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Amanece un nuevo día, y con él, las calles de mi ciudad van siendo tomadas, escalonadamente por oleadas de personas que, sin constituir lo que convencionalmente hemos dado en llamar “tribus urbanas”, esgrimen un sello idiosincrásico del que, a menudo, no son conscientes.

05:35am, el preludio. Una curiosa mezcla de individuos vaga por las calles. Los siempre resignados y trabajadores barrenderos, con sus antes transistores de radio, hoy sustituidos por mp3, me hacen rememorar aquella metáfora con la que un buen profesor de latín y literatura de secundaria trataba de motivar nuestras hormonadas personalidades:

“[…] Las cosas son así: a veces tienes ante ti una calle larguísima. Te parece tan terriblemente larga, que nunca crees que podrás acabarla.

[…]Y entonces te empiezas a dar prisa, cada vez más prisa. Cada vez que levantas la vista, ves que la calle no se hace más corta. Y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener miedo, al final estás sin aliento. Y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer.

[…]Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada más que en el siguiente.

[…]Entonces es divertido; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea. Y así ha de ser.

[…]De repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta cómo ha sido, y no se está sin aliento.

[…]Eso es importante.”


Pasados algunos años, el libro de Michael Ende, “Momo”, me hizo recordar al bueno de Don Elías y su empecinamiento por perfeccionarnos como humanoides, ¿llegó a conseguirlo?

A las cinco y media de la mañana se produce un ejemplo de tolerancia pocas veces repetido en nuestra sociedad. Cuando anteriormente me refería a los “resignados barrenderos”, no se trataba de una feliz casualidad; ya que no es infrecuente observar cómo esta superespecie samaritana soporta las mofas y bromas más o menos pesadas (dependiendo de si uno se va a la cama en ese momento o viene de ella) de los borrachos que aún quedan pululando entre los callejones anegados de orín, vasos de mini, bolsas de plástico y alguna que otra pota inconsistente. ¿Y no es suficiente con recoger la mierda de unos cuantos hijos de puta que tratan de ahogar su reprimido ensayo de proyecto vital en alcohol, que además deben hacerse partícipes de monólogos pseudohumorísticos de una, cuanto menos, cuestionable calidad, de recalcitrantes cantos de borracho, rupturas sentimentales y alguna que otra pelea?

Si señor, una perfecta muestra de integración y coexistencia; a lo lejos, los taxistas, observan la escena haciendo las veces del respetable.

06:20am, primer acto. Distribuidores de productos alimentarios, camarer@s, repartidores de prensa, taxistas (siempre presentes), obreros de la construcción y algún que otro funcionario (no se extrañen, éstos llegan tarde del turno de borrachos y se dirigen a casa para tomar una ducha y poder así empalmar con su dura sesión diaria de burocracia al ralentí); todos ellos, a excepción de los últimos, con cara de pocos amigos. Muchos, con el cigarrillo humeante y las manos dentro de los bolsillos, se disponen a deslizarse, sin pena ni gloria, por otro día más sobre su, en su opinión, triste existencia.

Entre esta gotera in crescendo, que durante un par de horas representa el abanico de fauna urbana, se refugia una subespecie de iluminados a la que yo llamo “Gente feliz”. Con amplias e incondicionales sonrisas, amables buenos días, saludos y apretones de mano rebajan la tensión que desprenden los “Manos en los bolsillos”, y en cada bar, en cada recepción o mostrador, frenan sin quererlo, una revolución social a la que le falta tan solo motivo y medio para estallar (a estas horas, por supuesto).

07:45am, segundo acto. Papás y mamás tiran con ahínco de sus camadas de número variable pero cuya media aritmética simple podríamos fijar en dos (2), para delegar un deber intransferible, cual es la educación, en manos de Papá Estado; ésta es una delegación, en cierto sentido impuesta por el frenético ritmo de vida actual, la inatajable subida del Índice de Precios al Consumo y algunos otros factores que requieren al menos dos sueldos por familia, pero es una imposición con la que, en el fondo nos sentimos a gusto: Colegio + TV = DESPREOCUPACIÓN.

Cajeros (de banco y supermercado), secretarias cuidadosamente ataviadas, empresarios y autónomos, estudiantes de la E.S.O. y universitarios se reúnen en torno al aroma del café y las tostadas en todas las cafeterías de la urbe; más tarde, los papás y las mamás (con los cachorros a buen recaudo) se unirán a la pequeña fiesta matutina.

