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Inicio / Cuenteros Locales / rosalena_56 / El cumple de mi abuela

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La semana pasada festejamos el cumpleaños de mi abuela. Estábamos todos, mi abuelo, mis tías, mis tíos, mi mamá y mi papá, mi hermano el más grande, ese que ya tiene novia , el más chico, ese que me agarra todas mis revistas y mi hermana, la tonta esa que siempre me pelea. Por supuesto que estaban también mis primos, que ya se habían venido preparados para hacer alguna de las suyas, como siempre.
Las mujeres iban y venían de un lado a otro, llevando y trayendo sanguchitos, papas fritas, empanaditas, gaseosas. Los hombres, se reunieron en el living y se pusieron a hablar de fútbol, del Mundial, de Argentina que perdió, de Alemania que nos ganó y todas esas cosas que ellos siempre hablan y que a mí me gusta escuchar, pero un ratito nada más, porque mucho me cansa!
Lo más rico de todo fue la torta, toda de chocolate, que aunque a mi tía le hizo mal al hígado, yo sigo insistiendo en que no hay nada más rico que esa torta que siempre hace mi mamá, rellena de dulce de leche y decorada con frutillas que nunca llegan a la mesa porque yo me las como todas.
Cuando se terminó la comida, mi mamá y las tías se pusieron a lavar los platos. Mi tío Ernesto que se había tomado una botella de vino blanco él solito, ya estaba bastante pasado de revoluciones y como la tía Emilse siempre se enoja porque dice que hace papelones, se dejó caer en el sofá con toda su humanidad y se quedó dormido. El tío Rodolfito no hacía más que contar sus aventuras de la época del servicio militar, esas que siempre cuenta y que como todos conocemos de memoria, ya nadie le daba bola. El abuelo, se hacía el distraído y como quién no quiere la cosa, miraba de reojo a la novia de mi primo Felipe que tiene un culo tan grande que nadie entiende cómo se puede calzar los pantalones.
Así estábamos, todos los chicos aburriéndonos entre tantos grandes, cuando se me ocurrió una idea sensacional. Buenísimo…!dijo mi prima Bettina que siempre andaba haciendo travesuras y allí nomás nos pusimos manos a la obra. Nada mejor que jugar al “cuarto oscuro”, ahora que todos estaban entretenidos y faltaban unos cuantos cafés y algunos “güisquis” antes de irnos a casa.
El juego consistía en escondernos en la oscuridad de un cuarto y así, sin prender las luces y con los ojos vendados, uno de nosotros debía buscar a los demás. La idea estuvo genial. ¡En el cuarto de la abuela!...gritó Bettina y como a mí me tocó buscar, me quedé afuera esperando el aviso de largada. Ya estáaaa…se escuchó un gritito…
Despacio, sin hacer ruido, entré en plena oscuridad y apenas pasé la puerta me llevé por delante una silla que los muy malditos habían puesto en el camino. Me contuve para no decir malas palabras y tanteando los muebles me agaché para ver si había alguno debajo de la cama, metí mi brazo derecho bien estirado y toqué algo que parecía una pierna peluda…Piedra libre para Eduardo!!! Grité, sabiendo que la pierna peluda no podía ser de otro más que de él que ya había cumplido catorce. Eduardo salió de debajo de la cama protestando.
Se escuchaba unas risita desde adentro del ropero y tras un chirrido que denotaba la falta de aceite en la bisagra y al grito de piedra libre para el Pedritooooo…( el mal aliento lo había delatado) apareció el segundo de los escondidos.
Uno a uno fui descubriendo a todos ya que no había demasiado lugar para buscar, pero lo extraño era que no aparecían las chicas. Cansados ya de esperarlas, dejamos el cuarto oscuro y nos fuimos al patio a jugar a la pelota.
Llegó la hora de irse, el tío Ernesto se despertó, el abuelo seguía mirando a la culona y el tío Rodolfito ya había terminado con la historia del servicio militar y había pasado ahora a contar la desventura del día que le robaron la billetera. Las mujeres se fueron derecho al cuarto de mi tía Gloria, a buscar las carteras y abrigos y grande fue la sorpresa cuando encontraron todo tirado, bolsos abiertos, zapatos desparramados por el piso, la capelina que la tía usó cuando salió de madrina de casamiento, con el tul descosido y las flores aplastadas. Los lápices labiales, rubores y todo tipo de maquillaje, habían dejado su huella en el cubrecama y en las cortinas. Y eran exactamente las cortinas, las que se movían misteriosamente.
Mamá las corrió lentamente…y lentamente una a una fueron apareciendo mi hermana y mis primas, con la cara pintada, subidas a zapatos de tacones altos, vestidas con ropa de mi tía, adornadas con collares y pulseras y con una sonrisa que les agrandaba la boca de oreja a oreja.
La tía Gloria empezó a gritar como loca, mi mamá la corrió a mi hermana por toda la casa y las mellizas salieron disparando antes de que el tío Ernesto comenzara a hacer notar los efectos del vino blanco.
Bahhh… la fiesta prometía ser tan divertida y vienen las chicas a arruinar todo…má sí!!! para el próximo cumpleaños, no jugamos con ellas, la mujeres siempre hacen lío!!!!




Texto agregado el 20-03-2008, y leído por 1857 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
28-03-2008 ¡Genial! Tanto como todos tus relatos, tienes un Don para la comicidad que no es común encontrar. 5* Susana compromiso
26-03-2008 Un relato muy divertido para degustar con calma! Felicitaciones un saludo!***** josef
25-03-2008 Jajajajaaaaaaaaa me acorde que yo me escondi en el ropero y se rompio la pata y se me cayo encima... jajajaaaaaaaaaaaaa te felicito por esta entrega me ree encanto!! mis 5 * y 1000 besossss YO_NILDA
24-03-2008 !!!Cómo me ha gustado este relato¡¡¡ Ameno, gracioso,bien narrado. Palin
23-03-2008 Bellísmo tu relato, lleno de un gran encanto y de escarchas mágicas atrapantes. Te felicito. Un abrazo Sofiama
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