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Te amo porque eres honesta. Porque cuando estás equivocada, no tienes problema en reconocerlo. Te amo intensamente porque tu humildad por defecto te hace destacar de las demás. Tu declaración de principios me hace entenderte, y contigo nada pasa por pasar. Nos entendemos, tú y yo, porque no tenemos que demostrarnos nada el uno al otro. Y no tenemos que hacerlo porque desde el principio no estuvimos interesados. Los dos vivimos compenetrados, y nos reímos indagando aspectos inútiles de la vida. Yo vivo la vida contigo, incluso en la irrelevancia, sólo porque tu compañía me hace gracia. Sales mencionada en muchas de mis oraciones, ante mis amigos, en mis pasatiempos, y nunca me avergüenzo de hablar de ti, aún cuando tú parezcas tan poco abarcadora, tan incompleta, o tan poco jugada. Algunos ven en ti esos detalles que a mí no me importan, porque tú eres la única que se atreve a vivir con la rectitud necesaria, con una moral férrea en tus preceptos.

Me gustas por tu concretismo, por tu transparecia fundamental. Y por tu transparencia no te engaño forzando mis ideas hacia tierras tenebrosas donde mi mente no es capaz de concebirte. Vivo tranquilo y seguro sabiendo que estás allí, guiando mis incertezas y ansiedades; sometiendo mi espíritu al prístino cedazo de tus métodos.

Sé que no eres perfecta. Sé que, en muchas ocasiones, te quedas paralizada sin saber que hacer, sin decirme nada. Sé que no lo entiendes todo, pero también sé que tú lo sabes. En la manifestación de tu sencillez veo cómo se arrebolan mis sentimientos. Es verdad que otras son más intelectuales o cultas, lo digo por Filosofía, o por Arte. Ellas pueden verse más grandes, más gloriosas y glamorosas; pueden ser incluso mejores, pueden serlo. Pero yo no me dejo sorprender por sus elocuentes manifestaciones, porque en ellas existe una ambigüedad fundamental que a mí me aterra. Tú no eres así, y estás al tanto de ello; me lo dices cada vez que en intento ver por ti razones que no entiendo, paradojas ahí presentes, tan perturbadoras. Y aunque zorras como Astrología coqueteen libremente abriéndose de piernas y ofreciéndome placer (no me atrae esa gitana rumana séptica), yo no entro en tentación, yo no cedo, y me apego a lo nuestro.

Porque, Ciencia, mi amor, desde tu desdoblamiento, tu escepticismo, pragmatismo y a veces negación del sentido común, siempre has sido única. A mis amigos les digo: "Filosofía no es Ciencia; Astrología tampoco; ella es distinta, distinta a todas las demás". Sólo tú te atreves a romper paradigmas sin nostalgia ni melancolía; a hacerlo con una disciplina marcial y no derramar ni una sola lágrima por la física tradicional o el destrono de la tierra como centro del universo. Fuiste estoica cuando determinaste exactitudes a través de probabilidades; inflexible cuando incluiste parámetros que sonaban tan ajenos a ti como "incertidumbre" e "indeterminación", y los usaste como pilar para construir las nociones de la mecánica cuántica.

Sólo tú eres capaz de reconocerte equivocada en el instante en que se quiebra la certeza; expulsas sin piedad a quienes cometen el fallo de tus premisas, pero al mismo tiempo estás ahí apenas es reivindicada la razón, y eso no lo hace ninguna otra. Arte, la sexy francesa, rechazó a Van Gogh cuando él estaba vivo, y acudió a su desesperado amor cuando el pobre hombre ya no podía disfrutar de nada, demostrando con actos que no sabe qué carajo entender, cómo entenderlo o cuando hacerlo; y eso porque en el fondo no tiene idea de qué quiere y qué no; sin olvidar que pese a su depurada cortesía sufre de horribles cambios de ánimo que la diagnostican entre bipolar y esquizofrénica (en un momento te quiere, y al siguiente te reemplaza por una tetera conceptual sin tapa). Por otro lado, Filosofía es abrumadora, y en sus laberínticos discursos parece dar luces sobre cuestiones definitivamente trascendentales, pero no tiene los pies en la tierra, y nunca ha querido tenerlos. Se aísla de los otros, de nosotros, y en su esnobismo espera que la busquemos y entendamos sin ceder un milímetro en su hermética muralla académica, sin notar que con tantos años en el cuerpo, sus otrora gloriosos rasgos arios comienzan a menguar en belleza. Esas cosas no se dan contigo. Tú aterrizas, sabes lo que quieres, eres visible y comprobable, palpable, y aunque te falten unas tallas en el sostén y siempre andes despeinada, eres genial en la cama. En ti radican mis desvelos, y sólo a ti confío mis más oscuros deseos. Tu continua renovación hace que te veas jovial y lozana: que en tus ojos brille esa incandescencia fresca que me encandila todo el tiempo.

Y tú me aceptas, pese a que yo pueda ser tan descuidado. Tú me aceptas, aún cuando sabes que yo creo en muchas cosas, y que relativizo tanto, y que no me la juego por nada. En el fondo, te enternecen mis dudas, mis problemas infantiles, y hasta aceptas una sensibilidad que no debieras, no debieras. Tu apertura siempre me asombra; y tengo que agradecerte por eso. El trío que hicimos con Arte demostró que te tomas las cosas con altura de miras; y más aún, el que toleres que ella me excite (¡la turgencia de sus senos!), sólo aumenta mi devoción por ti.

Tu raciocinio práctico revela un universo cautivante, y por medio de tus capacidades intentas comprender el universo, lo que es una más que loable postura existencial. Es tu influencia la que nos condiciona tan profundamente, desde la medicina hasta la genética, desde la ingeniería hasta la psicología, desde el extenso vacío de nuestras interrogantes, a la claridad tranquilizadora de tus aplicaciones. Sé que suena frío decirlo así. Suena a que te usan, y quizás lo hacen. Quizás te usan y no entienden lo que eres de corazón. Pero déjame decirte, entre nosotros, que todo eso poco importa, porque tú estarás allí aún cuando todo lo demás se desmorone; aún cuando la gente pierda la esperanza en tus capacidades y se distraiga en extravagancias. Tú estarás allí, porque como dijo Einstein, nuestra pasión por ti es en realidad un sentimiento mágico, expresado en el anhelo de avanzar en lo insondable y penetrar en lo desconocido. Es la manifestación más profunda de estar vivo como organismo activamente curioso, pero más allá de eso, una sensación mística por saber que lo que nosotros no alcanzamos a entender, existe realmente, está allí, velado, pero manifiesto en su invisibilidad; dispuesto a ser tomado por tus brazos tiernos, tus suaves caricias, tu impávido y precioso rostro develador, tus ojos escrutadores. Posible de hallar gracias a tu diligencia y prontitud sistemática, a tu incansable devoción sobrecogedora, bella amante, Ciencia querida.

Es por todo esto que descanso tranquilo en tu regazo por las tardes, dormitando mientras oigo tu voz susurrando leyes generales o principios, dulces palabras con las que aquietas las inexactitudes del mundo. Tu piel tersa y blanca, tu mirada acuciosa, tu motricidad precisa y énfasis certero reducen siempre las asperezas de mis dudas, haciendo de este sitio, de este tiempo, de la historia y de la gente, del avance y el futuro, algo mejor.

Texto agregado el 21-03-2008, y leído por 186 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
21-03-2008 5* por tu inteligente texto... Yo quizás no le hubiera puesto ese título porquees demasiado evidente.. bueno como la ciencia jajaja. Saludos desde Stgo de Chile. Un gusto. Francisca Sofía amal
 
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