10:30am, tercer acto. Las amas de casa vuelven de desayunar o salen directamente de sus hogares, y se funden ambos tipos en ese gran centro social que es el supermercado. En realidad sólo las más madrugadoras, o las más exigentes, que buscan el mejor puerro, la caballa más fresca o las patatas más baratas de cada plaza.

Se mezclan e interactúan en y con el flujo laboral, que hace de nuestras vías un organismo colectivo con conciencia propia, algo similar a las colonias de insectos sociales tales como hormigas, abejas o termitas.

En esta franja horaria se puede distinguir también a los “Asuntos propios”. Altas, bajas, consultas médicas, peticiones de préstamo, revisiones de autocares… hacen las delicias de los taxistas, pues moverse en coche por el centro a estas horas es, en verdad, algo poco recomendable; y en ciudades de pequeña y mediana importancia y población carentes de metro, constituye la fuente principal de ingresos de esta especie perenne.

No podemos olvidar una categoría tan particular y polarizada (entrañable o detestable según el sujeto) de los “Abuelos”, que no necesariamente requiere tener descendientes de segundo grado en línea recta para captar a un individuo. Los abuelos pasean, miran, charlan, visitan, compran, a veces simplemente están, preguntan, indican, aportan su visión, regañan a los niños… Hay tantas, tantísimas cosas que es capaz de hacer un abuelo, que me resulta imposible cerrar una enumeración de ellas; y nosotros, otras tantas veces, los ninguneamos sin motivos.

Mención especial merecen los “Agentes O.R.A.” y los “Vendedores de la O.N.C.E.”.

En este punto de la mañana cuando suele hacer su aparición la mayoría de personas como yo: los que tenemos mucho tiempo y pocas cosas que hacer.

Desenlace.

Yo soy cojo, de las dos piernas, suprarotular. Digo que soy cojo, y no banquero, camarero, secretario, taxista o vendedor de la O.N.C.E. porque, de momento, no tengo ganas ni fuerzas para ser ninguna otra cosa. Pero no siempre fui un cojo suprarotular por partida doble, en realidad esto es algo nuevo para mí. Hace tan solo tres meses que los últimos cinco ministros de fomento y obras públicas y un quitamiedos en forma de “hache” (que yo prefiero llamar “quitapiernas”) sesgaron mis extremidades inferiores. Yo era electricista, muy bueno, por cierto, aunque reconozco que un pelín caro; tenía (y tengo) auténtica pasión por las motocicletas; las clásicas, las deportivas, scooters, choppers… aunque tenía una preciosa CBR de 600cc que, como mis piernas, quedó del todo inservible aquél día. El asfalto y la puta gravilla. Siempre tuve miedo de encontrar gravilla en una curva; aunque ahora lo voy superando (la silla de ruedas es bastante más estable de lo que mi Honda lo era y alcanza menor velocidad, así que ya no me preocupa tanto).

No pierdo la esperanza de llegar a acostumbrarme algún día a las costosas y dolorosas prótesis y llegar a andar con muletas, pero de momento aquí sigo, postrado ante la ventana, analizando el ir y venir de las personas de a pié (macabra coincidencia); pensando en la suerte que esos “Manos en los bolsillos” tienen de poder ir cada día a trabajar con cara de pocos amigos. Ya falta poco para que den las 11:00, y mi santa madre debe estar apunto de llegar del supermercado (es una de esas amas de casa madrugadoras) para sacarme un rato a dar una vuelta, o dos, o tres…

Texto agregado el 04-04-2008, y leído por 425 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
09-06-2008 bueno elfrancotirador
23-04-2008 Buen observador y buen narrador. El toque de autocompasión del final, no esta mal +++++saludos antoniana
19-04-2008 Perfecto análisis,lleno de imagenes,sobre los diferentes "tipos" de seres humanos que,según los horarios(muy bien retratados)van llenando las calles de cualquier ciudad.Mejor aun,las imagenes que veo entre las letras...El final,doloroso,pero lleno de autenticidad,de conformismo y esperanza.Sinceramente me ha encantado descubrirle,buen observador y escritor merecedor de un cielo de ***** boira
18-04-2008 secuencias bien narradas. OMENIA
06-04-2008 Buena estructura y hechura de tu relato. Vientos. Saludos. Jazzista
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