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Inicio / Cuenteros Locales / larmdo / Crónicas de la llegada de la bestia(Parte2)

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Cada vez más rápido latía mi corazón, la impotencia y la incredulidad me hacían su presa favorita… La noche continuaba, los segundos y los minutos transcurrían inusualmente, ya no había ideas en mi cerebro ni fe en mi corazón. Caminé en círculos buscando una respuesta, pero todo era confuso, hasta que por fin… Como un relámpago que derrumba al árbol, la idea llegó a mi cerebro. Decidido, me acerqué a la bestia que aun dormitaba, acaricié temeroso su segunda cabeza, teniendo cuidado en no despertar a su compañera. Muy lentamente abrió los ojos y musitando palabras dulces, comenzó a ensalzarme, a revestirme de gloria y de triunfos pasados… Eran tan dulces sus frases, que casi me hace olvidar mi objetivo. Estaba muy cerca del asesino de mi gente, quizá era el momento de triunfar, de ser recordado en las narraciones de la historiadora, el instante perfecto para ser el gran maestro y dictar las conferencias en lenguas extrañas ó quizá enseñar los rituales ancestrales a los jóvenes en la aldea… ¿Pero sería esto posible?

“No”, muy dentro de mi, sabía que no era el momento, que sucedería lo mismo que con el don de profecía que se me había impuesto, al principio todo era perfecto, pero después, la tristeza invadía mi corazón por enterarme antes que otros de su destino y no poder hacer nada.

“No” su voz me embriagaba, pero mi corazón reclamaba una realidad diferente, un dolor perceptible… Habían pasado y pasarían cientos de lunas y yo seguiría igual. La pobreza me reclamaba y ahora el triunfo sería mio. Era el momento de pensar en mí, en olvidar a la gente del pueblo que tanto daño me había hecho, pensar solo en mí, en ser poderoso y destruir a los que me habían repudiado.

“No”, no era posible que mi mente estuviera enajenándose, ¿Pero qué hacer si las dulces palabras de la bestia me envolvían?, Me hacían sentir tan frágil, que solo tuve fuerzas para abrazar fuertemente su cabeza, mientras una tenue lágrima resbalaba de mi rostro y caía en su hocico… Cual veneno mortal, mi lágrima comenzó a carcomer su rostro… Esta vez, no hubo chillidos ni gritos, solo una tierna mirada. ¡Me había negado a mi mismo!, por esta ocasión un “NO”, había salvado mi vida… ¿Pero ahora? Ahora solo quedaba la última de las cabezas de la bestia, la peor de todas según los aldeanos.

Texto agregado el 27-04-2008, y leído por 89 visitantes. (1 voto)


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