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POR QUÉ ME GUSTA LA CUMBIA

Blanca no era, hay que reconocerlo, extremadamente fea; tenía estatura normal, no era obesa ni flaca, contaba con todo aquello que a los hombres nos gusta de las mujeres, aceptablemente dimensionado y estratégicamente colocado, pero algo había que no motivaba a un acercamiento “sentimental” ¿Lo desgarbado de sus movimientos? ¿Lo inexpresivo de su cara? ¿El desaliño de su arreglo personal? ¿Lo desganado de su tono de voz al hablar? Nunca me interesó analizarlo, lo cierto es que Blanca era “la papa caliente” de mi grupo estudiantil universitario; nadie quería atraparla y si, por casualidad, a alguien le “caía”, como pareja en un juego, como vecina en una banca, como compañera en un equipo de trabajo, etc. se apresuraban a deshacerse de ella.
Era, además, el motivo constante de nuestras bromas a los demás, mencionándola como “tu pareja ideal”, “la novia con quien soñabas”, “la mujer que esperabas”, “el amor de tu vida”, etc. todo esto con la desenfadada crueldad de nuestros años jóvenes.
Para colmo, Blanca tenía un defecto más: Su hermano.
Un hermano malencarado, buscapleitos, poco o nada razonable, jactancioso y, para agravar las cosas, grande y fuerte como sacaborrachos de cantina.
Pero no todo era malo en Blanca puesto que tenía, para compensar, una mamá que... ¡Waw, qué mamá! Linda cara, hermosísima figura, ojos claros de sugestiva mirada, una boca provocativa en exceso, una maravillosa cascada de pelo rubio y una piel entre rosa y levemente dorada que al verla provocaba un sutil, pero incontrolable cosquilleo en las manos por el deseo de acariciarla.
Tantas veces soñé a esa mujer, la mamá de Blanca, a veces dormido, otras, despierto, que el deseo de tenerla cerca llegó a ser incontenible y mi acelerada e irresponsable mente me sugirió una medida extrema para lograrlo:
¡Le propuse a Blanca que fuera mi novia!
No sé cómo me atreví a hacerlo; ya que daba por hecho que me iba a rechazar y, en realidad, yo deseaba el rechazo, no quería a Blanca; pero era lo único que se me había ocurrido para poder estar cerca de la mujer a quien tanto admiraba: su madre.
Para mi sorpresa Blanca me aceptó y empezamos aquel tibio y absurdo noviazgo, cuya intención me avergüenza ahora.
No conseguí, sin embargo, gran cosa. Llegaba todas las noches a ver a Blanca, ella salía a la ventana de su casa, estábamos juntos alrededor de media hora y en ese momento, con una precisión cronométrica, llegaba el instante más esperado de la noche, el momento en que oía la sensual voz de la mujer a quien tanto admiraba, diciéndole a su hija:
—— Blanca, ya es hora.
Nos despedíamos con un suave beso, más formal que amoroso y hasta el otro día.
Pero, más o menos una semana después, Blanca mencionó sus clases de piano y eso me sugirió una idea más.
No me costó trabajo convencerla de que pidiera permiso a su madre para que entrara yo a la casa a escucharla tocar el piano.
Al día siguiente me dijo que podía pasar. Su mamá, por supuesto, estaría con nosotros en la sala mientras ella tocaba y, para mi deleite, así fue.
Entramos, yo con paso torpe por tener que controlar el temblor de mis rodillas, saludé a... (no recuerdo su nombre, tal vez nunca lo supe, en mi memoria sólo ha quedado registrada como “la mamá de Blanca”) mis manos sudaban mientras mi boca estaba seca.
Y Blanca empezó a tocar.
La primera melodía fue “Rival”, esa antigua canción romántica de Lara, me conmovió la entrega de Blanca al interpretarla, se hizo palpable la proyección de sus sentimientos, empecé a verla como una persona diferente, más mujer, despertó en mí sentimientos que estaban dormidos, la vi transformarse en una hembra atractiva, su cuerpo entero vibraba adquiriendo una expresividad sorprendente, su cara se iluminaba con gesto radiante y cautivador. Estimulado por la música, empecé a descubrir en ella (o ¿a imaginar?) cualidades nunca percibidas. La vi como una mujer digna de ser amada.
Después fue una canción de María Greever y, mientras tocaba, musitaba suavemente la letra de la canción. Me sentí tiernamente enamorado.
Otra pieza más, de Ponce, creo, y por último El Sueño de Amor de Liszt.
En ese momento mi pasión se desbordó, supe que Blanca era la mujer con la que me tenía que casar, decidí que esa noche le propondría matrimonio, sentí que la amaba intensamente y acepté que ese amor era para toda la vida.
Fue entonces cuando llegó el hermano con sus aires de patán, aplaudiendo estruendosamente el final y gritando con un áspero tono burlón en la voz:
— ¿Ya oyeron música para difuntos? Bueno, ahora vamos a escuchar música alegre para la gente viva.
Y puso en el tocadiscos una jacarandosa cumbia.
Esa música me despertó de mi sueño y volví a la realidad.

* * *

Muchas veces he llegado a pensar ¿Qué hubiera sido de mi vida sin esa cumbia?
No puedo imaginarme como esposo de Blanca a la que nada me unía ni puedo concebir mi vida sin la maravillosa mujer con la que, ahora, estoy felizmente casado.
Comprenden ahora ¿Por qué me gusta la cumbia?

Febrero mes del amor y la amistad

Texto agregado el 01-03-2008, y leído por 641 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
08-04-2008 a mi me gusta por como se baila...un abrazo amigo kalebcillo
03-03-2008 jajajajajajajjajaj que jijo eh?! pero bueno la narración esta genial... luzyalegria
02-03-2008 Muy bien amigo!!! Un abrazo gusbass
02-03-2008 jajajaja, que buena _marcelo
01-03-2008 nunca leo narraciones .. no se que me atrajo a leer esta . y estoy feliz de haberla leido , me encanto . un beso . vickiitoria
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