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Era Navidad cuando todo sucedió. No había nieve, como suele haber en esas fechas porque en aquella ciudad no nevó nunca. Tampoco había luces de colores ni áboles adornados porque en ese país no había ni energía ni árboles. Y desde luego no era Navidad porque en este planeta diciembre no significaba más que otro mes.

Sin embargo, algo flotaba en el ambiente. Tal vez la típica sensación de expectación… ese presentimiento de que algo muy grande, importante, iba a ocurrir. No quedaron decepcionados.

Serían alrededor de las 2 de la mañana cuando un gran estruendo les despertó y comenzó a llover. Nunca, jamás, en toda su vida habían visto caer del cielo algo como aquello. Asombrados, levantaron su mirada hacia el cielo mientras las gotas de lluvia corrían por sus rostros. Y fue entonces cuando sucedió.

Hay momentos en la vida en los simplemente suceden cosas que te cambian. Sus instantes, segundos, milésimas en las que ves… quiero decir VES. Y te das cuenta de lo que la vida, tu vida, y lo que te rodea. La lluvia fue limpieza, pureza y razón. Aquellos habitantes VIERON.

Y buscaron el calor de los cuerpos, robados por el agua fría de las nubes. Y poco a poco notaron, sintieron en su interior que su unión les hacía fuerte… mientras llovía y tronaba en un mundo sin esperanzas unos pocos se crearon una tribu como un ser independiente.

Al cabo del tiempo dejó de llover. Puede que volviera a ser la época de la desconocida Navidad cuando volvió a ocurrir. Los pueblos miraron al cielo tras el estruendo del rayo y lo vieron. Ya no resbalaba por sus mejillas, sino que se posaba suavemente en su frente. Nieve.

Con el aumento del frío volvieron a unirse en grupos cada vez mayores. Nuevos seres independientes aparecieron tras la lluvia y la nieve y pasado un tiempo ya no sabían vivir sin el resto de la comunidad.

Desde entonces el estruendo seguido del frío y el agua ha sucedido en infinidad de ocasiones a lo largo de años… siglos… eones. Aquellos habitantes que desconocían la Navidad, la inventaron para hacerla suya, al igual que la energía, las ciudades, los árboles.

Hubo un tiempo en el que esos habitantes del planeta no VIERON, pero hubo un día que pensaron también. Hoy se les desprecia, las células creadoras de vida. Venimos del mono, dicen. Yo he VISTO, señores, y ahora SÉ. No importa cuantas veces más tenga que llover, pero mis células, mis pequeños habitantes, saben que con la lluvia vendrá la vida.

Texto agregado el 21-04-2008, y leído por 77 visitantes. (5 votos)


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