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Cuento en el bosque
Por: Waddy Bassat

Un hermoso día de primavera, se reunieron todos los árboles del bosque. El hombre había destruído parte
del bosque para sus propósitos; tener madera para construir sus casas y muebles, tener frutos para sus hijos, y hojas
para el humano, y en opinión de muchos, inútil propósito de escribir.

Dijo la Reina de las Flores: “El hombre está acabando con nuestro bosque. Ha matado a muchos de nuestros
hermanos cortando a unos, quemando a otros y envenenando a los demás. Por tanto, como Reina de las Flores, yo
decreto que unamos toda nuestra savia y nuestro polen, para crear un nuevo árbol muy poderoso, que los hombres
no puedan cortar con sus hachas ni quemar con sus fuegos o ahogar con sus humos, ni envenenar con sus
venenos.”

Dijo el Roble: “Yo le daré mi dureza. Será su madera tan fuerte que las hachas de los hombres se romperán .
Así los hombres no podrán cortarlo y sufrirán, pues no tendrán madera para sus casas.”

Dijo el Arbol de Maga: “Yo le daré la belleza. Será tan hermoso que los hombres no se atreverán siquiera a
mirarlo por temor a perturbar su hermosura.”

Dijo el Flamboyán: “Yo le daré la altura. Será el árbol más alto y su copa se levantará por sobre todos los
árboles del bosque. Así los hombres temerán su imponencia.”

Dijo la Palma: “Yo haré que su fruto sea amargo y agrio. Será el fruto más hermoso y tentador a los ojos,
pero los hombres no podrán comerlo y sufrirán, por su propia frustración.”

Siguieron hablando todos los árboles, cada uno dando de sí un atributo, para hacer que este árbol fuera
incluso temible a los hombres. Tal era su deseo de hacer justicia por los hermanos del bosque que habían sido
cortados, quemados o envenenados.

Le tocó el turno al más anciano y sabio de todos los árboles, la centenaria Ceiba. Esta se levantó, su tronco
herido y arrugado mostrando señales de siglos de existencia, y con aire de humildad dijo: “Hermanos, hijos e hijas;
han observado a un grupo de hombres malos, sin escrúpulos, destruir a sus hermanos. Y por eso piensan que todos
los hombres debieran pagar. Pero no es así. Han olvidado el propósito con el que fueron creados; la razón por la que
existen: habitar en este mundo en paz junto con los hombres. Es cierto que toman nuestra madera. Pero si no tuvieran
nuestra madera, sufrirían el frío y el calor , y morirían. Si ellos necesitan nuestra madera, ¿no nos hace esto más
poderosos a nosotros? Y si le negáramos nuestros frutos, ¿no morirían ellos y sus hijos de hambre? ¿No nos hace
esto más poderosos a nosotros?

“Por lo que se refiere a la escritura , ese hábito tan humano que muchos consideran inútil, debo empezar por
decirles que, contrario a nosotros, que no necesitamos recordar el pasado ya que lo tenemos grabado en nuestra piel,
el hombre necesita recordar su pasado, ya que si no lo recuerda y no aprende de él, estará condenado a repetirlo.
También los humanos necesitan perpetuar su pasado, y transmitirlo de generación en generación. Nosotros no
necesitamos transmitir el pasado, ya que cada generación crea su propia historia. Pero si el hombre desconoce su
pasado desconocerá su orígen; no tendrá sentido su existencia y se sumirá en la más profunda depresión para así
morir la más horrible de las muertes: la que causa la tristeza. El hombre necesita nuestras hojas para escribir. ¿No nos
hace esto más poderosos a nosotros?”

“Debemos pensar en el hombre, no como en un enemigo despiadado, sino como una criatura indefensa que
acude a nosotros en busca de ayuda. Si no fuera así, ¿dónde encontrarían las medicinas para salvar sus vidas? ¿Dónde
encontrarían los artistas su inspiración? Al darle nuestra ayuda debemos hacerlo con nobleza ¿De qué le sirve a un
árbol ser el más bello, el más fuerte, el más alto, si no hay ojos que lo admiren, si no hay un pintor que lo retrate, si no
hay un poeta que le cante? Debemos recordar lo que cantó el poeta:

“---Y del polvo de la tierra, de las raíces del árbol y de las huellas del hombre surge una melodía.
Es el grito de la libertad contra la esclavitud.
Es el grito de la vida contra la muerte.” (1)

Recuerden también a los niños, que cuelgan sus columpios de nuestras ramas para jugar inocentemente; a
los enamorados, que declaran su amor bajo nuestras ramas y luego dejan grabado el testimonio extenso de su
romance; al sabio, que se sienta bajo nuestra sombra y mira hacia el cielo y hacia la tierra, y piensa en la maravilla que
significa esta visión de lo creado, y recuerda aquellas divinas palabras:

“Que produzca la tierra toda clase de plantas: hierbas que den semilla y árboles que den fruto, cada uno
según
su especie.” (2)

Y la ceiba concluyó su discurso. Todos los demás sintieron un profundo arrepentimiento, especialmente los
más ancianos, que habían visto a los hombres por muchos años y sabían que había hombres buenos, tal y como lo
dijo la Ceiba. Incluso la Reina se sentía arrepentida por sus malos deseos. Y decretó que, de ese momento en adelante,
los árboles vivieran en compañía de los hombres, dándoles refugio y alimento, inspiración y belleza, protección y
salud. Y todos los árboles se dieron cuenta del poder que realmente tenían y ninguno volvió a tener miedo de las
hachas, de los fuegos y de los venenos.


FIN


(1)Poema Canto en el Crepúsculo- Evaristo Rivera Chevremont

(2) Génesis, Capítulo I, Versículo II

Texto agregado el 14-04-2008, y leído por 437 visitantes. (1 voto)


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