Las ironías que la vida nos presenta son muchas y me atrevería a decir que demasiadas. ¿Es acaso la ambigua existencia de un destino, el que nos marca en la frente las felicidades e infelicidades que en esta vida tendremos desde el momento en que vivimos? o es que ¿Dios nos mandó a este mundo con el único y exclusivo propósito de cumplir con una misión?; misión que nos hace vivir hasta las más injuriosas decisiones de quienes alguna vez fueron nuestros enemigos. En realidad pienso que cada uno de nosotros vivimos por algo y para algo, y en lo mas triste de los casos, encontramos personas que en vez de gozar de la vida y disfrutar lo que Dios nos dio, solo pasan la vida ambiciando un poco más de lo que ya tiene y terminan por destruir todo lo más preciado que tienen y han construido en sus miserables vidas.

Este es el caso de un niño que creció en la más repugnante situación que esta vida nos pueda ofrecer y a lo largo de su miserable vida fue creciendo con el único destino que la vida había preparado únicamente para él. Nació de una empleada loca que en el amanecer de un bello día parió a un niño en estado deplorable, junto a su cama. Este niño fue creciendo y fue adoptado por una familia muy adinerada. La señora que lo adopto, y además patrona de la casa, se llamaba Luzmila. Pero este niño, apodado por siempre como “Pepe”, se llego a encariñar tanto con su “tío” Adán, que hasta le llegó a decir “papá”.Éste le brindó estudios y carreras que en su vida se le antojan como con el paso de un picaflor de planta en planta. Primero quiso ser médico, luego mecánico y hasta quiso ser bombero. Estudió, pero nunca en su vida logró ser algo. Tuvo una familia de dos hijas, y pasó su vida trabajando en la notaria de Adán. Luego de haber trabajado muchos años junto a él, decidió falsificar la firma de su jefe. Cuando la familia de Adán se entero decidió mandar a los más surtidos recónditos de nuestro país a tal esperpento de la naturaleza que vivió con lujos y nunca aprovecho lo que algún día le dieron con mucho amor.

Es así que ahora lo veo por las calles vendiendo chicles y caramelos. Pero cuando lo veo, no solo veo a una persona, sino veo a aquel “Esperpento” que nació con facciones de un cholo, de aquellos que solo con la mirada se deduce su inquietante afición por la plata. Comprendo además que la vida le jugó una mala pasada, pues por desgracia, adquirió una pequeña parte de la locura albergada en su madre. Si uno se detiene a mirarlo y entiende esta historia tan bien como yo, sabrá que nos referimos a un hombre que solo vivió para traicionar a una de las familias más importante (en aquella época) de Piura. Es increíble pensar en que un “cholo”, con rasgos morenos por donde se le mira, y además esperpento de naturaleza, pueda haber completado tan inteligente injuria contra uno de los mejores notarios del Perú. Me quedo estupefacto cuando pienso en que una persona como él, de aquellos que caminan de forma cabizbaja y además de facciones como un de hombre que puede ser apabullado por toda la gente, puede haber empezado uno de los peores escándalos murmurados entre la familia León.

Solo me queda decir que no deseo este destino a nadie que en esta vida le quiera sacar provecho a las situaciones que nos presenta el destino. Y si alguna vez nosotros hemos nacido para cumplir una misión, sé que la misión de el tal “Pepe” fue el de ser por siempre y para siempre un esperpento de la naturaleza; naturaleza que alguna vez aceptó el nacimiento de tal cholo acongojado que segado por su ambición terminó siendo lo que el destino de le tenia deparado, ser un “ESPERPENTO”, sin sueños ni metas.