Como si iniciar el juego otra vez fuera tan sencillo como cambiar de página a un libro de primaria.En la tarde, el jugador solitario de una vida sin sentido, sin nombre, sin rumbo ni destino por cual preocuparse se sienta en una pequeña mecedora frente a un tablero llamado "tiempo" para ver que cosas pueden suceder en los pequeños y repentinos instantes.
Aún así sigue jugando... acatando algunas reglas incómodas, pero el jugador solitario decide saltarlas de puntitas, algo muy discreto para que la abuela no se diera cuenta que nisiquiera se ha empezado a competir... y apesar de todo le piden cambiar su jugada, la vida aveces no parece tan sagrada y la victoria siempre será nada.

El mundo como los jugadores impotentes sigue su rumbo, sigue entre giros y más giros que lo llevan a ninguna parte; los viajeros siguen en el camino a ninguna parte, los bailarines siguen bailando a ninguna parte y cuando un reloj pequeño junta sus dos manecillas negras se suelta una pregunta al viento:

¿ Por qué el efecto corre detrás de la causa?