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En un tiempo en que los pastizales sobresalen entre el nivel de la vista y el horizonte, en una llana pampa húmeda y cálida, se diría tórrida, en una época en la que no se admiten comentarios de ningún tipo a los niños y a las mujeres, diríase de fuerte dominio masculino, en un lugar donde las personas buscan ávidamente lo necesario para vivir, dicen que alimento y amor.
En ese ámbito poco propicio florece una niña, va descubriendo que lo mejor que tiene son sus libros de poesía. Sus padres están melancólicos por la forzosa partida de sus tierras buscando un destino mejor, encontraron en esta tierra soledad, discriminación y agotamiento físico de tanto trabajar, ya no tienen ánimo de ser felices, sus sueños partidos y enterrados en esos caminos polvorientos.
Una niña que crece y aprende en la medida de las grandes limitaciones de sus padres que no se han animado a tener mas niños porque están empecinados en progresar económicamente para sentir que el desarraigo ha valido la pena y retornar a sus pagos como triunfadores..
Una niña sola que debe obedecer cada mandato como si fuera una ley, que va creciendo en ese frasco comprimida y contenida en sus deseos más íntimos, no hay lugar para solicitudes ni reclamos. Reprimida por el empeño y la fatiga de sus padres transcurre sus días metida en su propio interior creando fantasías desde la lectura de sus libros.
En ese entorno hostil va creciendo y sintiendo que el espacio del frasco le va quedando chico, que sus fantasías buscan explotar hacia afuera y empieza a sentir la asfixia.
Que ganas que tiene de salir esta noche de carnaval porque se escucha la música desde el patio de su casa. Ni pensar en pedir permiso para ir. Ni pensar en pedir que la lleven. Ni pensar en ir sin permiso.
Que ganas que tiene la niña adolescente de ir al baile. Alguna manera debe haber de ir al baile.
¿Si cenamos y me voy a mi cuarto haciendo que ellos me vean entrar?
La niña adolescente finge irse a dormir, pero queda atenta detrás de la puerta de su cuarto escuchando los últimos movimientos de los padres antes de subir a su habitación, mientras se cambia como para ir al baile, toma su cartera con algo de dinero y las llaves de la casa, ahora tiene que encontrar justo el momento para salir y esconderse en la galería, del lado del patio interno; apaga la luz y espera. El aliento cortado y el corazón palpitante parecen hacer más ruido que sus pasos por la escalera tratando de no ser vista, si la ven cualquier excusa brotaría de la boca temblorosa. Pero no, sigilosamente llega al patio y rápidamente se mete dentro del auto en el asiento trasero, se recuesta en él para no ser vista desde fuera. Ahí se queda respirando su propio miedo, tragando angustia, devorada por la impaciencia pero ilusionada por la orquesta que ya empieza a llenar de acordes la noche. Mira aterrorizada cómo su padre se fuma el último cigarrillo a unos metros de ella, no puede ni respirar porque teme ser oída, jamás había vivido algo tan enormemente aturdidor, si la descubren, cómo lo va a explicar.
Van pasando los minutos y el silencio se va apoderando de la casa, las puertas han sido cerradas con llave y la niña adolescente sigue inmóvil en el asiento trasero del auto atenta a cómo los padres siguen su rutina creyendo que ella ya está dormida. Con el cuello y espalda doloridos de tanta tensión palpa los objetos de su cartera, todo está allí, sobretodo las llaves para poder entrar al regresar. Baja del auto en puntitas de pie siendo lo más silenciosa que puede.
Ya está, está del lado de afuera, solo abriendo un portoncito que da a la vereda que está siempre sin llave, puede salir sigilosamente y partir hacia aquello que parece una aventura. A partir de este hecho su vida cambiaría para siempre porque se daría cuenta de que tiene autonomía y puede pensar y desarrollar con sus propios recursos una propuesta audaz, comprometida. Quien sabe qué cosas podrá hacer a partir de esta experiencia. Pero, ella no lo sabe aun, solo palpita en su mente la idea de la trasgresión y su posible consecuencia, solo se demorará un par de horas, suficiente para sentirse joven en una noche de carnaval.
Ya pasó suficiente tiempo. La casa duerme, nadie notó que no estaba en su cama.
Es hora de partir.
No pudo, Simplemente se paralizó. Ni siquiera pudo llegar al portón de la vereda. Todo lo que planeó le pareció de golpe una locura. Pensó en tantas cosas que podrían pasar en la calle una vez ganada que se turbó plenamente. En un súbito ataque de pánico, sus piernas se pusieron rígidas, su garganta apenas dejaba pasar el aire y el llanto brotando descontrolado provocándole movimientos espasmódicos en el pecho y el vientre al querer reprimirlos.
Abandonó la empresa. Se quedó un rato respirando para calmar la agitación. Cuando se sintió recompuesta encendió un cigarrillo robado a su padre unos días antes y lo fumó con intensidad hasta sentirse mareada. Todo el cuerpo le temblaba, se encaminó hacia la puerta trasera de la casa, la que daba al patio trasero, la más cercana y con el nerviosismo del que se siente fracasado, busca la llave en el bolso, tantea la puerta en la oscuridad buscando la cerradura, por más que quiera ser silenciosa en la noche se magnifican los ruidos. Introduce la llave, dos vueltas, gira el picaporte, entra, cierra la puerta, emboca la llave del lado de adentro de la cerradura mientras escucha que alguien baja de la escalera; segura la sorprenderán; se apura; no puede disimular su turbación al notar que se enciende la luz y ve a su padre con la escopeta en sus manos y escucha el disparo que le atraviesa el vientre.

Texto agregado el 13-04-2008, y leído por 73 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
02-12-2008 Muy bueno! Capa!!!! ElnegroHinojo
 
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