Las peores pesadillas se tienen en la infancia. Al ritmo de “I love you tomorrow” se escapa una muñeca pelirroja y te saluda desde la puerta.

Una vecina es poseída por el diablo y tu abuela te pinta una cruz de azulillo en la espalda.

Un cristo es flagelado en medio del barrio y tú sigues jugando cerca de la esquina donde la telaraña tiene inquilino.

Hay un tocadiscos junto al piano y ninguno suena.

Tienes un amigo que dice que tu baño tiene el mismo color y textura que el muerto que encontró en el sótano de sus padres. Pero sigues mendigando pan por el hueco de la escalera. Te llenan de vitaminas y abres los ojos.

Te asustas.

Y vuelves a tejer una red. No es tu hilo, pero aún ignoras que no tienes nada.

Hay un libro comido por la humedad que te muestra las maravillas del pasado. El hongo radioactivo junto a la publicidad de un mata-ratas.

Y el frío que hubo en Alemania.

Se te pasa el día copiando un libro de Miró sobre una mesa de noche. Hay una máquina de escribir pero es amiga del tocadiscos y el piano.

En la tele un hombre pinta una mariposa en el torso desmembrado de una mujer y tu perro te enseña como tragar y vomitar gatos recién nacidos.

Te han mandado una carta donde dice que te cuesta diferenciar la derecha de la izquierda, que no sabes donde tiene el culo la be y que tiemblas al recortar. Pero a la fiesta del colegio te llevaron vestida de mujer maravilla.


Las peores pesadillas se tienen en la infancia mientras aprendes que las hormigas se escapan de las cajas de cerillas y sueñas que te caes. Tu puto futuro.