verano y que hoy fue un día caluroso, aunque acabo de caer en la cuenta de que ya no siento calor, tal vez sea porque estoy muerta. Pero, ¿cómo puedo estar muerta si aún pienso, no era que “pienso, luego existo”?

Ah, tal vez existir no es lo mismo que vivir. ¿Será así? Pero es raro, no he visto ningún túnel, ni hay una luz brillante, ni siquiera he visto a algún familiar de esos que partieron antes, y eso que yo los quería.

Pero, si tengo pensamientos debo tener cabeza, trato de tocarla con mis manos pero no la siento, miro, pero tampoco veo mi cuerpo. En realidad no he visto nada. ¿Seré una muerta ciega? No, que miedo, no quiero pensar en eso. Me río, estaré muerta pero no se me quita lo buena para pensar tonterías.

Vaya, una muerta que divaga y se ríe.

Es raro esto de no ver cosa alguna. Intento nuevamente palpar mi cuerpo, pero no siento nada. Ahora sí que me preocupo. No entiendo por qué sigo pensando si lo más probable es que no tenga cabeza. O tal vez sea lo único que me queda, ¿seré una muerta deforme?

Cálmate, me digo, no puedo estar desvariando, hay cosas más importantes en que pensar. Si tuviera un espejo cerca me tranquilizaría un poco, pero creo que no hay nada a mí alrededor, y por eso no veo, porque no hay nada que ver.

Estoy sola. Trato de recordar que fue lo que pasó hoy. Me esfuerzo.

A parte del calor, no recuerdo nada especial, trabajé, me junté con mis amigas. No, no, eso ocurrió ayer, trabajé todo el día y en la noche me junté con mis amigas, fuimos a nuestro Pub preferido a disfrutar del “Happy Hour” porque era día de pago. Bebimos, nos reímos mucho, conversamos de todo. La Ale habló de los líos con sus hijos adolescentes y de que José, su hijo mayor, iba a ser papá ¡a los 17! La Cuca nos contó de su nuevo pololo y de lo feliz que estaba. La Marinchu estaba angustiada porque su empresa no iba bien y tendría que volver a negociar con el Banco para solicitar un nuevo préstamo. La Pamela, como buena Visitadora Médica, comenzó a darnos consejos de salud a todas. Recuerdo que me preguntó qué me pasaba, porque estaba muy pálida. Yo le respondí que solamente me sentía muy cansada, que en la mañana me había levantado con un fuerte dolor de cabeza, pero que con dos de mis pastillas mágicas se me había pasado, y que ahora me sentía bien. “Ten cuidado con tomar ese remedio en exceso”, me dijo, “anda al médico mejor, que hace tiempo que andas más o menos y te pasas quejando de andar con jaqueca”. Sí, tendría que ir, le contesté, y luego me tomé mi tercera caipiriña.

Después alguien me fue a dejar a mi casa, no recuerdo quien porque a esas alturas me había vuelto el dolor de cabeza y estaba como atontada. Creo que ni hablaba bien, seguramente las caipiriñas me habían jugado una mala pasada también. No sería la primera vez.

Lo último que recuerdo es que llegué al departamento, tiré mis cosas no se dónde, y me acosté, creo que en el sofá y que me dormí profundamente hasta que ahora, al despertar una voz dijo que estaba muerta.

Quisiera recordar más cosas, pero no puedo. Siento que me estoy apagando, empieza a surgir el miedo, y una neblina está comenzando a invadir mis pensamientos. ¿De qué me estaba acordando? Sigo esforzándome, no quiero dejar de pensar porque temo dejar de existir.

De pronto aparece una imagen frente a mí, es una niña que está acostada en su cama, tiene sus pequeñas manos entrelazadas sobre su pecho, y susurra algo. Escucho su suave voz, que de pronto es mi propia voz. “Angel de la Guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, ni ahora ni en la hora de mi muer….”

“Sí, estás muerta, ven, sígueme hacia la luz, ahora existirás en paz”.

Me asusto, esa voz, ¿quién es? ¿Quién está ahí?

“Ven", vuelve a decir esa voz. "No temas, ven.” ¿Qué me pasa? Estoy muerta, ¿recuerdas?, me digo a mi misma. Continúo sin ver nada, pero siento la presencia de esa voz. Algo me envuelve. Piensa, recuerda, no dejes de pensar, me digo una y otra vez, como si fuera esa la única cosa que pudiera sacarme del estado en que me encuentro. Pensa, existir, pensar, existir.

Ven, Amalia, ven.

Amalia, sí ese es mi nombre. Amalia, que dulce y suave suena en la voz de esa presencia que me invita. De pronto el miedo se ha ido, y los recuerdos también, no queda nada de lo que fui. Va surgiendo en mí una sensación de embriaguez extraña, una paz profunda. Creo que comienzo a ver nuevamente, porque frente a mí percibo una luz azul como el mar en un día despejado, es bello, me calma. Ven, vuelve a decir la voz, y no se cómo, porque no tengo cuerpo, comienzo a desplazarme hacia esa luz que me seduce.

Amalia, esa fui yo. He muerto, hoy a las 17:16 hrs, una voz lo dijo, y ahora se que es verdad. Soy feliz.

Texto agregado el 31-05-2008, y leído por 120 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-08-2008 Elucubraciones en medio de la nada, después de la muerte, antes de lo que viene... Oye, que simpático ese grupo de amigas que se cuentan su vida, una linda experiencia. neige
02-06-2008 El estilo me encanta... Me quedo con gusto a poco en la descripción del desvanecimiento del yo... Yo... es lo único que somos, "yo"... podremos abandonarlo así, tansuavemente? Vacarey
 
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