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El asombro del día supone la nostalgia de la ausencia presente del único momento en que volví la mirada hacia el más complejo de mis caminos, camino trazado al azar por mis constantes cambios de rol.

La cortina, demasiado larga pero corta, no logró esconder mis afanes morbosos. El desnudo complejizó la escena, pero no caímos en la cama de físico, la procesión fue carnalmente mental. La agudeza de la mirada apagó la luz interna y el deseo cayó vertiginosamente en el vacío de aquella ausencia presente.

Es agonía, si se quiere, el hablar en el momento de actuar, es vano observar la cadencia de unas caderas y la fugacidad de una cintura que nada entregan, nada más que placer carnal. No es prostitución mental, no es física y, seguramente, no es.

Si el entorno cae, como dicen, al alma, si las paredes reflejan mi sentir, serán negras, mohosas y hediondas. Que no se diga del momento que es incomodo, las miradas cómplices buscan compañía, las multitudes se dividen, multiplican, fraccionan y suman sin querer restarse a estar aquí reunidas en dos personas. Dos personas incompatibles, dos seres que no se conocen.

Si mirando al techo busco respuestas que no se hallan más allá de la punta de mi nariz, no querré saber qué fue de aquel momento en el que todo el universo cayó fatídico en mi cama. Fatídico a dormir conmigo, explicándome los dilemas de la vida, que en el momento entendí y luego abracé con fuerza y amor. Amor a su sabiduría infartante, a su compleja estructura y firme incandescencia.

Si es más fútil repetir la compleja elaboración del mapa mental que trazaré para acallar el rumor interno que suda con querer salir, será más inútil mi esfuerzo por esconder la mirada de esa sabana manchada de humedad. Seré yo en mi afán constante de olvidar el ritmo con que trabaja mi cintura para envolver la mirada, no es acuso de banalidad es simplemente lo que es. Una constante y viril soledad auto-impuesta que busca compensar la falta de aquella imaginada fantasía que no logra concretarse. Es el final casi místico en el que caen mis noches y están acompañadas de esas paredes negras, húmedas y hediondas que cuando caigo en un estado de sorpresa constante son azules, rojas y amarillas. Sobretodo amarillas, de él amarillo. Su amarillo.

Texto agregado el 23-04-2008, y leído por 65 visitantes. (0 votos)


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